Opinión

Dignidad frente a cobardía

Con independencia de la pésima gestión que todas las Administraciones públicas han hecho de las terribles inundaciones que han asolado la Comunidad Valenciana, y de que la violencia jamás representa una solución para los problemas en un país democrático -que deben resolverse mediante la palabra y el voto-, los sucesos del domingo 3 de noviembre en Paiporta, explicables por la desesperación de los vecinos del pueblo, pusieron de manifiesto detalles reveladores sobre el talante personal de nuestros máximos representantes públicos.

Las imágenes nos muestran, en primer lugar, a un Pedro Sánchez llegando sonriente y caminando por delante del Rey Felipe VI hasta que alcanzan la zona donde se encontraban la mayoría de vecinos. En ese momento empiezan los insultos y el lanzamiento de objetos y barro, y la comitiva oficial se separa en dos grupos. El grupo del Rey Felipe y la Reina Letizia, que sigue caminando hacia el centro de la localidad, y el grupo del presidente Sánchez, que se va rezagando y acaba por darse la vuelta ante los improperios y el lanzamiento de objetos.

Es cierto que les lanzan barro, e incluso palos y alguna piedra. Pero a los dos grupos por igual. Incluso se aprecia el lanzamiento de un cubo que golpea en la espalda del monarca, y a un guardaespaldas de la Reina sangrando tras el impacto de una piedra. Y, en el grupo de Sánchez, un palo de escoba que golpea por detrás a uno de sus acompañantes. Mientras los Reyes reciben pelotas de barro, ninguna de las cámaras capta ningún impacto, ni de barro ni de objetos, sobre el presidente del Gobierno.

Frente a la indignación popular, que afecta a los dos grupos por igual, destacan el temple y gallardía del Rey Felipe. Obliga a uno de sus escoltas a cerrar el paraguas con el que le protegía del lanzamiento de objetos y se enfrenta, a cara descubierta y caminando de frente, a la ira de los vecinos de Paiporta. Hasta que consigue entablar con ellos una conversación, en la que se le escucha argumentar y prometer ayuda. Y, tras tensos minutos de charla y debate, acaba abrazando a los más desesperados. Lo mismo hace la Reina Letizia, tras recibir varios impactos de barro, incluso alguno directo en la cara.

Al final, tras recibir airados reproches sobre la oportunidad de su visita, pide perdón y abraza a varias vecinas que, ante su demostración de dignidad y empatía, le reconocen que el cabreo popular no iba con ellos. Mientras tanto, el grupo de Sánchez retrocede hacia los vehículos con los que habían llegado a Paiporta. Las imágenes muestran a un presidente, al que no se ha visto sufrir ningún impacto y ni siquiera mancharse las botas de barro -como se apreciará en las fotos de la reunión posterior en el centro de control-, descompuesto, cabizbajo, aterrorizado, caminando con las piernas por delante del cuerpo y agarrado por los dos hombros por uno de sus escoltas para que mantenga la verticalidad. La viva imagen de la cobardía comparada con el arrojo de la pareja real.

Hoy no comentamos la gestión de las Administraciones públicas, sino el carácter de las personas que las representan. En Paiporta vimos a unos Reyes valientes, sosteniendo el prestigio de la institución, y a un presidente cobarde, con cara de esos futbolistas tramposos que fingen al árbitro haber sufrido un penalti inexistente. Sus cacareadas apostura y chulería quedaron en triste evidencia ante la gallarda dignidad de nuestros Reyes. Luego, ordenó a sus abundantes terminales mediáticas justificar su vergonzoso comportamiento con inventados ataques organizados de la «extrema derecha».