Opinión

Hay gente en el PSOE que no sabe dónde mirar

Es la confesión de un político, leal donde los haya, que durante mucho tiempo ocupó cargos de enorme responsabilidad en los tres gobiernos socialistas: el de González, el de Zapatero e, incluso, en el de Sánchez. Ahora, desde un retiro que no ha sido voluntario, está, como diría José Luis Corcuera, “de los nervios”. La última cesión, entrega, mejor dicho, del actual presidente al PNV linda la traición. Este político y algunos otros que aún militan en el partido, recuerdan siempre la sintética definición que, sobre la entraña misma de su ideología, formuló no hace tanto tiempo, quizá un lustro, Javier Fernández, el añorado ingeniero asturiano que presidió por un tiempo la Gestora que dio paso a Sánchez. Decía Fernández: “El socialismo es la Seguridad Social”. Así que, asumiendo este aserto, es fácil de comprobar -y se comprueba-en qué estado de irritación se hallan los gobernantes del PSOE que, durante décadas, se negaron a transferir la Seguridad Social a la autonomía vascongada.

En 2006, con Zapatero en la Presidencia, ¡fíjense!, el PNV emprendió la cruzada de la cesión pero sin resultado alguno. Desde la propia Moncloa se hizo saber a los negociadores nacionalistas que, de eso, nada de nada, que el PSOE no iba a romper una trayectoria implacable en la postura sobre la transferencia. Uno de los responsables socialistas en aquellas reuniones, viene explicando la negativa en función de que eso sería tanto como cargarse el elemento de cohesión social más importante de España. Estos socialistas referidos denuncian ahora mismo que, junto con la cesión citada, hay otras dos que van a empequeñecer hasta la lisis definitiva, la propia existencia de España como nación indisoluble. Las otras dos son el reconocimiento por parte del Estado de las selecciones deportivas en el ámbito internacional, y el traspaso de la formación de los Médicos Internos y Residentes a regiones como Cataluña y el País Vasco.

Estos socialistas, singularmente el infrascrito, se lamentan de que España ya esté institucionalmente rota, de que no haya posibilidad alguna de relación entre los que han venido siendo desde la Transición los dos grandes partidos nacionales, el PP, heredero de la UCD, y el PSOE. Su opinión es que ya no hay partidos, sino bloques irreconciliables. De esta debilidad se aprovechan los nacionalistas y populistas a los que España les importa un auténtico bledo. No extraño en consecuencia que, coloquialmente, estén de los nervios. Alguno muy concreto hasta duda de la condición democrática de Pedro Sánchez, una condición que sí reconoce a Zapatero, lo cual puede suponer una sorpresa. Lo cierto es que todos concuerdan en alertar de una situación política de cesarismo descontrolado, una situación, por lo demás que, a su juicio, no afecta únicamente al PSOE, sino que inunda la conducta de todas las demás formaciones políticas en la actualidad.

Por eso, individuos como ellos que se reconocen autores de acontecimientos históricos como el ingreso de España en la Unión Europea o el más reciente de la abdicación del Rey Juan Carlos I, se tiran literalmente de los pelos ante lo que está pasando. Son los que no saben dónde mirar y que, a mayor abundamiento, se quedan, entre perplejos y dubitativos, cuando hay quien les pregunta si, dado el panorama, el PSOE va a sobrevivir a Pedro Sánchez. Los más optimistas aseguran que naturalmente que sí, porque ese partido posee un recorrido histórico y todavía un entramado social que imposibilitan su destrucción. Otros, pelín cenizos, responden sólo así: “No lo sabemos”. En todo caso, y si la pregunta se establece ante la posibilidad de que Sánchez acepte tanto en el País Vasco como en Cataluña, sendos referendos de autodeterminación, la contestación más genérica advierte de que ningún Gobierno de España puede tolerar algo así. Pues bien, este miércoles el presidente del Ejecutivo va a soportar que se le plantee una exigencia así que, ¡ojo! La comparten dos de sus delegados, Iglesias y Castells. Normal que el PSOE constitucional no sepa dónde mirar.