Cuando un Gobierno es miserable
La ambigüedad del Gobierno de Pedro Sánchez con respecto al conflicto venezolano sólo puede ser calificada de miserable. El presidente del Ejecutivo ha traicionado a los venezolanos y también se ha traicionado a sí mismo olvidando las palabras de repulsa y condena pronunciadas en 2015 hacia el régimen de Nicolás Maduro –“porque hay que llamarlo así”, según decía– que estaba, y está, tal y como apuntan todas las cifras de hiperinflación, exiliados y presos políticos, destruyendo las libertades de todos los ciudadanos del país latinoamericano.
La crisis política, social y económica de Venezuela no ha cambiado en estos tres años, de hecho, hoy el terror impuesto por el dictador chavista es –si cabe– aún más férreo que en 2015 porque, por primera vez, Maduro ha percibido un rechazo de amplitud internacional a las barrabasadas perpetradas en nombre de una delirante revolución que ha sumido al país en una situación de hambre, inseguridad y violencia. No obstante, Sánchez, pese a tener absoluta consciencia de esta atroz realidad, se niega a reconocer a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela, a pesar de que la oposición que éste lidera posee la mayoría en la Asamblea Nacional, el órgano que aplica el poder legislativo de manera constitucional y que Maduro ha intentado boicotear desde que las urnas le arrebataron el control de dicha cámara.
La obcecación de Sánchez por la permanencia en el poder, ese que de manera constante provoca el olvido de las promesas de los gobernantes una vez que lo son, demuestra que el presidente del Gobierno no está a la altura de la valentía que esta delicada situación requiere. El socialista, aún poniendo en riesgo su continuidad como jefe del Ejecutivo por su enfrentamiento con su socio Podemos, que tilda el movimiento de Guaidó como «golpe de Estado», tiene el deber de ser la nación de Europa que lidere la transición democrática en Venezuela y tender su mano a los más de 250.000 venezolanos residentes en España –según los últimos datos del INE– que aterrizaron en nuestro país huyendo de una constante violación de los derechos humanos. En 2015 Sánchez se comprometió con los venezolanos a trabajar desde España por la libertad y la democracia de Venezuela, pero entonces el socialista no era presidente del Gobierno, sólo aspiraba a serlo.
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