La Guerra Civil según Mateo Pérez-Castejón
La Guerra Civil según Mateo Pérez-Castejón Díaz, abuelo materno de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, nos habla de una contienda muy diferente a la que su nieto trata de propalar a través del BOE y de discursos simplistas y maniqueos.
No es una historia de españoles «buenos» y «malos». En ella se reflejan los infinitos trazos grises de la contienda fratricida. Hay tantas guerras civiles como españoles la protagonizaron, sufrieron y vivieron. Mateo fue uno de ellos.
Soldado voluntario en ambos bandos, en el republicano primero, que lo denuncia por deserción en el frente de Levante en julio de 1938, y después en el franquista, donde se alista ese mismo mes como legionario, Mateo Pérez-Castejón no luchó en una Guerra Civil, sino en dos: la que protagonizó como combatiente en cada una de las dos Españas enfrentadas.
Cuando supe de la peripecia del abuelo de Sánchez que desde hoy va a ir revelando OKDIARIO a través de la rigurosa firma de Segundo Sanz, no pude sino pensar: Mateo es uno de esos combatientes que me han hecho descubrir una Guerra Civil muy distinta a la que la propaganda del Gobierno sigue contando. Porque de Mateo Pérez-Castejón Díaz ya había escrito hace algunos años en mi libro Desertores (Editorial Almuzara).
Por supuesto, ni sabía de su existencia ni conocía su historia particular, pero el caso de Mateo coincide con los de decenas de miles de españoles sobre los que había escrito y que escapan a las etiquetas que promueve por ley su propio nieto.
Lo singular del abuelo de Pedro Sánchez que cuenta OKDIARIO es que luchó en ambos Ejércitos, republicano y franquista, sin estar obligado por ninguno de ellos. Nacido el 15 de octubre de 1921, pertenecía al último trimestre del reemplazo de 1942, que no fue llamado a filas en la guerra por ninguno de los dos bandos.
Mateo no llegaba a 15 años cuando se produce el golpe militar y se desencadena la guerra en julio de 1936. Para ingresar en el Ejército Popular de la República, al igual que para alistarse en el Ejército de Franco después de su deserción de las filas republicanas, Mateo miente sobre su edad.
La presencia de menores sin edad militar en las filas de uno y otro bando no fue nada extraordinario. En una época de carencias, la soldada era una fuente de ingresos segura para muchas familias. Para poder alistarse bastaba con decir que se tenía más edad como hizo Mateo, pues no existía entonces carné de identidad.
No había escrúpulos para utilizar a los menores como combatientes en primera línea. Enrique Líster, jefe de la 11.ª División republicana, se jactaba de tener entre sus tropas a chavales de 16 años «que han sabido batirse como los mejores soldados».
En abril de 1938, después de la triunfal ofensiva de Franco sobre Aragón, que partió la zona republicana en dos al llegar al mar por Vinaroz, el Gobierno del socialista Negrín abrió una recluta de voluntarios a partir de los 17 años.
En ese mismo mes, las juventudes comunistas promovieron en Valencia el reclutamiento de jóvenes para formar dos divisiones de voluntarios no incluidos en los reemplazos llamados a filas. La Federación Universitaria Escolar (FUE) llamó a alistarse en estas divisiones a los jóvenes de 16 años, la edad de Mateo entonces.
Los padres de Mateo, Juan Pérez-Castejón Marín e Isabel Díaz Quesada, que vivían antes de la guerra en Lorca (Murcia), se habían trasladado con sus cinco hijos en 1937 a Valencia. Allí el padre, ex militar y ex guardia civil, había conseguido un puesto en la jefatura de transportes del cuerpo de Carabineros.
Además de una soldada, que en el Ejército Popular ascendía a diez pesetas diarias, Mateo se aseguró un destino en la retaguardia presentándose voluntario al Batallón de Apoyo de Carros Blindados, unidad republicana perteneciente a la Agrupación de Fuerzas Blindadas de la Zona Centro-Sur. Esta unidad se dedicaba a labores técnicas y logísticas de asistencia a los carros de combate y contaba para ello con unos talleres en el kilómetro 18 de la carretera de Valencia a Madrid.
Ante los avances de las fuerzas de Franco sobre el Levante, el mando republicano moviliza a todas las fuerzas disponibles, también la unidad de Mateo Pérez-Castejón, que saldrá el 21 de mayo de 1938 para el frente de Teruel. Su batallón es incorporado a la 214.ª Brigada Mixta y desplegado en Valbona. Desde su llegada al frente se produce en sus filas un incesante goteo de deserciones, prueba de que muchos de sus efectivos, acostumbrados a la cómoda retaguardia, no están dispuestos a sacrificar su vida en primera línea.
