Cuando la mamandurria es más importante que los valores
Se desgañita la oposición y brama la prensa crítica respecto a un Gobierno desarbolado y en completa deriva. Ha sido lo habitual durante los tres años largos encaramado al poder, si bien en los últimos meses la degradación de la convivencia interna es algo tan descriptible como inexportable.
¿Han visto y comprobado algo similar por el vasto mundo libre? Este Gobierno es, antes que nada, la excepción española dentro del mundo civilizado y democrático. Un presidente al que no le obedece la mitad de su gabinete.
Andan, los del color rojo y los del morado, mareando la perdiz en sus peleas de patio de cole, disparando con pólvora del rey (dinero público), en dedicación plena a sacar partido personal y partidario sin importarles una higa el rechazo que producen sus derivas, especialmente, entre aquellos ciudadanos más depauperados y vencidos por la enorme crisis laboral y de carestía de vida. Tienen poca vergüenza, la verdad.
Lo más importante de ese cuadro impropio que ofrecen los dirigentes de una izquierda a la deriva es la anteposición de sus intereses personales a un mínimo de rigor ético. Esto es, lo sustancial para ambos contendientes es mantener las poltronas (sin ellas no son ni serán nada) y, al mismo tiempo, aferrarse a sus respectivos búnkeres para intentar (vanamente) demostrar que son de verdad. Esto es lo que tienen que saber los que les votaron e, incluso, aquellos que todavía piensan darles apoyo electoral.
Siempre pensé, por ejemplo, que siete años atrás, aquellos muchachos desaliñados sí traían algo de aire fresco al socaire de valores que predicaban: limpieza ética, solidaridad, austeridad y ejemplaridad. En menos de dos lustros se ha comprado que todo era una estratagema de libro para llegar al poder, coronarse con los peores laureles de «la casta», chapotear en las distintas mamandurrias que ofrece el poder político en un país como España; donde dije Diego, ahora conjugo el verbo sanchear, que en román paladino no significa otra cosa que hacer lo contrario de lo que se pregona.
El resto, mera farfulla. Prosa para el pueblo llano desinformado. Ellos, a lo suyo, coches oficiales, falcons, gasto de representación y suculentos contratos para los amigos. ¿Verdad, Garzón?
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