Opinión
PRIMERA LÍNEA

Los errores a corregir por la socialdemocracia… o no

Días pasados en el digital El Debate se publicaba un interesante artículo de Andrew Smith titulado Los cinco errores que explican la crisis existencial de la socialdemocracia. Sabemos que la socialdemocracia nace en el siglo XIX con la intención de introducir mejoras desde dentro del sistema y que el núcleo disidente, partidario de la ruptura y conquista del poder, impulsó el nacimiento del comunismo, siempre con Alemania como telón de fondo.

No es casual, en este sentido, que la socialdemocracia aguante el tipo en los países del norte de Europa, mientras se ha hundido en el centro y sur, salvo España, que incomprensiblemente lleva desde 2004 sin darle carpetazo, tras los desastres de convivencia causados por Zapatero y Pedro Sánchez.

Italia, Grecia, Francia y Reino Unido ya le dijeron vete a esa izquierda con tintes de apariencia moderada aunque en exceso decantada por la progresía. Porque el socialdemócrata en absoluto es progre y lo que sí es, en cambio, desde su nacimiento, impulsor de la construcción de un nuevo futuro.

Relata Smith al final de su artículo que «los socialdemócratas del año 1945 aprendieron de sus errores ideológicos, tácticos y estratégicos, combinando su programa político con el consenso social y construir colaborativamente su nueva visión de futuro». Aquello apenas duró hasta la caída del muro de Berlín y así hemos llegado al presente. ¿Les suena colaborativamente, si lo aplicamos a nuestra realidad balear? Porque desde Francesc Antich, y no digamos ya con la llegada de Francina Armengol, el NO a una amplia base social –el centroderecha- ha quebrado toda posibilidad de colaborar, desde dentro del sistema, para alumbrar un nuevo futuro. En cierto sentido se han decantado hacia las tesis comunistas, por mucho que quieran maquillarlo.

Ahora, Francina Armengol pretende huir de la derrota electoral del 28M, a sabiendas de que obtendrá acta de diputada en el Congreso como cabeza de lista en las elecciones generales del 23J, salvo que los electores de Baleares decidan que ha llegado el momento de decirle, ¡vete, de una vez! Sabemos que va a pasar con Unidas Podemos. ¿Ocurrirá con el PSIB-PSOE? ¡Debería! Es la única vía práctica para la inaplazable refundación del partido.

El votante socialdemócrata desde el año 2004 ha quedado huérfano de una papeleta saludable y acorde con sus creencias, aquí en Baleares. Mi caso.

Vayamos con los errores, según Andrew Smith, al menos los tres primeros con los que me siento por completo de acuerdo. El primero: «La obsesión de agrupar a todos los ciudadanos en compartimentos estancos, identitarios, con categorías de opresión por el sistema». El segundo: «Estabilizar la sociedad reduciendo el espacio privado con una activista ingeniería social». Y el tercero: «El constante anuncio del catastrofismo, que la amenaza del fin del mundo es inminente salvo que los ciudadanos rectifiquen y asuman su agenda». 2030, ¿les suena? También el cuarto punto podría asumirlo: «La fobia al crecimiento y la obsesión con la visión de recursos limitados, anteponiendo límites a la creación de riqueza».

Si queda algún socialdemócrata convencido en las filas del PSIB-PSOE, y no me refiero a esa engañosa socialdemocracia enarbolada por Sánchez y Armengol, pues que se ponga las pilas, porque hay mucho por hacer si no quieren que el socialismo sea definitivamente desterrado de España, algo no deseable, porque la socialdemocracia bien entendida y practicada es el perfecto contrapeso a los conservadores para la buena salud del sistema.

El electorado no puede premiar a Francina Armengol, permitiéndole que siga viviendo de la política cuando absolutamente nada tiene que aportar. Su escaño en el Congreso sería –de hecho lo es- una completa burla, pues ahora le corresponde irse a casa y todo lo más, por respeto a sus electores, ejercer la oposición en el Parlament. Cosa que no ha querido hacer. ¡Bye, Bye Armengol!, te lo has ganado a pulso. Pero no caerá esa breva.

Imagino que el PSIB-PSOE, la marca al menos, no es consciente de la gran cantidad de electores que aguardan su refundación y con el deseo de que se reedite su apuesta por conquistar el futuro a partir de encuentros y diálogos con los conservadores, abrazando juntos eso que suele llamarse cuestiones de Estado. El enemigo a batir solamente lo concibe el comunismo, aquí en la casa balear Unidas Podemos. Me contaba Félix Pons, poco antes de morir, que Francesc Antich jamás le llamó a consultas siendo lo president, a pesar de haber sido la tercera autoridad del Estado. Me lo contaba con tristeza.

El pasado del PSOE no es necesariamente limpio, al contrario; aunque una vez metidos en la voluntad democrática del siglo XXI no le queda otra que abrazar el diálogo y el entendimiento, como armas de futuro. Algo que no fueron capaces de enarbolar tanto Antich como Armengol, siguiendo las enseñanzas de Joan March y su Socialismo y Autonomía de los años 90, porque no en vano su pasado era comunista, como pesemero el de Antich y de Esquerra Republicana de Catalunya el de Armengol.

Estos mimbres no son capaces de servir como materia prima para construir un futuro en común. El PSIB-PSOE, ahora mismo, es un detritus, esa palabra que nos refiere la «descomposición de una masa sólida (la socialdemocracia) en una serie de partículas» (el legado de Antich y de Armengol en clave queer, woke, etc.), que han conducido a la descomposición de los valores que hicieron de la izquierda un valor en alza. Un auténtica necesidad para progresar.

El PSIB-PSOE, tal y como hoy está configurado, con Armengol de cabeza de lista al Congreso el 23J, es un cáncer terminal que debe ser extirpado.