Opinión

El dinosaurio devora a Sánchez

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Un socialista de postín al que Pedro Sánchez dejo en junio en pelotas, fuera del reparto de cargos y bagatelas, suele decir —me cuenta un colega amigo— que “sí, que muy bien  las gafas de sol en el Falcon, las contorsiones escuchando a Los asesinos (The Killers) en Benicasim, y ese Gobierno pasado de bonito que, de pronto, se ha esfumado, pero que, cuando llegue septiembre, aparecerá el dinosaurio”. Para este hombre el dinosaurio es la voracidad del chantaje independentista, la presión leninista de Podemos, y en resumen la más dura realidad; o sea, que gobernar con 84 escaños es tan imposible como someter a la Isla Barataria de Sancho Panza.

A Sánchez le ha salido encima otro pupilo del dinosaurio que le quiere comer la merienda: Pablo Casado. Cuando éste se presentó inopinadamente a las Primarias del PP le pregunté: “De verdad vas en serio?”. Pues tanto lo iba que ganó. Parecía sólo un chico ambiciosillo con ganas de meneo burgués, pero no: va en serio y quiere ser presidente del Gobierno de España. La encuesta de este periódico lo predice. De manera que este Sánchez aprisionado en las feroces garras de los separatistas, los etarras, los soviéticos y demás ralea, y sobre todo abducido por las solemnes memeces de su gurú Iván Redondo, cuando llegue septiembre se topará con  el muro de su irresponsabilidad, engordada además por su bobísima política inmigratoria ya convertida en un enorme problema nacional.

Ya solo le quedan los huesecillos de Franco para presentarse como el revanchista que, por fin, ha logrado que los republicanos —él les llama rojos— ganen la guerra del 36. Pero, ¿y una vez que el enjuto cadáver del general sea depositado en una fosa lo más común posible, que nueva ingeniosidad de izquierdas se le ocurrirá a nuestro personaje? Yo les cuento. Una vez le oí decir con gran énfasis algo que me dejó patidifuso: “Yo, que estudié en el Ramiro y que jugué al basket aprendí allí a odiar, a odiar al Real Madrid; iba en nuestro ADN”. Así es éste presidente insólito al que persigue ya el dinosaurio que en septiembre le comerá las canillas.

Como es un osado sin precedentes —eso hay que reconocérselo– reaccionará como los boxeadores al borde del KO, atacando el hígado del contrario con izquierdazos en forma de impuestos a todo lo que se mueva, leña a la Religión que eso viste mucho en la tropa podemita, y muchos gestitos televisados tipo “me voy con mi señora de conciertos y  romería”. Es un aviso: Casado debe saber lo que le espera enfrente. Ya no vale acudir a él con un  lirio en la mano cantando “con flores a María que madre nuestra es”, él te espera risueño en La Moncloa con una navaja albaceteña entre los dientes. Como el indio Jerónimo. Odia, sobre todo al que le puede ganar.