Opinión

La ley nos hace mejores a todos, incluido Turull

El intento de investidura exprés de Jordi Turull buscaba burlar el rigor del Tribunal Supremo, pero paradójicamente el Alto Tribunal ha condicionado el discurso del candidato en el Parlament de principio a fin. Decía el filósofo y jurista Montesquieu que «la ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie». Más allá de la loable aspiración del pensador francés —que a veces se cumple y otras muchas no— tras lo visto y oído este jueves queda claro que la ley nos hace mejores a todos, incluido Turull. Cuando el candidato a president ha sentido cerca su comparecencia ante Pablo Llarena, de repente ha guardado en el ropero su duro perfil independentista para ofrecer «mano tendida» a Felipe VI y Mariano Rajoy. Una táctica que, por supuesto, se asienta en el absoluto cinismo y en la falacia.

Una persona que forma parte de un golpe de Estado no cambia súbitamente unos meses después por obra y gracia de la providencia. En la vida se suelen dar pocas casualidades; en política, ninguna. Turull es el mismo político que durante el pasado verano despreciaba al Tribunal Constitucional y lo acusaba de ser el «brazo ejecutor» de Rajoy. Este jueves, sin embargo, quería acercarse tanto al presidente del Gobierno como al Rey de España. Aparentar que él era el medio para poner la Generalitat en marcha. De ahí que no haya  pronunciado ni una sola vez las palabras ‘república’ o ‘independencia’. Muy al contrario, ha incidido en el «diálogo» como la forma de arreglar la insostenible situación de bloqueo político e institucional al que los separatistas están condenando a Cataluña.

Noble en la forma, pero hipócrita en el fondo. Por lo tanto, una intención inservible. El daño ya está hecho y tanto él como el resto de representantes que tengan relación con el procés han de dar explicaciones ante la justicia. La súbita diligencia y amabilidad de Turull no es creíble. Para medir la nula autenticidad de sus palabras sólo hay que fijarse cuando ha dicho que los independentistas protegerán la lengua española, ya que la sienten como propia. Los mismos que han multado a los comerciantes por rotular en español y que la han perseguido hasta el estigma en la educación pública. Hay que reconocer que, al menos, Turull ha mostrado mejores cualidades como persona desde que se ha visto entrando en el Tribunal Supremo. Para completar su evolución sólo necesita rendir cuentas ante la justicia y acatar con sentido democrático lo que determine el juez Llarena.