Opinión

Una líder de C’s que se comporta como una independentista

Lorena Roldán, la dirigente catalana llamada a suceder a Inés Arrimadas al frente de Ciudadanos en Cataluña, posee un pasado y un presente que ponen en entredicho su legitimidad como defensora de la unidad de España. En 2013, la líder naranja acudió a la manifestación independentista de la Diada ataviada con la típica barretina catalana y participó en la cadena humana que cada año, mientras porta la senyera, pide la autodeterminación de Cataluña. Roldán, que ha admitido su asistencia a la cita secesionista hace seis años, ha intentado esquivar la polémica mostrándose como una víctima más del supremacismo catalán y ha argumentado que acudió a la marcha por la presión de sus jefes “nacionalistas” mientras trabajaba en la Administración Local de Tarragona como asesora jurídica. Sea como fuere, la presencia de Roldán en esta cita separatista empaña por completo toda actividad llevada a cabo hasta ahora en favor de la Constitución. ¿Con qué integridad moral va a defender la pupila de Arrimadas a los constitucionalistas de Cataluña en el Parlament si se comporta como un separatista más? ¿Cómo va a combatir la fractura social de la región si ella misma ha contribuido con sus actos a dicha ruptura?

La controversia, no obstante, ha perseguido a la senadora de Ciudadanos en las últimas semanas. Con gran desatino y desconsideración, Roldán, como portavoz del Grupo Mixto en el Senado, decidió colocar al senador de VOX Francisco José Alcaraz –que se ha estrenado recientemente en el Hemiciclo– en el escaño contiguo al ocupado por el senador Jon Iñarritu, representante de la proetarra EH Bildu. Un detalle que habría resultado una determinación baladí si Alcaraz no hubiera perdido a su hermano de 17 años, Pedro Ángel Alcaraz, y a sus dos sobrinas gemelas de tres años, Esther y Miriam, por la explosión de un coche bomba de ETA en la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza en diciembre de 1987. Con o sin conocimiento, Roldán ha actuado de manera torpe al colocar a una víctima del terrorismo junto al heredero político de la banda terrorista y debe, como mínimo, pedir disculpas a Alcaraz por su bochornosa incompetencia.

Dos desafortunados episodios que deben ser analizados y tenidos en cuenta por la Ejecutiva Nacional de Albert Rivera si contemplan a Roldán como la heredera de Arrimadas y la redentora de los millones de catalanes que no comparten los dislates independentistas. Definitivamente, un partido como Ciudadanos, abanderado del constitucionalismo desde su irrupción en Cataluña, no puede permitirse tener entre sus filas a una dirigente que es rehén de tan indigno pasado y tan abyecto presente. Si finalmente la formación naranja decide concentrar el poder en Roldán como líder de la oposición en las instituciones parlamentarias, lo único que va a conseguir es erosionar el magnífico legado construido por Arrimadas durante los años más complicados del separatismo catalán.