Francina Armengol es un pato

Francina Armengol es un pato

Aunque a mediados del siglo XX, durante la guerra fría, varios políticos estadounidenses popularizaron el conocido como test del pato como el método más efectivo para detectar a un comunista; parece que fue el poeta estadounidense James Whitcomb Riley quien, en el siglo XIX, acuñó la frase que dice que «cuando veo un pájaro que anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, lo llamo pato». Pero en realidad el test del pato no sólo sirve para detectar comunistas que, detrás de falsas apariencias democráticas, esconden sus verdaderas intenciones liberticidas, totalitarias y genocidas; sino que es un método eficaz para identificar la realidad que hay detrás de cualquier persona, analizando lo que hace en vez de lo que dice.

Hoy en OKDIARIO publicamos un resumen de la enorme lista de irregularidades que cometió el Gobierno de las Islas Baleares presidido por Francina Armengol, con la compra de mascarillas durante el estado de alarma. No son sólo los 3,7 millones de euros que pagó por unas mascarillas defectuosas a las empresas de la trama del caso PSOE-Koldo; importe que no quiso reclamar hasta tres años más tarde, casualmente el mismo día que la candidata del PP, Marga Prohens, logró ser investida nueva presidenta de Baleares. También tenemos el escandaloso certificado de conformidad que emitió a favor de dicha empresa vinculada al PSOE, para que con él pudiera concurrir a otras contrataciones públicas, dos meses después de haber sido informada de la estafa.

Pero las anomalías cometidas por Francina Armengol no se acaban ahí. Pagó 7 millones de euros, que eran más del doble de lo que costaban, por 15 vuelos para transporte de material sanitario, incluyendo a una aerolínea que no podía operar en China. Y desembolsó otros 37 millones de euros a empresas que carecían de experiencia previa en la contratación con las administraciones públicas y que jamás se había dedicado al material sanitario, sino que se dedicaban a cuestiones tan alejadas como la iluminación, dietética, muebles y gestorías; lo que provocó cuantiosos quebrantos a las arcas públicas.

Cuando Pedro Sánchez eligió a dedo a Francina Armengol para presidir el Congreso, tras perder el Gobierno de Baleares, muchos nos echamos las manos a la cabeza por haber elegido a una socialista cuya única virtud era ser más independentista que los más ultras catalanes y vascos. Una nacionalista extrema, defensora a ultranza de los Països Catalans en los que incluye a Baleares junto a Cataluña y el resto de regiones donde se habla algo parecido al catalán. Que había propuesto la celebración de un referéndum de independencia. Que defendió abiertamente la celebración de un referéndum vinculante para que la ciudadanía eligiese entre la continuidad de la Monarquía o la República. Que es la responsable política de una veintena de casos de abusos sexuales a menores tuteladas por el Consell de Mallorca durante su mandato. Y que fue sorprendida de fiesta en un bar, después de las dos de la madrugada, en pleno confinamiento.

A la vista de la enorme lista de irregularidades que vamos descubriendo, el exacerbado nacionalismo de Francina Armengol, su responsabilidad en los abusos sexuales a las menores que tutelaba, o la inmoralidad que demostró cuando la pillaron de fiesta en plena pandemia; parecen poca cosa. Las sospechas que ya recaen sobre la, como mínimo, negligente gestión de Francina Armengol al frente del Gobierno de Baleares, no deberían mantenerla ni un día más ocupando la presidencia del Congreso que representa la tercera autoridad de España. Al político que anda como un corrupto, nada como un corrupto y grazna como un corrupto, debemos llamarlo… pato.

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