Opinión

Dos imágenes valen más que mil palabras: la desvergüenza de Marlaska

Entre la fotografía publicada por OKDIARIO, en la que 28 guardias civiles protegen el chalet de Galapagar del vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias,  y la imagen de los 25 antidisturbios que formaban la primera línea del operativo desplegado en Barcelona para hacer frente a la violencia de los CDR hay una misma realidad: Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, y Fernando Grande-Marlaska, ministro de Interior. Algo falla cuando el despliegue policial frente a la residencia privada del vicepresidente segundo es similar al que hizo frente a la violencia extrema de los independentistas catalanes que pretendieron tomar por la fuerza la Jefatura Superior de Policía en Barcelona el pasado octubre.

En democracia, el número de efectivos y la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado está sujeto al principio de proporcionalidad; cuando mayor sea la amenaza y el peligro, mayor despliegue de efectivos para garantizar  los derechos de la mayoría de la sociedad. Estas dos fotografías son la prueba del nueve de que los criterios del Ministerio de Interior a la hora de establecer los operativos policiales son discrecionales, sectarios, absurdos y caprichosos. Marlaska envió a Barcelona a un operativo policial diezmado en número para tratar de contener la brutalidad de los CDR, que prendieron fuego a todo lo que encontraron a su paso y convirtieron la ciudad en un campo de batalla.

El mismo Marlaska ha enviado a la residencia privada del vicepresidente del Gobierno y su pareja, la ministra de Igualdad, Irene Montero, un contingente de guardias civiles  desproporcionado por exceso, porque la propia Benemérita reconoció que la presencia de un grupo de ciudadanos con cacerolas no constituía peligro  alguno. Y, sin embargo, Marlaska ha ordenado un despliegue policial propio de situaciones de altísimo riesgo. Será porque hacer sonar las cacerolas representa para el ministro de Interior un mayor peligro que los adoquines y las barras de hierro que lanzaron por cientos los CDR.

Una calle de Galapagar con varios vecinos con cacerolas y pancartas ante el chalet de Iglesias y Montero representa para Marlaska una mayor amenaza que las calles de Barcelona tomadas por grupos de violentos independentistas. La democracia, según el ministro de Interior, es eso.  Para echarse a temblar.