Opinión

El cuento de la lechera

Al frente del Consejo de Ministros hay un psicópata fuera de control que encaja en esta genial sentencia de Einstein: «Es más fácil desnaturalizar el plutonio que desnaturalizar un espíritu maligno», o sea, Sánchez, porque no se puede ser peor persona. Los psicópatas con hambre de poder y afán de notoriedad son los estafadores genuinos, pulverizan los anhelos de la gente con traiciones y entregan su futuro a esas tribus de mercaderes independentistas que odian España y a los españoles. Lo que nos saca con tributos nos hace sudar sangre y se la regala a nuestros enemigos para seguir mamoneando en La Moncloa, destruyendo la economía e impidiéndonos prosperar. Hace cuanto se le antoja sin dar explicaciones y precisamente es esa ligereza, la puerta de entrada por la que sus lacayos acceden a la vía del fraude. El PSOE está podrido, se multiplican los escándalos, pero el déspota los tapa renovando la flota Falcon. En ella invirtió la última neurona para una breve legislatura aerotransportada. ¡Qué disparate de persona!

Su actuar es muy parecido a los maníacos, si bien se diferencian en que estos, por corresponder a psicosis ciclotímicas suaves, nunca son psicópatas peligrosos de manual psiquiátrico como Sánchez, que juró darle a Puigdemont el oro, el moro y la independencia, a cambio de siete votos malditos para poder resistir en palacio, cuando sabe que eso es del todo imposible porque le está vendiendo el cuento de la lechera y no más se entere el huido, aunque ya lo intuye, le negará sus votos y adiós Moncloa. Como miente non stop mitigará el fracaso del PSOE en Galicia jurando que agotará la legislatura. Algunos piensas que se impedirá que se vote la amnistía, pero Puigdemont no acepta tal renuncio y lo mandará a hacer gárgaras. A Sánchez se le cierran todas las puertas. Vive su delirio final, está acabado, afortunadamente. No le cree ni su tropa.

No le queda nadie a quien mentir. Mintió a los jueces, a los fiscales, a sus socios sarracenos y bolcheviques, incluso engañó al Rey, a la policía, Guardia Civil, a los del volcán de La Palma y estafó a los pensionistas, a autónomos, a campesinos, a pescadores y a Bruselas rifando entre sus ávidos socios separatistas los fondos europeos. Ayuso le suelta: «Siga por ese camino y se va a quedar como el pato, patas arriba». Al parecer el cuento de la lechera ya no vale de moneda de cambio. La melancolía del psicópata recuerda la Sonatina de Rubén Darío: «La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor». Pues eso, que está finiquitado. Sólo falta que lo embalsamen y lo manden a Caracas.