Opinión

La crisis reputacional del BBVA

Nadie podrá decir que las aguas se han calmado en el BBVA después de que la declaración de su su actual presidente, Carlos Torres, en la Audiencia Nacional, haga prácticamente imposible que desimputen a la entidad y a su anterior máximo responsable, Francisco González. Y es que la declaración de Carlos Torres fue en la misma línea obstruccionista mantenida desde el principio del denominado ‘caso Villarejo’. Es evidente que la estrategia de echar balones fuera y de culpar al empedrado no contribuye a mejorar la imagen reputacional de una entidad que lleva demasiado tiempo envuelta en un proceso penal que le está causando un daño indudable. Oído en sede judicial a su presidente actual, el BBVA como persona jurídica y su expresidente Francisco González (FG) y a otros ex directivos como Eduardo Arbizu, Antonio Béjar, Julio Corrochano o Eduardo Ortega están al borde de sentarse en el banquillo.

Carlos Torres negó ante el juez Manuel García-Castellón cualquier conocimiento de los encargos del BBVA a Villarejo para espiar a políticos, empresarios y periodistas, incluso en la etapa en que era consejero delegado bajo la presidencia de González. Del mismo modo, rechazó estar al tanto de los requerimientos de información de la CNMV y el Sepblac, a los que el banco respondió de forma incompleta pese a conocer ya todos los contratos. O sea, más de lo mismo. Negarlo todo o descargar cualquier responsabilidad en los asesores externos del banco -Garrigues, Uría y PwC-. La de Torres fue la última pericial que falta para que García-Castellón pueda cerrar la instrucción y abrir juicio oral. Nombres aparte, quien se sentará en el banquillo será el propio banco, lo que sin duda no contribuirá precisamente a reforzar su imagen. Más bien todo lo contrario. Accionistas e impositores, los primeros que -por una elemental cuestión de transparencia y buen gobierno- deben conocer la verdad, no se merecen esto.