Opinión

Lecciones aprendidas con ‘Calamity’ González Laya

Adiós a Arancha González Laya, la peor ministra de Exteriores de la democracia en España. Su caída en desgracia supone una enmienda a la totalidad de la política exterior del gobierno socialcomunista dirigido por Pedro Sánchez.

Desastrosa ha sido la defensa de los intereses nacionales. La reciente crisis con Marruecos ha sido la puntilla final, pero resume muy bien cómo no se debe conducir nunca la política exterior española.

Sánchez quiso ir de moderno y obvió a Marruecos nada más ser proclamado presidente del Gobierno. Ningún predecesor suyo había cometido tal error. Visitar el país vecino no sólo le podría haber ahorrado algunos problemas futuros, sino que le había servido para tomar la temperatura al gobierno marroquí. A día de hoy, todavía está esperando Sánchez que Mohamed VI tenga a bien recibirle en la cumbre bilateral pospuesta desde hace seis meses con la excusa del coronavirus, pero que tras todo este tiempo hemos visto que el monarca marroquí ha tenido tiempo para hacer de todo antes que verse con el ‘patán’ de La Moncloa.

González Laya fue incapaz de anticiparse al reconocimiento del Sáhara occidental por parte de EEUU y al establecimiento de relaciones diplomáticas entre marroquíes e israelíes, mientras ella asistía impávida a los acontecimientos precisamente en una visita oficial a Israel. Manda huevos, como decía Trillo.

Al igual que el asesor de Bill Clinton, James Carville, popularizó la frase de “¡es la economía, estúpido!” habría que recordarle a González Laya y a Sánchez que “¡es la defensa de los intereses nacionales, estúpido!”. En el momento en que la ministra saliente trato de convertir la política exterior en una política progre de lucha contra el heteropatriarcado mundial supeditada a la agenda de la izquierda, su fracaso se veía venir.

Cuando hace uno meses la titular de Exterior se inventó el concepto de política exterior feminista y lanzó un panfleto con el nombre de “guía de política exterior feminista”, los marroquíes se estaban desternillando del gobierno español en sus preparativos para lanzar su operación de invasión humanitaria a España desde Ceuta que sólo terminaron de llevar a cabo tras la debacle socialista en Madrid el 4 de mayo.

El resto de la incompetente gestión de González Laya ha pasado por el rotundo fracaso de promoción de los miembros del gobierno de España -Nadia Calviño, Pedro Duque y el suyo propio- a altos puestos directivos en organizaciones internacionales. A la decepcionante operación de compra de material sanitario durante los momentos más duros de la pandemia en China y otros lugares. Al fiasco en las relaciones con EEUU, desde Donald Trump a Joe Biden.

Trump no quiso saber nada de Sánchez ni de ningún miembro de su gobierno, pero es que Biden ha llegado a despreciar públicamente al presidente del Gobierno español como vimos recientemente en su minicumbre de veinte segundos.

El Gobierno de España ha hecho el ridículo también en Hispanoamérica y, especialmente, en lugares como Venezuela, Cuba o Bolivia. Tampoco ha sabido articular buenas relaciones con actores regionales importantes como Turquía o Rusia, que en varias ocasiones hicieron callar a González Laya por sus comentarios de barra de bar.

González Laya cabreó a la práctica totalidad del cuerpo diplomático, no supo defender los intereses económicos nacionales, ni del turismo, ni de la automoción y se va en la más absoluta soledad.

Es más, sus últimas semanas al frente del ministerio han sido una suerte de espantajos a base de reuniones vía zoom con los países más irrelevantes del planeta en la defensa de los intereses españoles. Toda una proeza en el descrédito internacional.