La historia se repite en la Monarquía española
La expectación en los medios de comunicación y en la propia sociedad española sobre el futuro del Rey Juan Carlos aumenta día tras día. Mientras que el Gobierno, por boca de su Presidente, ha declarado la permanencia de su lealtad al pacto constitucional que se acordó en 1978 para que España fuera una monarquía, al mismo tiempo ha apelado a que la Casa Real siga tomando decisiones sobre el anterior monarca que contribuyan a dotar de mayor transparencia y ejemplaridad a la institución de la Corona. Está clara e implícita la invitación a adoptar medidas que ayuden a dejar atrás las presuntas irregularidades cometidas por don Juan Carlos y a buscar una salida del Palacio de la Zarzuela de don Juan Carlos.
El problema es que no es fácil para el actual Jefe del Estado tomar una decisión tan drástica respecto al anterior que, no hay que olvidar, es también su padre. Es verdad que la ruptura entre ambos, desde el punto de vista oficial, ya se materializó en el comunicado hecho público por el Palacio de la Zarzuela el pasado 15 de Marzo, al retirar don Felipe la asignación económica que se fijó tras su abdicación y al declarar don Juan Carlos que nunca comunicó a su hijo la existencia de fondos opacos depositados en el extranjero. Pero la permanencia del anterior rey en las dependencias de la sede de la Jefatura del Estado es algo que choca con las normas de ejemplaridad y transparencia decretadas por Felipe VI tras su proclamación.
La Casa del Rey, con el abogado del Estado Jaime Alfonsín al frente del aparato administrativo, lleva ya un largo tiempo buscando una salida honrosa para el rey Emérito que debe ser consensuada por los Palacios de la Moncloa, la Zarzuela y los dos Reyes. Una vez más, los intereses políticos y los familiares son difíciles de compaginar, como ya ocurrió hace más de 50 años entre don Juan Carlos y su padre, el Conde de Barcelona. Don Juan de Borbón y su hijo vivieron años de distancia y enfado al aceptar don Juan Carlos la designación como heredero por parte de Franco, que el hijo justificó como imprescindible para que España fuera de nuevo una monarquía. Ahora, es el Rey Felipe el que tiene que tomar una decisión tan drástica como desalojar a su padre de su residencia desde hace 58 años para recuperar el buen nombre y la honorabilidad de la institución monárquica.
Mas pronto o más tarde, la decisión que se acuerde sobre el futuro de don Juan Carlos, quien está sufriendo una de las campañas más despiadadas y destructivas por parte del peligroso tándem formado por Corinna Larsen y el comisario Villarejo, tendrá que ser tomada. Mejor más pronto que tarde para no dar argumentos a los que aprovechan las circunstancias para desprestigiar a una institución que pretenden derrocar por las buenas o por las malas. Son los que hace seis meses prometieron con la mano puesta sobre la Constitución lealtad al Rey y guardar y hacer guardar la Carta Magna. Justo lo contrario de lo que están haciendo.
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