Opinión
Candilazos

Un frutero de Vallecas

Y la borrasca Filomena sorprendió al vicepresidente segundo del Gobierno en su Dacia Sandero blanco pues renunció al coche oficial y a que le abrieran la puerta como a un marajá nada más llegar al cargo, en sintonía con el discurso anti-casta que había mantenido antes. Pero tuvo suerte Pablo Iglesias y su vehículo se quedó atascado en la M-45 ya muy cerca de una entrada a Vallecas. Apenas aguardó un par de horas a que llegara la Unidad Militar de Emergencias (UME) y le facilitara el acceso a este distrito madrileño, donde todavía vive Pablo Iglesias con su familia.

El líder de Podemos agradeció la ayuda encomiable de la UME con un mensaje en las redes sociales, defendiendo el presupuesto en Defensa para hacer frente a estas adversidades. Desmarcándose así de sus socios de Izquierda Unida, quienes en la etapa de Mariano Rajoy calificaban de «sugerente invitación a un golpe de Estado» la afirmación del presidente de que si todo el mundo trabajara como los militares, el país iría mejor.

Al bajarse de su Dacia, aparcado a escasos metros de su domicilio, se despidió del escolta que le acompañaba, porque el hoy vicepresidente no ve necesario hacer uso de esta seguridad estando en su barrio, donde ha crecido. Una conducta muy alejada de otros miembros del Gobierno socialcomunista que llevan un séquito de guardaespaldas y asesores e incluso tienen una garita de la Guardia Civil delante de su casoplón en la sierra madrileña.

Ya en su piso de 90 metros cuadrados, mientras arreciaba la nevada y el frío polar, Iglesias llamó a los responsables de Defensa e Interior para interesarse por la respuesta de su Gobierno y preparó su agenda del día siguiente, con especial atención a la situación de los mayores y a los sintecho. Fue suya la llamada al alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, del principal partido de la oposición, para que habilitara nuevas plazas en hostales y pensiones a fin de darles alojamiento.

Tras ello, como él mismo reveló, el ministro de Derechos Sociales reflexionó con su pareja sobre la necesidad de telefonear al presidente del Gobierno para exigirle una bajada del IVA de la luz del 21% al tipo reducido del 10%, haciendo valer así los compromisos adquiridos en el programa electoral de su partido.

Al día siguiente, por la mañana, Iglesias quiso arrimar el hombro y estuvo pala en mano ayudando a sus vecinos a retirar la nieve de las calles. Fue captado por las cámaras justo delante de la frutería de al lado de su casa, donde pidió perdón, junto al tendero, por un desafortunado mensaje que poco antes había publicado su formación en la red social Twitter en relación a la factura de la luz. «Te están cobrando la patata a precio de aguacate, y la derecha quiere que hablemos de bajar el IVA a costa de recortarte servicios públicos, pero de que el frutero se está forrando estafándote, ni mu», decía el graznido populista. El gremio aceptó las disculpas y el ministro siguió con su agenda.

PD. Sirva este relato ficticio para retratar la incoherencia del Marqués de Galapagar y subrayar que un frutero de Vallecas tiene mil veces más dignidad que cualquier pijoguay de esos que saltaron de las asambleas antisistema de Somosaguas al escañito sin haber dado un palo al agua.