Opinión

Lagarde no aclara el rumbo que tomará

El BCE se ha reunido esta semana bajo el mandato de su nueva presidenta, Christine Lagarde en la sesión prevista para adoptar decisiones sobre el nivel de tipo de interés. De momento, asume de manera continuista la actuación de su antecesor, Mario Draghi. Por tanto, el BCE mantiene, de momento, una política monetaria heterodoxamente laxa, con la facilidad marginal de depósito en -0,50% (se había llegado a especular con el hecho de que pudiese llegar a -0,60% en esta reunión del BCE), con la válvula de escape del aumento del Tiering que mejora a los bancos el tratamiento del exceso de liquidez en el corto plazo, con la compra masiva de deuda y con los tipos de interés en el 0%.

De hecho, conserva el compromiso de no subir los tipos -incluso de que puedan ser inferiores- mientras no se alcance el objetivo de inflación, que, eso sí, considera que podría estar algo por debajo del 2%.

Es verdad que a continuación ha mencionado que el BCE llevará a cabo una revisión estratégica de los objetivos e instrumentos de política monetaria a partir de enero de 2020, que dicha revisión será amplia y que terminará antes de finales de dicho año, pero no ha concretado nada más.

Con todo, y hasta ver qué va a hacer el BCE en futuras reuniones y, sobre todo, en qué se materializa esa revisión estratégica de los objetivos e instrumentos de política monetaria, el mantenimiento de las medidas vigentes sigue siendo heterodoxo. Dichas medidas se salen de la ortodoxia estricta y penalizan el ahorro y favorecen el endeudamiento, que puede llevarnos a lugares muy peligrosos, especialmente si la economía cae más y comienza a haber problemas para hacer frente la devolución de préstamos. Al haber llevado una política monetaria tan expansiva desde hace ya siete años, el BCE se ha quedado sin recorrido y nos va introduciendo en una senda desconocida, con peligros latentes.

De nada sirve inundar el mercado de liquidez si no hay reformas estructurales paralelas, por el lado de la oferta. Es cierto que eso ni era función de Draghi ni lo es de Lagarde, pero tampoco parece sensato mantener una política monetaria tremendamente expansiva y mucho menos ahondar en ella.

Si finalmente se relajasen los objetivos de estabilidad, podríamos entrar en serios desajustes importantes, con consecuencias imprevistas en un futuro no muy lejano. La ortodoxia en política económica, tanto fiscal, como monetaria siempre es la mejor manera que puede haber de proceder.