Opinión

La imprevisible jornada del Rey y el presidente Sánchez en Barcelona

La propuesta del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del viaje conjunto con el Rey a la capital catalana, en un intento de desagraviar a Felipe VI por el veto que le impidió entregar los despachos a los nuevos jueces en la Escuela Judicial de Barcelona, es una muestra de la audacia del carácter del jefe del Ejecutivo que para nada garantiza que los independentistas catalanes respeten la presencia de Don Felipe esta vez. Los argumentos que esgrimen veladamente los miembros del Gobierno y los asesores del Palacio de la Moncloa es que una vez pasadas las fechas del 1 de Octubre –aniversario del referéndum ilegal independentista- y del 3 de ese mismo mes –fecha en la que el Rey pronunció un discurso imprescindible ante el vacío de poder existente en esos momentos-, los ánimos en Barcelona estarán más calmados y no habrá una contestación violenta de rechazo a la presencia del monarca.

Además de esta inseguridad de que las previsiones de Pedro Sánchez se cumplan, hay un matiz importante a considerar en este caso y que no es conveniente dejarlo de lado. El hecho de que el presidente del Gobierno acompañe al Rey en esta visita a la ciudad condal y que la iniciativa haya surgido de Moncloa puede dar la impresión de que el Jefe del Estado precisa del tutelaje del Ejecutivo para poder volver a una comunidad que últimamente se ha convertido en territorio comanche para Don Felipe. La lectura que muchos comentaristas y ciudadanos de a pie harán es muy simple: el Rey tiene que ir acompañado del presidente para visitar Cataluña. O peor aún, el Rey acepta que necesita la protección de Pedro Sánchez para atreverse a ir a la comunidad catalana.

En cualquier caso, este viaje no es del todo positivo para una persona como Felipe VI, que no ha eludido nunca los riesgos que conllevaba su presencia en Cataluña y que no ha renunciado nunca a viajar allí, a pesar de que sabe que los secesionistas le rechazan de forma ostensible desde que se atrevió a poner sensatez en una situación límite como la existente en el territorio nacional tres días después del simulacro de referéndum independentista. Eso sin contar con que, a pesar de las medidas de seguridad y control que se impondrán en Barcelona durante las horas que Sánchez y el Rey estén en la capital catalana, los CDR hagan de las suyas y se dediquen a ofrecernos un espectáculo de los suyos, de violencia callejera, cortes de vías públicas, quema de fotos del Rey y todo lo demás.

Si eso pasa, ¿cuál será la reacción del presidente del Gobierno? A él no le conviene en absoluto ponerse a malas con los independentistas en estos momentos en los que la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado dependen del voto de ERC y de Junts per Catalunya. Habrá que estar atentos para ver cómo se desarrolla la jornada en Barcelona y constatar si la idea de Sánchez era o no era acertada.