Opinión

¡Larga vida al coche de combustible!

Todos saben ya que el plan de acabar con el coche de combustión ha muerto. Y cada vez más se atreven a decirlo. Mercedes ha confirmado que proyecta grandes inversiones en el automóvil de motor de combustible. De hecho, están en marcha modelos incompatibles con el fin de la producción.

El jefe de la compañía, el sueco Ola Källenius, ha anunciado la vuelta al motor en un acto en Stuttgart en compañía del presidente del Estado de Baden-Württemberg, nada menos que un miembro de los Verdes de la primera generación, Winfried Kretschmann, que es ya un abierto defensor de mantener el coche de combustión y olvidarse de las fechas en que se pretendía imponer en la próxima década como única opción en fábrica el coche eléctrico.

Ahí tienen a un jefe de Mercedes que era un predicador del futuro eléctrico del automóvil y un gobernante del partido de los Verdes, el referente del fanatismo ecologista en Europa, anunciando y celebrando ambos que se entierra toda fecha para el fin del coche de motor de combustión y que por el contrario se abre una nueva era para el mismo.

El coche eléctrico será una opción más, pero desde luego va a tener que competir con nuevas generaciones de coches de combustión, que contarán con inmensas ventajas. Y si el coche eléctrico ha sido ya un fiasco industrial como pocos presentándose como el coche del futuro, ahora que ya todo el mundo reconocen que no lo es su atractivo desde luego que no aumentará.

Lo cierto es que la clase política aún dominante en Bruselas -que es la alianza de populares, socialistas y verdes, así como sus muy subvencionados fabricantes- no han querido reconocer el desastre de ventas y los inmensos problemas del coche eléctrico hasta que los partidos políticos adversarios del Pacto Verde y de la desaparición del coche de motor de combustión amenazan su hegemonía, su mayoría y su poder.

«Lo que ayer era correcto, hoy puede ser erróneo bajo nuevas condiciones“, intenta salvar la cara el jefe de Mercedes, Källenius, ya muy discutido por el «fervor por lo eléctrico» con el que llegó a la dirección y que ha hecho mucho daño a la compañía. «Mirar atrás y enfadarse no sirve de nada», dice. Y añade: «Y no sirve absolutamente de nada, por una mal entendida preservación de las apariencias, no corregir las cosas aunque sea necesario debido a premisas cambiadas.“

El Estado federado que preside el verde ilustrado Kretschmann debe gran parte de su alto nivel de vida a la industria del automóvil. Y es de los que más sufren desde hace años una catarata de despidos debidos directamente al Pacto Verde y la delirante política climática de la Unión Europea.

Kretschmann fue aun más claro, si cabe. «La controvertido prohibición de los motores de combustión planeada por la Comisión de la UE ya no es sostenible». Habrá que permitirle a la UE una corrección en la que pueda salvar algo la cara, sin demasiada humillación. «Admitir errores públicamente es difícil, después de todo, y no sólo para los tecnócratas de la UE, sino también para los directivos de las compañías», dijo el político que, a sus 77 años, es todo lo contrario que los fanáticos ecologistas y energúmenos del cambio climático que lograron imponer en las dos pasadas décadas sus tesis extremistas, tanto a socialistas como a los democristianos de Angela Merkel.

Es ese arrebato del fanatismo climático unido al poder alemán lo que llevó a la Unión Europea al delirante proceso de autodestrucción en sus políticas energética, industrial, agrícola y de transporte.

Como se vio la pasada semana, el Partido Popular ha entendido que el Pacto Verde y la política enemiga de la industria y de la racionalidad energética lo arrastran a la catástrofe electoral en un país europeo tras otro. Y han comenzado, si bien no con la misma franqueza y rotundidad de Mercedes y Kretschmann, un cambio de curso y discurso.

En el pleno de Bruselas del jueves pasado, el Partido Popular Europeo, artífice con los socialistas y ecologistas del nefasto Pacto Verde, se unía a Patriotas, conservadores y soberanistas a su derecha para desmantelar una serie de condiciones del ecologismo tóxicas para la industria y su competitividad. Los tiempos han cambiado, coinciden el político verde y el fabricante. Ahora hace falta que en la Comisión Europea, convertida en el búnker de la ideología y de los intereses contrarios al bien común, asuman la realidad.