Opinión

Franco y la memoria histórica

Los restos de Franco serán exhumados el 24 de octubre. Una decisión política del Gobierno socialista, apoyada por el Congreso de los Diputados, sacará al dictador del Valle de los Caídos donde el entonces rey Juan Carlos I decidió enterrarlo. Está bien que los restos del dictador salgan de un lugar de homenaje público, aunque la medida tiene un tufo electoralista que la aleja de una decisión de Estado previamente consensuada.

Paralelamente a la exhumación y al socaire de la memoria histórica, se trata de imponer un relato parcial, el que conviene a sectores oportunistas encubiertos en banderas de izquierda y/o socialistas, pretendiendo establecer la maldad absoluta de los golpistas fascistas y la bondad absoluta de la República y sus afines. Es una manipulación de la Historia, alentada por el pensamiento único de la mayoría de medios de comunicación del ámbito “progresista” y por partidos políticos presuntamente de izquierdas, de esa nueva izquierda desnortada que no defiende el Estado-nación.

El golpe de Estado militar de Franco que desembocó en la Guerra Civil fue una reacción de la bestia fascista que no puede tener justificación en democracia. Esto no puede ocultar que la Segunda República estaba infiltrada por el comunismo ruso desde años antes del levantamiento militar. Sabemos que la izquierda amenazó a un líder de la oposición con que no volvería a hablar en el Congreso, y que fue asesinado poco después de un disparo por un escolta de quien lo amenazó. (En España se han asesinado cinco presidentes del Gobierno, el país en que más, seguido por Estados Unidos con cuatro). Fue la izquierda quien organizó un intento de golpe de Estado en 1934 provocando más de 1.000 muertos. Fueron dirigentes de la izquierda quienes robaron y trasladaron a Rusia las reservas de oro del Banco de España, las cuartas del mundo entonces, que se perdieron para siempre. Fue la República quien, ante la independencia declarada por el presidente catalán Companys, ordenó bombardear la Generalitat y detener a todos los insurrectos. Es incomprensible desde una elemental comprensión histórica, que quienes defienden aquella república pretendan hoy que la democracia contemple impasible la ruptura de la nación.

Nunca sabremos qué habría pasado si en vez de los fascistas hubiesen ganado la guerra los comunistas (con socialistas y anarquistas), pero las checas, las torturas y crímenes contra curas, monjas y quienes pensaban distinto, los fusilamientos masivos, conducen al razonamiento lógico de que habría sido una dictadura tan brutal como la fascista que se impuso tras la guerra. Basta conocer qué ocurrió en la URSS esos años y posteriores. Los millones de asesinados por el comunismo estalinista en campos de concentración son la respuesta.

El 19 de septiembre pasado el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que iguala comunismo con fascismo, fijando la necesidad de mantener la memoria histórica en Europa respecto a ambas ideologías criminales. Establece que los homenajes, estatuas y menciones a cualquiera de los líderes de ambos bandos deben desaparecer de las calles de las ciudades europeas. En España se están eliminando, con un  uso revanchista de la Ley de Memoria Histórica, los bustos, cruces y nombres de quienes estuvieron en un bando, el que ganó la guerra, pero se mantienen intactos todos los del bando perdedor. Que sea necesario tratar de exhumar los restos de personas que se encuentran en fosas comunes y cunetas con la implicación del Estado, que lo es, nada tiene que ver con el uso vengativo, rencoroso y de odio de la Memoria Histórica de unos españoles contra otros. Nunca más el odio criminal.