Opinión

Frentepopulismo exhumador de tumbas y excavador de trincheras

Tal como estaba previsto, hoy se ha procedido a la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera de la que hasta ahora era su cuarta tumba tras ser fusilado por un pelotón de ejecución en cumplimiento de la sentencia impuesta por un tribunal popular sometido a las órdenes de Largo Caballero, distinguido predecesor de Pedro Sánchez al frente del PSOE y del Gobierno de la nación. A José Antonio no se le pueden imputar crímenes de guerra a los que los memoricidas «históricos y democráticos» son tan proclives, ya que su detención fue previa al 18 de julio y su ejecución se produjo unos meses después, en otro 20 de noviembre muy anterior al de 1975.

Cuán lejos queda del actual Gobierno aquel espíritu de consenso y reconciliación que hizo posible una transición pacífica a la democracia después de la muerte de Franco, en otro 20 de noviembre, 39 años después de aquel. Aunque si se profundiza en la Historia, se observa que el sanchismo es la más genuina versión 2.0 del Frente Popular que accedió al Gobierno en febrero de 1936 mediante un documentado pucherazo electoral, llevando en su ADN político el germen de la Guerra Civil.

Estaba constituido aquél por un PSOE extremista y radical, con el liderazgo de quien tenía como modelo de referencia la Revolución bolchevique al mando en Moscú, y con los mismos socios de Gobierno y aliados parlamentarios que ahora invistieron a Sánchez, reiteradamente derrotado en las urnas con 84 diputados, para «salvar al sistema democrático de la corrupción del partido del Gobierno, el PP». Los comunistas eran entonces y son ahora sus principales socios, en la actualidad con dos versiones -Izquierda Unida y Podemos- convertidos ya en tres, al fraccionarse el sumando Yolanda Díaz. Sus aliados parlamentarios son exactamente los mismos que en aquella república, ERC y PNV, aderezados ahora con los democráticos humanistas de Bildu.

Dice el refranero que «la cabra siempre tira al monte», y en este caso la sabiduría popular ha vuelto a acertar de lleno en su pronóstico, lo que resulta evidente a la vista de la deriva del rumbo político gubernamental. El sanchismo parece quiere emular a aquellos infaustos predecesores suyos, en su afán por acabar con el régimen constitucional «por las urnas o por la fuerza», como dijera Largo Caballero. En este caso «okupando» todas las instancias -comenzando por La Zarzuela- garantizadoras de una auténtica y efectiva división de poderes alejada de todo intento de poder absolutista y único.

Un empeño no oculto desde su acceso al Gobierno es imponer un relato revanchista, convirtiendo a los vencedores de la Guerra Civil en unos meros desalmados golpistas que se sublevaron contra una ejemplar y democrática república, y pasar a ser ellos los redentores de aquella desdicha, imponiendo los mismos «valores» republicanos que fueron derrotados por las armas. A tal fin, el Valle de los Caídos ha sido un objetivo destacado para su «resignificación»; es decir, convertirlo en un mausoleo de su memoria «democrática» realzando esos presuntos valores que por supuesto exigen la descristianización total del Valle en la lógica de sus predecesores. Sabido es que debutaron con la quema de conventos a menos de un mes de acceder al poder, para acabar con la mayor persecución religiosa cristiana de la historia, superior incluso a las del emperador romano Diocleciano.

La denominada Ley de Memoria Democrática es una auténtica enmienda de totalidad al espíritu constitucional plasmado en 1978, volviendo a lo que fue la experiencia de nuestro constitucionalismo durante gran parte del siglo XIX, definido en el «trágala» del ganador ante la oposición. Confiemos en que el aforismo de que «no hay dos sin tres» se incumpla respecto de nuestras fracasadas repúblicas, pues una tercera significaría literalmente el fin de España como nación indisolublemente unida en la diversidad de sus regiones y en la pluralidad de las convicciones de los españoles, como la actual monarquía parlamentaria garantiza. En apenas un mes, el 28M, hay una gran oportunidad para comenzar a enviar a este Frente Popular al desván de la Historia del que nunca debió salir.