Opinión

Don Juan Carlos: un gran Rey

Este artículo no está en línea con una gran parte de la opinión publicada, que influye en la opinión pública, y probablemente tampoco lo esté en algún aspecto con la línea editorial de este magnífico medio, OKDIARIO, que amablemente acoge mis artículos, pero aunque lo que hoy escribo puede que no esté de moda en los últimos tiempos, es lo que pienso y, como siempre, plasmo aquellas cosas como creo que son.

Su Majestad don Juan Carlos I reinó en España entre el veintidós de noviembre de 1975 y el diecinueve de junio de 2014, un período de casi cuarenta años a lo largo del cual España se transformó de manera completa, aprovechando el impulso económico sembrado durante los años sesenta, con la industrialización y la creación de una hasta entonces inexistente extensa clase media, base de nuestra prosperidad, incorporando, a ese auge económico iniciado anteriormente, la libertad y la concordia entre todos los españoles.

“El rey quiere serlo de todos a un tiempo”, dijo don Juan Carlos en su primer mensaje a las Cortes del veintidós de noviembre de 1975, y ese propósito, que de haber sido pronunciado por algún político puede que se hubiese quedado en un mero eslogan electoral, se cumplió de manera completa, pues don Juan Carlos trajo la democracia, haciéndolo, además, respetando la legislación entonces vigente (el famoso “ de la ley a la ley” de Torcuato Fernández-Miranda) y con el acuerdo mayoritario de quienes ostentaban entonces la representación política heredada del franquismo, los procuradores en Cortes, que votaron mayoritariamente a favor de la octava ley fundamental, conocida como “Ley para la Reforma Política”, que derogaba las anteriores y propiciaba, tras ser refrendada por el pueblo español en referéndum, la convocatoria a cortes constituyentes.

Fue, por tanto, un rey que recibió un poder ilimitado de manos de Franco y que lo cedió por completo para hacer posible la llegada de la democracia a España, desde el impulso a una reconciliación nacional que hizo posible que se sentasen las bases sobre las que impulsar nuestro desarrollo definitivo, la homologación con el resto de democracias occidentales y posibilitar la recuperación de un papel con cierta relevancia en el contexto internacional.

Bajo su reinado se pasó de un régimen autoritario -muy suavizado en sus últimos años, pero autoritario en todo caso- a un régimen democrático de libertad; se legalizó al PCE sobre la base de la aceptación de éstos de la bandera nacional de todos los españoles, de la legalidad, de la reconciliación y de la Monarquía; se convocaron elecciones libres para cortes constituyentes, como he dicho; se aprobó y refrendó por los españoles la Constitución vigente, que ahora quieren derribar algunos; don Juan Carlos abortó el intento de golpe de Estado del veintitrés de febrero de 1981; España ingresó en la OTAN y en el Mercado Común; se acometió la necesaria reindustrialización y se mejoró el sector servicios; España fue escaparate en el mundo al cumplirse el quinto centenario de la mayor hazaña de la humanidad, el descubrimiento del Nuevo Mundo, por mucho que ahora unos fanáticos lo critiquen: así, en 1992 se celebraron los Juegos Olímpicos en Barcelona, la Exposición Universal en Sevilla, y la capitalidad cultural en Madrid; España fue socio fundador del euro; nuestro ejército contribuyó a llevar la paz a múltiples lugares del mundo; y se afrontó con serenidad y tristeza los terribles atentados del once de marzo de 2004 y se acabó con ETA.

En todo ese tiempo, la economía creció y pasó, en términos corrientes, de 36.290,3 millones de euros en 1975 a 1,032 billones de euros en 2014, con un PIB per cápita que partió de 2.840,57 euros de 1975 y que llegó a 22.218 euros de 2014. En el mercado laboral, se pasó de doce millones de ocupados a más de diecisiete millones de personas trabajando. En términos reales, el incremento del PIB fue de más del 100% y el PIB per cápita, en esos términos constantes, se dobló.

Bajo su reinado, España desarrolló una fabulosa red de infraestructuras: no hay más que ver las autopistas y autovías existentes, una gran red ferroviaria de alta velocidad y el refuerzo de la red aeroportuaria, con la vanguardista T4 de Barajas como símbolo de la modernización de dichas infraestructuras.

