Opinión

España debía estar representada en Notre Dame

Ayer domingo y en el calendario litúrgico, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, se celebró la primera Misa en la Catedral de Notre Dame de París, cinco años después de aquel 15 de abril de 2019 en el que un gran incendio casi la destruyera totalmente. Y España, la «Nación Inmaculista» como la definió el beato Pío IX al definir el Dogma, estuvo ausente de ese acto. Lo cierto es que hasta ahora no se ha acreditado de manera rigurosa la causa del incendio que desde el primer momento, y cual una consigna, se atribuyó a un accidente. Quizás se quería desviar el foco de un posible atentado yihadista a la vista de la cantidad de templos e iglesias católicas que en Francia han sido objeto de ese tipo de ataques.

El presidente francés Macron, que no pasa precisamente por uno de sus mejores momentos,-sino todo lo contrario tras su desastre en las elecciones legislativas que convocó anticipadas-, en este acto ha tenido ocasión de resarcirse momentáneamente. Ha cumplido con el compromiso que asumió de que en «cinco años» sería reabierta la catedral de París, que además de una joya artística es todo un monumento icono de la Francia  «fille aîné de l’eglise» – hija primogénita de la Iglesia – por la conversión del rey de los francos Clodoveo en 496. (Por cierto, seguida de España por la conversión de Recaredo el 586).

La Revolución de 1789 transformó el reino de los Borbones en una República laicista inspirada en esos valores claramente hostiles al cristianismo y Notre Dame es un símbolo monumental de aquella Francia, hoy crecientemente descristianizada además por la islamizada inmigración. Fruto de la Revolución es que el actual titular patrimonial de la catedral es la República, y Macron ha querido aprovechar esa circunstancia para reinaugurarla en un acto el sábado, estrictamente político, aunque el mal tiempo aconsejó realizarlo en su interior. El acto religioso se celebró el domingo con una misa solemne, pero la noticia para España es que a ninguna de las dos ceremonias asistió ningún representante de España.

Para ambas fue cursada invitación a la Casa Real, y al ministro de Cultura, que excusó su asistencia por un desconocido «compromiso familiar» que por lo visto está por encima de su deber como autoridad pública. En todo caso no hay duda respecto a que era una mera excusa para no asistir dada su conocida condición de anticristiano muy propia de su comunismo político.

Más extraña, si cabe, resulta la inasistencia del Rey y de ningún otro miembro de la Familia Real a ninguno de ambos actos, cuando asistieron más de 40 jefes de Estado y primeros ministros de numerosos países. Entre ellos reyes y cualificados miembros de monarquías como los reyes de Bélgica, el príncipe de Gales británico, el príncipe heredero marroquí, etc., además del presidente electo Donald Trump, la esposa del (todavía) titular de la Casa Blanca, Joe Biden, Giorgia Meloni, Zelenski, etc. Confiamos se aclare lo sucedido que ha situado a España, de profundas raíces cristianas y vecina de Francia, en una triste situación política.

Esta tarde, a las 19 horas en la catedral de Valencia, se celebra un solemne funeral por las 230 víctimas de la gota fría de Valencia, al que sí asisten los Reyes. Al no tratarse de un funeral de «Estado» no está prevista la asistencia de Sánchez tras su huida de Paiporta, y cuya animadversión hacia la fe católica – indisociable de la identidad histórica y nacional de España- es incuestionable. Y que es la única que aparece recogida en la Constitución nominalmente, para mantener el Estado con ella una especial relación de colaboración. Si se tratase de un funeral de otra religión sin duda Sánchez asistiría encantado, igual que felicita a los musulmanes el Ramadán y se olvida de la Navidad para los católicos españoles. Por supuesto que organizará un «funeral de Estado» como el de las víctimas del Covid en la Plaza de Armas del Palacio de Oriente. Y con una liturgia seguida por un muy escaso número de españoles para ser considerada como «de Estado», por cierto. Pero es muy del agrado suyo. Y ya es sabido su voluntad de imitar a Luis XIV con su «l’Etat c’est moi»- El Estado soy yo.