La estelada, infalible contra el Covid-19
El comportamiento de los separatistas catalanes durante la pandemia demuestra que piensan que llevar una bandera estelada o un lazo amarillo les inmuniza contra el Covid-19, y que les permite concentrarse por centenares o miles sin contagiarse. Se nota que los secesionistas han convertido a “la República catalana” en una nueva religión, y por eso pasean esteladas, lazos amarillos y urnas de la consulta del 1-O en procesiones. De ahí a otorgar a sus símbolos características milagrosas solo hay un paso. De hecho, si un grupo de independentistas está pidiendo la beatificación de Lluís Companys, pronto exigirán al Papa que lleve un lazo amarillo en la solapa como muestra de “democracia” y de “respeto” al “poble català oprimit”.
Los jerifaltes de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana están tan convencidos de los poderes preventivos y curativos de la estelada y el lazo amarillo que la Generalitat ha ido aprobando a lo largo de la pandemia diversas medidas restrictivas para los ciudadanos catalanes, como reducir el horario y el aforo de ciertos locales o prohibir las concentraciones de más de diez personas, pero sin perseguir ni multar cuando centenares de radicales secesionistas se juntaban en el espacio público para pedir la “llibertat” de los “presos polítics”.
De hecho, Quim Torra ha anunciado esta semana una nueva batería de medidas que reducen las libertades de los ciudadanos por el riesgo de expansión del Covid-19, pero asegurando que las “manifestaciones”, si se ejercen “respetando las medidas de distanciamiento, mascarilla e higiene de manos” sí se permiten. Claro, la Diada está a la vuelta de la esquina, y prohibir la kermesse anual de la ANC y Òmnium Cultural no tiene sentido, dado que la estelada es milagrosa y evita que el virus contagie a los que se acoge a su santa protección.
Vamos, que si doce ciudadanos catalanes “equidistantes” o “unionistas” se reúnen, con mascarilla, higiene de manos y manteniendo la distancia social, puede venir un batallón de Mossos d’Esquadra y multarles, y en caso de resistencia, acabar en el calabozo por delito contra la salud pública. Pero si doce mil separatistas se juntan en la vía pública para decir que España es una “dictadura”, que hay “presos políticos” y que hay que acabar con el régimen del 78 “fascista y opresor”, entonces no hay riesgo sanitario. Claro, llevan esteladas y lazos amarillos, y no hay nada más que el Covid-19 tema que a los símbolos de los que defienden la “República catalana”.
¿Cómo no se va a extender el virus por toda Cataluña con un gobierno autonómico tan lamentable, que aplica la ley del embudo? Aplica restricciones, salvo cuando afecta a la cuestión separatista, entonces hay barra libre. ¿Por qué un ciudadano catalán que no esté abducido por el secesionismo va a confiar en las medidas que dicte la Generalitat cuando Torra y sus consejeros cada día demuestran su parcialidad y su falta de criterio? Lo mejor para luchar contra la pandemia en Cataluña sería que todo el Govern se fuera a su casa, y entraran políticos que aplicaran medidas justas y racionales. Pero la “justicia” y la “racionalidad” son términos que el separatismo ha expulsado de la política catalana, y los ha sustituido por el sectarismo y el fanatismo. Todo vale para defender su propaganda rupturista, y todo vale para extender su programa de máximos entre la población.
Por eso el “otoño caliente” separatista no se detendrá ni por el Covid, ni por una plaga de langostas, si la hubiera. El 11 de septiembre y el 1 de octubre tendremos un aluvión de concentraciones separatistas que TV3 venderá como “cívicas” y “festivas”, y en los que no veremos un solo plano con alguien sin mascarilla. En tapar lo que no les interesa son auténticos maestros. El camino hacia la construcción de la “República catalana” se construye así, a base de mentiras y de convertir a unos en ciudadanos de primera, y a otros en ciudadanos de segunda.