España es un presidio abierto
Y expectante, porque a este paso no va a caber toda la familia de Sánchez, la íntima y la política. Este miércoles, mientras Sánchez se reía con la mayor de las desvergüenzas de las imprecaciones de la oposición no sodomizada, le dimitía Lobato, el jefe de los socialistas madrileños, tonto útil él, de todas las golferías de los capones de La Moncloa.
Y, al tiempo, se sabía que al hermano músico, o cosa casi, del aún jefe del Gobierno se le citaba para enero en un juzgado de Badajoz por un presunto delito de prevaricación, eso entre otras lindezas delictivas. A lo bobo, la especie que ocupaba la hilaridad de los ocupantes no rojos del hemiciclo, cronistas incluidos, era ésta: ¿Acudirá Begoña Gómez al Congreso del PSOE en Sevilla?
Transmití la pregunta a un veterano periodista de todas las guerras posibles que me contestó entre risotadas: «Hombre, claro, así, como en el Congreso de Viena, los asistentes podrán divertirse». No recordaba yo esta peripecia, de forma que me la completó mi interlocutor: «Era el de 1814, el Congreso no marchaba, era un desastre de organización, pero por fuera se lo pasaba pipa».
Según esto, lo procedente es que Sánchez se lleve a su imputada esposa a Sevilla para que la festejen todos los pelotas que se agrupan en torno al ayudante de fontanería, Santos Cerdán, el navarro felón que ha vendido el Viejo Reino a los terroristas de Bildu.
Lo cierto es que el PSOE celebra (por decir algo) su cuadragésimo primer Congreso en un ambiente de funeral que no lo mejora ni una película de miedo mejicana, esas que causan más hilaridad que terror. Una digresión al respecto, disgresión, diría la compañera Yolanda. En un filme de esta nacionalidad y de este género, el asesino apremiaba a su cómplice: «Si no sepultamos pronto al fiambre se nos va a quedar frío y no vamos a poder con él». El cadáver se quedó efectivamente gélido, como el Gobierno entero y el Grupo Parlamentario presidido por el lóbrego Simancas (siempre con cara de venir del dentista), cuando a lo largo de una insoportable sesión parlamentaria fueron abundando las malas noticias para el partido del tipógrafo Iglesias.
A las puertas de una convocatoria que el PSOE ha tenido siempre como la gran fiesta del puño (Largo Caballero) y la rosa (Julián Besteiro) se han topado los compromisarios a la vera misma del AVE, con una pléyade de sucesos repletos de corrupción que han decolorado de antemano una ponencia política de la que no se sabe nada, pero de la que podemos adelantar estos dos epígrafes: el destinado a poner a la Iglesia Católica en trance de agresión directa, y el de entrever una serie de iniciativas legales para colocar, ya por fin, definitivamente, fuera de juego a todos los que molestan al capo Sánchez.
La postrer idea que han recibido los redactores del bodrio es impedir que la Zarzuela, crecida por el mucho prestigio que ha acumulado tras el drama de la DANA valenciana, siga largándole pulsos al presidente. Uno, ya completado, fue el de disponer para Valencia de una parte de las Fuerzas Armadas, la Guardia Real, sin el permiso previo de la casa monclovita.
¿Faltará mucho tiempo para que Sánchez ordene el cambio de titulación de la citada Guardia y pase a denominarla Guardia Nacional? Todo se andará y antes, desde luego, de que el sujeto en cuestión termine, como otros muchos de sus congéneres, en el trullo, tal y como ya le anunciaron, sin ningún miramiento en el Congreso de los Diputados, tanto Feijóo como Abascal.
Y es que sí: hoy ya España es un presidio abierto que espera expectante la entrada de Dios sabe cuántos desaprensivos. Sánchez -lo expresan así los que confiesan conocerlo un poco- ni olvida ni perdona. A nadie. El pobre Lobato, un monaguillo que se creyó cardenal de la curia sanchista, ya ha entregado la cuchara, básicamente por tres motivos igualmente imbéciles: cogerle el teléfono a la edecana del ahora ministro López; la segunda, por negarse a ser el demandadero de un delito; la tercera, por intentar salir de la trampa con mentiras. Lobato ya es pasado y lo suyo es ya ir a perseguir a los contribuyentes de Hacienda. Esa ahora ya su inestimable dedicación. Lobato ha sido tratado como un estulto bovino.
Recuerdo a la sazón un pequeño romance que se recitaba hace años en los pueblos cuando se glosaba la reacción de algún cornudo. Rezaba: «Todos le ruegan a Cosme/que perdone a su mujer/ él responde con el dedo/ Señores: no puede ser». Lobato ya ha comprobado en sus enjutas carnes que «no puede ser», que ni Sánchez ha disculpado su ánimo «preeminente» (ahora que está de moda el vocablo) de comportarse con autonomía, ni que cuando llegó el caso, le retara ante su público en general. «Señores: no puede ser», y le mandó directamente a la mierda, y perdón por el casticismo, pero responde exactamente a la intención del capo.
De ahora en adelante van a ir cayendo los que ya no le sirven para nada al individuo, por ejemplo Cerdán, que puede aún mantenerse en Sevilla, pero que tiene el tafanario más incinerado que la chimenea de Papá Noel. Cuando un cuatrero se ve rodeado, dispara a siniestro y diestro, en este caso sobre todo a siniestro, para quedarse él en pie porque ya percibe el hedor de los barrotes de una cárcel.
Hace algunos años un amigo valenciano que permaneció, por idiota, seis meses en una prisión levantina, me confesaba lo siguiente: «Lo peor cuando llegas al trullo es el ruido de los cerrojos y el olor de los barrotes». En un lugar así también se puede ver, a nada mal que le vaya en los juzgados, el secretario de los socialistas extremeños, un tal Gallardo dedicado durante años a servir de costalero de David Sánchez, el hermano del capo.
Aquí ya no queda nadie. Sevilla se ha convertido en el sarcófago de este partido sanchista. Antes de que los occisos se queden frígidos, lo más probable es que pasen por los hoteles de los corruptos. Hoy España es ya un presidio abierto. Por ahora.
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