Un gesto de hombre de Estado
Pedro Sánchez ha decidido ejercer al fin de hombre de Estado. «Por sus obras los conoceréis», decía la célebre frase. Sentencia que parece guiar la segunda etapa del madrileño al frente del PSOE. Dado el contexto político, el cambio de rumbo hacia una postura moderada y nacional viene en un momento inmejorable. Sánchez se alinea junto a Mariano Rajoy frente a la amenaza ilegal y unilateral del referéndum secesionista. Piensa en el país más que en sus propios intereses. Ejerce, en definitiva, el papel que se espera del líder de la oposición y máximo representante de la socialdemocracia en España. Los dos grandes partidos constitucionalistas defenderán hombro con hombro la legalidad vigente y la unidad territorial. En lo particular, gran noticia para la formación del puño y la rosa, que recupera su naturaleza primigenia. Desde el punto de vista general, esperanza para esa amplia mayoría de españoles que, tanto en Cataluña como en el resto de la nación, creen que juntos somos más fuertes.
Desde que Pedro Sánchez ganara con autoridad las Primarias —50,21% de los votos— parece desposeído del impulso neopodemita que guió sus últimos meses al frente de la Secretaría General del partido antes de la dimisión. Una deriva, con acercamiento a los independentistas incluido, que casi le cuesta el sorpasso de Podemos en las elecciones generales —obtuvo de manera consecutiva los dos peores resultados del PSOE en su historia reciente— y que, además, cercenó la propia esencia de unas siglas que habían gobernado España durante más de dos décadas. El secretario general del PSOE jamás tendría que haber intentado parecerse a los que hacen de la radicalidad y el populismo su modo de estar en política. Un dirigente del PSOE está amparado por unas siglas que resumen gran parte de nuestra propia historia. Suficiente patrimonio como para edificar cualquier proyecto político, por mucho que cueste ponerlo en marcha. De ahí que su cambio de rumbo sea fundamental para la estabilidad de todo el territorio.
España necesita una alianza sólida entre los dos grandes partidos tradicionales en asuntos tan importantes como éste. Los golpistas están dispuestos a convertirse en mártires con tal de defender un proyecto con mucha propaganda pero carente de fondo. Mera distracción que, con el rancio pretexto del nacionalismo, pretende ocultar una gestión que ha sumido a Cataluña en la bancarrota. Con tal de perpetuarse en el poder, Carles Puigdemont y el resto de golpistas estarían dispuestos a llevar a sus conciudadanos a una independencia que no desean —el 61% de los catalanes la rechaza— y que, desde luego, no les conviene. Según las estimaciones del Ejecutivo, su Producto Interior Bruto caería más del 30%. Por no hablar del imposible acomodo dentro de la Unión Europea. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ya ha advertido de que cualquier movimiento al margen de la legalidad es inviable. A tenor de su nueva disposición, Sánchez llega a tiempo de ayudar a España, al PSOE y a su propia imagen.
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