La España negra de Pedro Sánchez
Sólo la voluntad de delinquir, la certeza de estar delinquiendo o el deseo de confraternizar con el delincuente puede llevar a un gobernante a rebajar la consideración penal del delito de malversación de fondos públicos. Y aún más hacerlo con la tramposa excusa de que el malversador no utilizó el desfalco a los contribuyentes en su propio beneficio.
Se entiende que esta virtual eximente radicaría en que el dinero desviado de su función no habría terminado en la bolsa del bandolero institucional para suavizar la pena que a éste se le impusiera. El concepto «bolsa» es digno de valoración, pues se intenta que sea de tal amplitud como la bolsa con que Mary Poppins bajaba de los cielos.
Allí, dentro de esa bolsa exculpatoria de la malversación de los caudales públicos, cabría el dar a dedo al «hermanísimo» un puesto bien remunerado en la Diputación de Badajoz, al parecer, obsesionada con la afición a la ópera por encima de cualquier otra cuestión social, en una provincia que ocupa el cuarto puesto en tasa de paro.
Afición a la ópera bufa sí ha demostrado el actual presidente de la diputación, buscando aforarse como diputado regional, previo cese y renuncia de cinco compañeros, al ver que está cantado, nunca mejor dicho, su procesamiento por el enchufe del «hermanísimo».
En esa malversación aliviada penalmente cabría incluso la designación de una asesora de Presidencia para que curse unas prácticas en dirección de empresas a cuento del erario, para servir a las órdenes del tinglado que tenía montado en La Moncloa la tan emprendedora como influyente señora del presidente.
Dicho lo cual, será mejor que no se crean que somos gilipuertas. Esto es sólo una ínfima parte de lo que el gobierno de Pedro Sánchez está perpetrando contra los caudales públicos en una estrategia de creciente voracidad para alimentar a unas huestes insaciables, las propias, pero también las de sus socios, tan expectantes ante los compromisos suscritos con el PSOE como los cocodrilos en el río a la espera del paso de una manada de ñus.
Voracidad directamente proporcional, sólo los ingenuos no quieren verlo así, al ansia por el control del poder judicial, la eliminación de la acusación popular y el sometimiento de la instrucción a la fiscalía.
Estamos volviendo a la España romántica, decimonónica, la del caciquismo y la del bandolerismo, pero con timbre y matasellos digitales, mientras la deuda pública sigue disparada estratosféricamente a la par que la calidad de los servicios públicos cae abisalmente.
Y ello con plusmarcas de recaudación de impuestos provocadas por los nuevos grilletes fiscales sobre familias, autónomos y empresas, así como por la calculada indolencia de Sánchez ante el jugoso efecto tributario de la insoportable inflación.
Algunos de estos decadentes servicios, como el del SEPE, juegan con la desesperación de los ciudadanos en situación de paro, ante su imposibilidad de comunicar con el servicio que dirige Yolanda Díaz, incluso para pedir cita previa.
Qué diremos de la falta de inversión en las infraestructuras hidráulicas, aparcadas temerariamente en lugares donde pudieron salvar vidas, como se ha demostrado con las terribles inundaciones del Levante. O en las ferroviarias, a consecuencia de la cual viajar en tren en España se está convirtiendo efectivamente en toda una aventura romántica, no por cuestiones sentimentales, sino porque estamos retrocediendo también en esta materia a tiempos decimonónicos.
Servicios que han llegado a ser el orgullo de todos, como es el ferroviario o el postal, se deterioran a ojos vista, sin que el creciente tamaño de los agujeros negros en las cuentas de las empresas públicas permita ver la luz al final del túnel, sobre todo cuando se compran trenes que no caben en ese túnel.
Mientras tanto, los directivos de estas empresas públicas desarboladas se embolsan sueldos desorbitados, es decir, que dejan los ojos escandalosamente fuera de las órbitas, sobre todo en relación con su incompetencia e ignorancia de las materias de las que son responsables.
La España «en blanco y negro» que tanto gustan decir los socialistas para agitar sus espantajos electoralistas, la están recuperando ellos a marchas forzadas. Sánchez está empeñado en que España se parezca cada vez más a la que Gustave Doré retrató en la Serranía de Ronda. Incluso ha conseguido que, por unas horas interminables, viviéramos todos en la España negra, con el apagón.
Temas:
- Gobierno
- Pedro Sánchez
Lo último en Opinión
Últimas noticias
-
Chanel, sobre la polémica de Melody: «Sé las cosas que pasan por detrás y empatizo con ella»
-
Ni citronela ni lavanda: la planta que necesitas para ahuyentar a los mosquitos de tu terraza
-
Hallazgo histórico: encuentran una rarísima estatuilla en una de las ciudades mejor conservadas del Imperio Romano
-
Éste es el tiempo exacto que debes estar parado en una señal de STOP, según los expertos
-
La empresa favorecida por Santos Cerdán recolocó a un protegido de Montero procesado por corrupción