Opinión

Igual que Cuba y Venezuela

Cuando la delación se impone al Estado de Derecho y los chivatos dictan sentencia por encima de los jueces, los países entran en colapso y la democracia muta en dictadura. Así pasó en Cuba cuando Fidel Castro hizo de la ‘revolución’ su forma de imponer con puño de hierro la oligarquía comunista. Un camino que ha seguido al pie de la letra su hermano Raúl y que parece perpetuarse a pesar de la muerte del sátrapa primigenio. También ocurrió en Venezuela, donde primero el dictador Hugo Chávez y ahora su atroz miniyo postmortem, Nicolás Maduro, han llevado al país hasta el precipicio de una guerra civil. Los muertos se amontonan en las calles —más de 20 en las últimas horas— y los jerarcas dictatoriales se esconden tras el salvajismo de sus prosélitos, a los que arman para que tomen las calles y machaquen así las manifestaciones pacíficas de la oposición. Incluso a través de la televisión —dominada por el Ejecutivo, como pretende Podemos en España— un siniestro personaje como el militar Diosdado Cabello muestra el retrato y las direcciones de dirigentes de la oposición.

Con el clima de persecución dislocada que reina en el país caribeño, ese tipo de actos equivale a asegurarle la muerte civil —en el mejor de los casos— a los venezolanos que discrepan del régimen. Son las consecuencias de instalar una justicia alternativa que criminaliza sin pruebas a los individuos y convierte en dogma el pensamiento único. Punitivo contra aquéllos que osan desafiarlo en defensa de la libertad. Una corriente delatora que nos retrotrae a tiempos de la Inquisición y que los dirigentes de Podemos, inspirados por sus padres económicos de Venezuela y por los ideológicos de Cuba, tratan de instaurar en España. El odiobús —o Tramabús para los podemitas— no sólo insulta con calificativos como «mafiosos» a políticos y periodistas sin causa alguna con la justicia, ahora también se ha convertido en una suerte de elemento represor contra los españoles, al servicio de cualquier acusación arbitraria.

Si su vecino le tiene manía y desea un ajuste de cuentas, sólo tiene que llamar a Echenique y sus adláteres y el odiobús de Podemos se presentará en la puerta de su casa para hacerle saber a todos los miembros de su comunidad que usted es un «miembro de la trama». Sin más consideración de ningún tipo. Si la idea del autobús, por cutre y tendenciosa, era un disparate, este nuevo paso adelante de los radicales posee tintes siniestros y anticonstitucionales. ¿Qué se creen en Podemos para señalar, perseguir y estigmatizar a los ciudadanos? ¿Con qué libertad y auctoritas? La Fiscalía tiene que poner punto y final de una vez por todas a este dislate antes de que nuestro país sea la nueva Cuba castrista o, peor aún, la nueva Venezuela bolivariana.