Goebbels en Ferraz

Goebbels PSOE

¿Y dónde está Europa? Se preguntaba una de las cientos de miles de manifestantes en Cibeles, mientras a su alrededor maridaban al aire las banderas de España y la Unión Europea, símbolos decadentes atrapados en la incompetente burocracia y siniestros intereses de su élite dirigente. Europa ya ha respondido al desafío de Sánchez abrazando a Sánchez, sobre todo el país que más y mejor se beneficiará de su continuidad: Alemania. Su lenguaraz embajadora en España, diplomática a tiempo parcial, se apresuró a bendecir las acciones del autócrata sin reparar en los comunicados de todas las asociaciones de jueces y fiscales que las condenaban por vulnerar la separación de poderes y poner en peligro al Estado de derecho. También su jefe, el canciller Scholz, felicitó a Pedro el mismo día que rubricaron el progresista acuerdo por el que España acogerá a los inmigrantes que Alemania no quiere y cerrará las centrales nucleares y de carbón mientras su gentil socio las mantiene abiertas. Danke, caudillo.

Todo empezó con Zapatero, el presidente por accidente -terrorista-. Fue José Luis quien decidió cambiar la política exterior en 2004 al modificar el prominente papel internacional que dejó Aznar para entregarnos a los designios de París y Berlín. Desde entonces, España no es más que el resultado de las decisiones geoestratégicas de sus vecinos. Por el sur, esclavos migratorios de lo que quiere Marruecos. Por el norte, felpudos políticos de lo que dicten en el Bundeskanzler y el presumido del Elíseo.

Cotejen cuántas veces se ha opuesto el Gobierno de Sánchez a las resoluciones de la Comisión Europea sobre cualquier ámbito y entenderán por qué nos hemos convertido en el campo de pruebas de Bruselas y en el laboratorio experimental del globalismo millonario.

Y en esta nueva tesitura, molestan las protestas frente a Sánchez y el Gobierno. España sólo se ha manifestado como lo está haciendo dos veces en las últimas décadas: contra ETA y contra el PSOE, y en ambas bajo el mismo paraguas moral: la libertad y la democracia. Ni siquiera hubo tanta gente el infame 11 de marzo de aquel 2004, cuando la SER emitía boletines continuados llamando a concentrarse con violencia verbal frente a las sedes del PP, para que nuestro futuro, reitero, empezara a someterse al criterio de potencias exteriores bajo el protectorado interno de un partido cuya historia es más criminal que sus minutos de honradez. Esas atalayas mediáticas condenan estos días lo que ellas mismas inventaron. Hace tiempo que el cuarto poder, cercano al régimen, ha dejado de cumplir su función controladora y fiscalizadora. Los medios del sanchismo no informan, sino que, para justificar el diezmo, se dedican a conformar un sesgo moral y confirmar un argumentario político. Son meros transportadores de consignas ejecutadas con precisión goebbelsiana.

Los creadores del asalto a las sedes y el acoso a rivales políticos, ahora se victimizan cuando ven a la muchedumbre posar indignada frente a ellos. Quienes desde su fundación se han dedicado a insultar, etiquetar y descalificar a todo lo que no sea de izquierdas, se vuelven frágiles al menor agravio léxico que sufren. Pobrecitos los obreros del lenguaje viril, que condenan los golpes de Estado salvo cuando lo protagonizan ellos, y se muestran pacifistas menos cuando la historia los convierte en asesinos de rivales políticos o socios de terroristas confesos.

La izquierda siempre ha sentido una atracción extrema por la propaganda, conocedora del límite moral de sus ideas y del escaso recorrido de sus reivindicaciones a poco que el personal tuviera algo de lecturas y criterio. Como no es así, porque sin ignorancia y prejuicio no habría clientela, queda el artefacto comunicativo como mejor arma de destrucción masiva, organizadora de conciencias adiestradas en el rencor, la envidia y el odio, receta infalible que aúpa al socialismo en el poder desde tiempos inmemoriales.

La penúltima bala de la vergüenza producida por esa factoría de memes fakes llamada Ferraz la ha lanzado el atribulado director de comunicación del PSOE, que para ganarse el pan de su amo, aporta su privilegiada inventiva a la causa creando con inteligencia artificial un bulo sobre la España indignada, alterando las imágenes de los manifestantes para que parezcan lo que no son. En esa continua sinécdoque en la que vive el sanchismo militante, buscan los escribas del autócrata que la sociedad menos temperamental juzgue la legítima protesta ante un gobierno ilegítimo como un aquelarre de fascistas irredentos, aunque la realidad se empeñe en desmontar su fecundo goebbelsismo primario. Hace tiempo que los hijos de Münzenberg y de su alumno más aventajado tienen nómina fija en el PSOE. Es fácil reconocerles. Se llaman a sí mismos demócratas y progresistas

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