Opinión

Felicitaciones de Navidad… con mensaje

Hace ya algún tiempo que recibimos el año con el teléfono en la mano. Bueno, quizás lo soltamos unos segundos para tomar las uvas, pero rápidamente lo recuperamos para seguir enviando y recibiendo mensajes de felicitación, porque efectivamente en eso es en lo que ocupamos las últimas horas del año. Y ahora, además, son muy frecuentes las felicitaciones enlatadas o precocinadas, llenas de irónicas críticas y de dobles sentidos, que se envían de una a otra persona o grupo en una frenética circulación; según se reciben se van reenviando sin pensar en el interés, normalmente escaso, que van a tener para el destinatario. Pero estos mensajes dicen mucho del ánimo de quien los envía, y puede ser un simpático y nada pretencioso análisis de opinión curiosear en esas comunicaciones, que por ser voluntarias y espontáneas resultan menos dirigidas, menos manipuladas, más libres.

En la situación que nos ha puesto la variante Ómicron es normal que una buena parte de los mensajes tenga que ver con la pandemia. Y aun asumiendo que muchos de ellos están cargados de humor, sí refieren velada o explícitamente que los españoles nos hemos visto obligados a armar nuestra propia defensa contra el Covid. Porque más allá de las vacunas, se ha evidenciado que las 17 administraciones involucradas no han encontrado una respuesta coordinada y efectiva; por eso, sin capacidad de aprendizaje, se ven sorprendidos por una y otra ola como los veleros mal gobernados por el ímpetu de las galernas.

La ridiculización de los políticos, y de manera especial del Gobierno y de su presidente, es la temática de otro numeroso grupo de mensajes. Aunque en realidad lo que subyace en los mismos es una resignada auto-burla de los españoles, que seguramente nos hemos encontrado, para gestionar este delicado momento histórico, a la más incapaz, inexperta y desleal cuadrilla. Al grupo de sospechosos habituales, como Sánchez, Díaz, Garzón o Montero -cualquiera de ellas-, se ha unido estos días Nadia Calviño. Y es que cuando se tiene el dudoso honor de liderar, entre los países de nuestro entorno, tanto la caída de la economía como la lentitud en la recuperación, no se puede ir sacando pecho, salvo que seas un malintencionado caradura. Que lo haga Pedro Sánchez ya a nadie sorprende, pero sí que lo haga la vicepresidenta a la que se le presuponía otro perfil valórico y psicológico.

Y más si, en este escenario, Calviño consiente en aplicar la única receta que parecen conocer: subir los impuestos. No es de extrañar que los que se muestran más indignados sean los trabajadores y sectores con ingresos relativamente bajos, que están hartos de incrementar su contribución a la bolsa común cuando la inflación reduce su capacidad de compra, y a la vez que ven como el Gobierno no deja de dedicar millones y más millones a los convolutos de los ministerios absurdos, a salvar empresitas afines o al mantenimiento de una incosteable política energética. Sánchez no paraba de decir que en esta crisis no iban a dejar a nadie atrás, ¡pero la verdad es que atrás nos vamos a quedar todos!

También son muy comunes los vídeos en los que se combinan los buenos deseos personales con la exaltación de las tradiciones nacionales y el orgulloso recuerdo de las gestas de nuestra patria, sirviendo también para recordar que esos valores y la misma patria tienen enemigos declarados a los que este Gobierno les ha dado más visibilidad y mucho poder.

Y, por último, comentar las felicitaciones de los negacionistas de la Navidad. ¡Qué gran esfuerzo realizan para que no se les cuele subliminalmente en sus mensajes alguna referencia religiosa! Es patético como el propio Museo del Prado intenta, de forma bien ridícula, ocultar la temática y el sentido cristiano en las imágenes de muchos de los cuadros que incluye en su vídeo de felicitación. Como también lo son los adanes neo-políticos de las instituciones europeas que quieren olvidar que Europa hunde sus raíces en la cultura cristiana. A su pesar, con luces y sombras, son los valores cristianos los que han conducido a Europa y al mundo occidental hasta su actual nivel de desarrollo humano. Hay que recordarles que el comunismo, el populismo, el multiculturalismo y el resto de becerros de oro que ellos adoran no ha llevado a nadie a ningún sitio. Bueno, a nadie no, aquí en España conocemos a varios ministros (y exministros) a los que les han cambiado de barrio y llevado a la peluquería o al sastre.

En fin, no me reconozco fobia distinta a la que habitualmente manifiesto con nuestros políticos, y deseo, a todos los que en uno u otro momento leen los artículos en OKDIARIO, que terminen de disfrutar de una feliz Navidad y de un próspero y sano 2022.