Opinión

Felipe sí se moja

En un discurso en el que los españoles y sus esfuerzos han sido una constante referencia de mérito y «orgullo», Felipe VI ha vuelto a demostrar que su reinado de congruencia, solidez y templanza es lo mejor que le puede pasar a nuestro país en estos momentos. España transita por la senda adecuada para dejar atrás la crisis de un modo definitivo y así conquistar un futuro de «bienestar» que, de manera insoslayable, ha de estar asentado sobre un empleo de calidad y ubicado en un entorno social favorable. Aspectos que, citados en repetidas ocasiones a lo largo de su alocución, constituyen algunas de las claves para reforzar la «cohesión social» en la que tanto ha insistido el monarca. Sus palabras reducen al ridículo tanto la deriva del nacionalismo como las veleidades populistas. Frente a los constantes ataques de unos y la fatuidad escénica e intelectual de los otros, el jefe del Estado ha insistido en una España basada en el respeto y la convivencia pacífica para «no fomentar debates estériles y viejos rencores».

Como ya hiciera el pasado mes de noviembre en la Solemne Apertura de la XII Legislatura, Felipe VI ha incidido con acierto en la necesidad de una nación unida, donde no cabe la persecución hacia los que piensan diferente. Un discurso a medio camino entre lo político y lo social que destaca la necesidad de desterrar acciones tan abyectas como la paliza de los abertzales a los dos Guardias Civiles en Alsasua o los ataques contra los símbolos constitucionales por parte de los radicales de la CUP en Cataluña. El día en el que la Generalitat se ha comportado como un censor fascista al prohibir su mensaje navideño, el Rey ha trazado un discurso empático pero comprometido en el que ha destacado el papel de «la familia» como eje vertebrador de un país mejor. Un Rey que, en su despacho habitual de la Zarzuela, ha querido demostrar que está preparado para conducir España hacia un porvenir que mejore la vida de todos sus ciudadanos.