Opinión

Historia y conceptos para Irene Montero

Es escuchar a Nadia Irene Krúpskaya pronunciar la frase “emergencia democrática” y no poder reprimir la carcajada. En opinión de la flamante primeradamacamaradaportavoz —reciente mártir elevada a los altares podemitas por su pseudoveto radiofónico—, estamos inmersos en una crisis de tal magnitud en nuestro país que el partido en el Gobierno hace un uso patrimonialista de las instituciones y utiliza los recursos públicos y su posición en el poder en beneficio propio y no del interés general. ¡Vaya! Y yo que hasta la fecha andaba convencida de que el mal de la corrupción es propio, precisamente, de los Estados intervencionistas que alcanzan su máximo exponente en las repúblicas comunistas. Ésas que a fuerza de simplificar las vidas de la gente, las retuercen hasta reducirlas a su mínima expresión, la muerte. No me haga reír, señorita, que no le pago (sepa usted que obligada y con desgana) para escuchar chascarrillos populistas. Revise un poco historia y conceptos porque entre adueñarse del lenguaje para su propaganda bolivariana y desconocer que fue ésta un proyecto golpista no electoral de origen militar, que en esencia se mantiene, hay un abismo. Si quiere hablar de emergencia democrática, quizás convendría que empezase por hacer terapia en Venezuela.

Repase. Chávez dejó claro en su día que las elecciones son algo colateral y prescindible al proyecto político original: la revolución comunista irreversible. Maduro confirma que la democracia es una entelequia que compite en igualdad con la lucha armada. Chávez utilizó su primera mayoría electoral para impulsar una nueva constitución y personificar el Estado, supliendo con abusos de poder los vacíos e imprevistos. Maduro recurre a la represión violenta del pueblo venezolano para atrincherarse en el poder con la excusa de prolongar el chavismo tras su última (e inapelable) derrota en urnas. Chávez inauguró una carrera de fondo esquizofrénica y sin escrúpulos para imponer su voluntad en todo caso y circunstancia, gracias a una suerte de decisiones unilaterales, politización extrema de los poderes públicos e intervención de los medios de comunicación. Maduro ha consolidado el socialismo inconstitucional contraviniendo la voluntad soberana del pueblo y reprimiendo sistemáticamente cualquier expresión crítica y espontánea. Se repite el ciclo al más puro estilo del dúo dinámico Lenin & Stalin. Cuando el original es infame, la copia mediocre, además, es inane.

Sepan usted y los suyos que ciertos golpes de Estado son imaginarios y hay un pequeño detalle que desmonta la arquitectura argumental de su ecuación totalitaria. Si como norma general contrastada, los golpes de Estado fortalecen en última instancia a los gobiernos legítimos, en este caso, pese a los esfuerzos de su adorado Maduro por acusar de golpistas a quienes buscan —incluso a costa de su propia vida— una Venezuela libre, su Gobierno se debilita. El único golpe que se vislumbra es el autogolpe de los que pretenden seguir en el poder siendo minoría y obligan a los venezolanos a defenderse contra la tiranía del hambre.

Así que cuando tenga a bien reconocer que en Venezuela hay un régimen político impuesto apuntalado por una dictadura abierta y confesa que derogó la constitución, viola los derechos humanos de su pueblo, asesina manifestantes desprovistos de armas con bombas lacrimógenas caducadas —cortesía de las fábricas de la miseria comunista— y mantiene a los líderes de la oposición como presos políticos aislados e incomunicados; cuando denuncie que el voto es el gran desaparecido en el dislate personalista de un Maduro podrido; cuando exija elecciones libres, justas y generales para Venezuela, a lo mejor entonces podré tomarme en serio algo de lo que usted diga en relación a la situación democrática en España —que es más que mejorable, sin duda— sin soltar una sonora y condescendiente carcajada.