Cuando hables de España, Pedro Sánchez, lávate la boca
Hace falta tener la dignidad por los suelos para atreverse a invocar el nombre de España y el interés nacional para justificar la amnistía con la que pretende comprar los votos de los separatistas catalanes. Hace falta estar carente del más mínimo escrúpulo ético y moral para abrazarse al concepto de la convivencia como excusa para entregarles a los independentistas un cheque en blanco que borre los delitos pasados y les faculte para volver a subvertir el orden constitucional.
Hace falta, en suma, estar desnudo de principios para pronunciar el nombre de España como ardid para mantenerse en el poder a cambio de traicionar a la nación y quebrar de raíz la igualdad consagrada en la Constitución. Hace falta llegar a la cumbre de la felonía para justificar que la amnistía es por España y la convivencia. Hace falta ser Pedro Sánchez para no caérsele la cara de vergüenza.
El presidente del Gobierno en funciones ha cruzado todas las líneas y exhibido sin pudor toda la infamia al decirle a su partido que va a vender España por el interés de España. El no va más de la obscenidad. Lo que está dispuesto a hacer Sánchez es un golpe al Estado para comprar los apoyos de los que hace seis años dieron un golpe de Estado. Y que encima apele a la convivencia nacional como pretexto es el colmo de la ignominia.
No, Sánchez, la amnistía no es por España y los españoles. La amnistía es por ti, para seguir en la Moncloa gobernando con el apoyo de los enemigos de España. Esa es la única razón que mueve al personaje. No hay otra. Y sus palabras son la apoteosis de la infamia.
Conocíamos la falta de escrúpulos del jefe del Ejecutivo y su ausencia de principios, pero resulta insufrible tener que oírle decir que lo que está dispuesto a darle a los separatistas catalanes responde al interés nacional. Es lo más ruin y obsceno que le faltaba al personaje para retratarse como lo que es: un traidor sin matices al que habría que pedirle que cuando hable de España se lave la boca.
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