De hecho, la confianza del mando en la combatividad de la unidad de Mateo es nula, como prueba la orden de su jefe, el mayor Manuel Bartual Gallego, para que una de sus compañías quede en retaguardia con la orden de disparar a quienes retrocedan ante los franquistas.
Mateo y sus camaradas quedarán así entre dos fuegos: entre los falangistas, requetés y militares de la aguerrida 5.ª División de Navarra franquista que tienen enfrente y el de sus propios camaradas apostados a sus espaldas para matar al que huya. Otra Guerra Civil despiadada, la de las filas republicanas contra sí mismas, que no es la que cuenta su nieto Pedro Sánchez en el BOE.
Cuando en mayo de 1938 se inicia la ofensiva nacional sobre ese sector, las unidades republicanas son despedazadas. Algunas pierden hasta la mitad de sus efectivos. La 5.ª División de Navarra cuenta centenares de evadidos y prisioneros enemigos.
No se conocen las circunstancias del paso de Mateo a la zona franquista, pero todo indica que evitó su reclusión como prisionero, quedando en libertad como les sucedía a los que eran considerados afectos a la España nacional.
La prueba es que, como documenta OKDIARIO, poco más de un mes después se presentará en el banderín de enganche del 2.º Tercio de la Legión en Talavera de la Reina (Toledo) para alistarse voluntariamente a las fuerzas de Franco, donde combatirá hasta el final de la contienda.
Cuatro días después de su incorporación al Ejército franquista, el mando republicano denuncia a Mateo por desertor ante la Justicia militar por su huida en las operaciones del frente de Teruel. La denuncia parte de su propia unidad, lo que da a entender que tenía información para corroborar su fuga al enemigo, castigada en el bando republicano entonces con la pena de muerte como delito de alta traición.
Condecorado tres veces por los vencedores por su actuación ejemplar como legionario contra los republicanos en primera línea, el régimen franquista será a la postre terriblemente ingrato con el joven legionario Mateo Pérez-Castejón, auténtico héroe de guerra, como contará en estas páginas Segundo Sanz.
Esta es la Guerra Civil según Mateo Pérez-Castejón Díaz. Una Guerra Civil que su nieto nunca pudo escuchar de su boca. El líder del PSOE aún no había cumplido 2 años cuando su abuelo murió en 1973 en la ciudad sanitaria madrileña que llevaba el nombre de su Generalísimo, a cuyas órdenes sirvió en la guerra y a quien su nieto ha dedicado el Año Franco.
Ahora surgen las preguntas inevitables para Pedro Sánchez. ¿Su abuelo Mateo fue de los «buenos» o de los «malos»? ¿Por qué no le retira a su abuelo legionario las tres condecoraciones franquistas que se ganó con su sangre? ¿Por qué no declara “lugar de memoria democrática” las posiciones republicanas que Mateo asaltó a la bayoneta con la XV Bandera de la Legión?
Será innecesario recordar que nadie es responsable de lo que hicieron sus abuelos o sus padres, al contrario de lo que cree el propio Pedro Sánchez, que con su ley de «memoria democrática» ha establecido el castigo y el agravio a los descendientes por razón de sus ancestros. Hasta ha retirado el título nobiliario a los Calvo Sotelo para responsabilizar a toda su familia de que su antepasado fuera asesinado por militantes socialistas.
No, nadie es responsable de lo que su familia hiciera en el pasado, pero la memoria familiar debería de ser al menos una luz en la conciencia para proyectar sobre el presente las grandes lecciones humanas que nos legaron con sus vidas nuestros ancestros.
Cuántas cosas podría haber aprendido Pedro Sánchez de las historias de su abuelo Mateo como combatiente voluntario de las dos Españas. Quizás ahora abominaría de las visiones falsarias y reduccionistas de la Guerra Civil que pretende imponer él mismo mediante decreto. Quizás renegaría de su voluntad de utilizar ese trágico pasado para levantar de nuevo un muro de odio entre españoles.
Por la capacidad aleccionadora de su peripecia personal en la Guerra Civil, por la tragedia de su adolescencia rota entre las dos Españas, en la historia de Mateo resuena la llamada permanente a la concordia y la reconciliación que su nieto se niega a escuchar.
*Pedro Corral es autor de Desertores (Almuzara) y ¡Detengan Paracuellos! (La Esfera).
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