Opinión

Decapitar desde el poder a un juez soberano

Dicen que los aires caraqueños ya soplan con fuerza en Madrid… Debe ser verdad a juzgar por los últimos movimientos de nuestro particular sátrapa y los distintos diosdadocabellos que le rodean. Dispuesto como está a saltarse cualquier legalidad al calor de la saunas, la última melonada hace referencia a una querella presentada como presidente del Gobierno cuando el juez Peinado fue a interrogarle a Moncloa en su calidad de marido de la imputada, colaborador necesario, se mire por donde se quiera, en las andanzas de la ciudadana Gómez, que hasta a fecha de dormir en palacio sólo se la conocía como regentadora de los negocios (nada glamurosos, por cierto) de su padre Sabiniano.

Sánchez, enfermo de soberbia y borracho de poder, se prestó al sainete cuando ya tenía redactada la querella contra el instructor, una querella que tiene, en efecto, aires caraqueños. No creo que tenga otra virtualidad que confirmar que el jefe del Gobierno se cree Napoleón Bonaparte (como mínimo) y más gasto público a cargo del contribuyente.

Resulta patética (y vomitiva porque refleja bien a las claras el desprecio de Sánchez hacia los españoles que le permiten conducirse como un gobernante impropio de una democracia europea) porque dice que la Abogacía del Estado ha visto el peligro que corre la «dignidad de la Presidencia del Gobierno». ¡Hace falta tener el rostro tan duro como las piedras de El Escorial! Él, que ha rebajado hasta el estiércol la dignidad de la institución mintiendo con obscenidad, actuando contra los intereses generales y que permite a los enemigos de la nación que juró defender chotearse de todo lo serio, digno y legítimo que los españoles construyeron a lo largo del último medio siglo. ¡Hace falta rostro!

Los aires venezolanos empiezan a soplar con fuerza en la que todavía es la cuarta potencia de Europa. Sánchez no cuenta con esa mayoría social de la que presume y sólo es jaleado por los ganapanes que le deben sus mamandurrias. Hay una diferencia con Maduro: el caribeño atrabiliario responde con exabruptos a todas las cuestiones que se le plantean; Sánchez desprecia las preguntas incómodas y se hace el loco cuando le aprietan las clavijas. Pero imitar al dictador caribeño tiene una pléyade de sujetos(as) que chapotean alegres en los fangos que el jefe crea a su antojo.

Primero fueron a por García-Castellón; luego a por el Tribunal Supremo, etc., etc. Ahora le toca a Juan Carlos Peinado que, al menos por ahora, ha dado muestra de mantener enhiesto el pabellón después de la ignominiosa campaña dirigida desde la Presidencia del Gobierno, esa institución que Sánchez ha dejado con menos dignidad y prestigio que la banda de cuatreros de Alabama. Quien pone al mismo rasero que el detritus amarillo la dignidad de la Presidencia es quien accede a ella mediante embustes, colosales mentiras, utilización espuria del poder y un largo etcétera que Sánchez tiene acreditado.

Como tiene bien atada la Fiscalía y el Tribunal Constitucional, por un lado; por otro la brunete mediática impertérrita, por ejemplo, ante los horrores represivos en Venezuela, saca pecho a ver quién le echa un pulso. En esas estamos mis queridos amigos. Comprendo la desazón y aun la incertidumbre.