Están atacados de pánico

Están atacados de pánico

Con este terrible adjetivo describe alguna gente que aún mantiene contactos con La Moncloa, el estado en que se encuentran Pedro Sánchez y toda su cuadrilla de asesores y paniaguados que, cuando charlan con periodistas antes cercanos, se lamentan quejumbrosamente de que directamente “no nos comprendéis”. Esta es su mayor razón. La base de lo que le está ocurriendo: están instalados en una situación de pavor que les conduce elementalmente, como me describe un psiquiatra amigo, a cometer errores infantiles, a continuar mintiendo porque ya no diferencian el embuste de la realidad, a improvisar a cada paso sin medir las consecuencias de ello, a radicalizar sus posiciones porque simplemente detestan a quien se les opone, y a “bunkerizarse” en sus posiciones porque pretenden protegerse de los presuntos ataques exteriores. Se trata -dice el psiquiatra amigo- de “un reflujo de manual muy descrito”.

Este tipo de rebotes explican, además, el enojo que siente la dichosa camarilla cuando por ejemplo la Comisión Europea, corrige la jugada, anunciada con tono soberbio por el impresentable Illa, de impedir que ningún extranjero de país cualquiera de la Unión venga a España sin el compromiso de confinarse quince días en una casa propia o alquilada o en un hotel que no le servirá ni un café. La Comisión les ha dicho “pero ustedes están locos” y ellos, prepotentes como el mayor tonto de un pueblo clásico, se encocoran y no se atreven siquiera a rectificar. A todo esto, los hoteleros y hosteleros trinan y denuncian cosas tan sensatas como ésta: “Pero -se preguntan- ¿quién va a venir a España para meterse en su casa de la playa o en la habitación de un hotel que ni siquiera admite servicios comunes?”. Conozco perfectamente el enfado mayestático que tiene ahora mismo el presidente de la Generalidad Valenciana, uno de cuyos colaboradores dijo esta semana a un periodista próximo: “Nosotros no vamos a consentir que estos tipos nos lleven a la ruina”. De aquí que Ximo Puig haya echado las patas por delante porque sabe que, si hace caso a “Madrid”, sus posibilidades de repetir en unas próximas elecciones son nulas.

Yerran, improvisan y mienten, y Sánchez, contra medio gobierno que no se atreve a hablar porque no posee la dignidad de hacerlo, se acuesta a diario con un Iglesias que está ufano (dice un antiguo miembro de Podemos que cree que está haciendo una tarea impagable para la izquierda universal) y crecido, porque no cesa de meterle goles por la escuadra al empequeñecido y altanero Sánchez. En este momento en que el maldito virus se sigue cobrando víctimas por doquier, y en el que la economía española no es que se encuentre “hibernada”, como dicen los tontilocos del Gobierno, sino que está directamente hundida, no se le ocurre al prócer leninista otra cosa que proceder a una subida de impuestos generalizada. A este propósito, y según afirman los economistas más prestigiosos, hay que incidir en que, con esta trapisonda del Ejecutivo del Frente Popular, no serán únicamente los llamados ricos los que paguen más a la Hacienda confiscatoria y arbitraria de este país, sino los ciudadanos que ganen poco más de 40.000 euros. Es decir, que el horrendo tándem Sánchez-Iglesias se dispone a vaciar el bolsillo del cincuenta o sesenta por ciento de los españoles al grito tan solidario de: “¡Vamos a por vosotros!

En la semana venidera vamos a vivir unos acontecimientos trascendentales: primero, la prórroga extensa o no del estado de alarma que apadrina Sánchez, y, segundo, la convocatoria, prácticamente segura, de elecciones en el País Vasco y Galicia. Existe una gran expectación por saber cuál será la decisión de esta Arrimadas, cada vez más arrugada, no se sabe si por su situación gestacional siempre enojosa, o por su afán de emprender una política que le separe del personaje que le hizo líder: Albert Rivera. Por lo que el cronista conoce, y lo conoce bien, en el esquelético Grupo Parlamentario de Ciudadanos en el Congreso, hay bulla general porque las discrepancias aumentan por días. Hay un par de diputados que se aferran a una negativa a Sánchez porque “nadie entendería que le diéramos otra propina, que votáramos con los independentistas, porque estos van decir que sí, y porque no es propio de un partido que se llama liberal atosigar al país como una subida de impuestos de exigida por los comunistas”. Pero, dada la versatilidad, que algunos llaman infiabilidad, de Ciudadanos, no se conoce exactamente qué van a hacer con su voto. Desde luego, si se pronuncian a favor, su resultado en las elecciones gallegas será catastrófico. En las vascas menos, a no ser que Casado se canse de ellos y rompa su acuerdo de Vitoria. Pánico también en Ciudadanos que camina indefectiblemente hacia su inanidad.

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