Asimismo, múltiples empresas españolas se fortalecieron en el mercado interior para, después, poder crecer internacionalmente y expandirse, como Telefónica, Iberia, Ferrovial, ACS, Banco de Santander o BBVA, entre otras muchas, que cuentan, a su vez, con grandísimos profesionales formados cuidadosamente a lo largo de todos esos años.

Don Juan Carlos fue nuestro mejor embajador para la expansión de España y de sus empresas, gracias a su prestigio, su trabajo y su vocación de servicio a los españoles, que demostró durante todas las décadas de su reinado, bajo el cual España se transformó económicamente, como he dicho, se modernizó y recuperó todas las libertades, que algunos, ahora, añoran con mutilarlas para devolvernos a los oscuros tiempos de la II República.

Por eso, desde la extrema izquierda atacan a don Juan Carlos de esta manera, desde el odio. Ni siquiera se le está concediendo la presunción de inocencia a la que toda persona tiene derecho, sino que se le condena anticipadamente a raíz de las declaraciones de una persona que está ejerciendo su derecho de defensa y que, por tanto, no tiene por qué ser veraz dentro de dicha estrategia de defensa, pero a don Juan Carlos ya han decidido maltratarlo públicamente.

Para empezar, aun en el supuesto caso de que hubiese irregularidades fiscales o de otro tipo, estarían prescritas. Adicionalmente, incluso aunque no lo estuviesen, la figura del Rey goza de inviolabilidad y todos sus actos son refrendados por el Gobierno, con lo que no se le puede atribuir delito alguno durante actos de su reinado. Por tanto, realmente no debería proceder proseguir con dicha investigación bajo esos dos supuestos, pero el daño ya está hecho.

Y ese daño se quiere extender a don Felipe, magnífico Rey, y a toda la Monarquía. El ataque a don Juan Carlos tiene un objetivo que va más allá de su persona. A la izquierda extremista no le preocupa si hay posibles delitos o no. Lo atacan por dos motivos: el primero de ellos, su obsesión en eliminar la Monarquía por el hecho de que la restauración se produjese al recibir el poder del régimen anterior. Por eso, ponen en cuestión todos los títulos concedidos entre 1939 y 1978, porque quieren llegar a anular el principal de ellos, la designación de don Juan Carlos como sucesor a título de Rey. El segundo, porque quieren que ello afecte a don Felipe, que abdique e imponer así una república.

En 1931, prácticamente nadie defendió a otro gran rey, como fue don Alfonso XIII, que también luchó por modernizar España, arriesgando en muchos casos su propio patrimonio personal, como en la construcción del Metro de Madrid. Tras unas elecciones municipales que ganaron los partidos monárquicos, los republicanos aprovecharon la ventaja de sus candidaturas en Madrid y Barcelona para proclamar la república, sin que mediase ni referéndum ni nada parecido, en lo que realmente fue un golpe de Estado que cambió el régimen legalmente establecido. Ahora, Podemos está agitando de nuevo el fantasma republicano, tratando de sustituir la monarquía por otra república que mucho me temo que terminaría siendo tan sectaria como la de 1931. Por otra parte, saben que no pueden cambiar el régimen constitucional, porque se requieren mayorías reforzadas que afortunadamente no tienen.

Hoy atacan a don Juan Carlos. Sin entrar en si son ciertas o no las informaciones publicadas sobre los temas fiscales acontecidos, además de la inviolabilidad y la prescripción en dichos asuntos, habría que recordar el balance neto de su reinado, que es abrumadoramente positivo. De hecho, quienes desde la izquierda extrema atacan a don Juan Carlos hoy, pueden hacerlo porque él devolvió la soberanía a los españoles y decidió traer un marco constitucional de libertad en la que cada uno pudiese expresar sus opiniones, incluidas las críticas al Rey. Si hoy pueden criticar a don Juan Carlos, es porque don Juan Carlos nos trajo la libertad. Eso debería recordarlo toda la sociedad española: si hemos podido gozar de la prosperidad que tenemos es gracias a que una persona, don Juan Carlos -con sus aciertos y sus errores-, junto con un reducido grupo de colaboradores, decidió transformar a España en una nación libre, de concordia y reconciliación, y de prosperidad.

Ojalá que la Monarquía sobreviva y don Felipe pueda seguir siendo así el gran Rey que es, como lo será en su día, sin duda, doña Leonor como Reina. Si eso sucede -esperemos que sí- habremos salvado la Monarquía parlamentaria y constitucional, que el tiempo ha demostrado que es el mejor régimen para España.