Curiosidades
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El verdadero uso del agujero de las latas que nadie sabe para qué es: no es lo que cree

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

¿Alguna vez te has parado a pensar en los detalles de los objetos cotidianos que usamos sin cuestionarlos? Las latas de refrescos, tan habituales en nuestro día a día, esconden tras su sencillez una evolución tecnológica sorprendente. Uno de los elementos que más curiosidad despierta es ese pequeño agujero en la anilla de apertura de las latas. Muchos dan por sentado que sirve para sujetar la pajita, pero la verdad es mucho más interesante.

Antes de hablar de la anilla, hay que retroceder en el tiempo y entender cómo surgieron las latas. La idea de conservar alimentos en envases herméticos apareció en el siglo XIX, como una solución para alimentar a las tropas durante las campañas militares. En 1810, el inventor británico Peter Durand patentó un envase de hierro recubierto de estaño que permitía almacenar comida durante mucho tiempo. Sin embargo, aquellas primeras latas eran pesadas y complicadas de abrir: se necesitaba un cuchillo o un abrelatas. Con el tiempo, las latas se hicieron más ligeras, pero no fue hasta la segunda mitad del siglo XX que empezaron a popularizarse para bebidas.

¿Para qué sirve el agujero de las latas?

Fue en 1962 cuando Ermal C. Fraze, un ingeniero estadounidense, durante un picnic, se dio cuenta de que tenía las bebidas, pero se había olvidado el abrelatas. Aquella situación dio lugar a una de las soluciones más brillantes del diseño industrial moderno: la anilla de apertura. Fraze diseñó un sistema que permitiera abrir la lata con los dedos, sin necesidad de herramientas adicionales.

El primer modelo consistía en una pestaña extraíble: una lámina que se arrancaba completamente para dejar libre la abertura. Fue un gran éxito por su comodidad, pero las calles se llenaban de estas pequeñas piezas cortantes de aluminio, que representaban un peligro para los animales, las personas y el entorno.

En 1975, Daniel F. Cudzik introdujo una mejora esencial al sistema: la anilla no se separaría de la lata, sino que quedaría unida después de la apertura. Así nació la versión moderna que hoy conocemos, la que lleva un pequeño agujero en su centro. Esta modificación no solo evitó toneladas de residuos anuales, sino que también mejoró la ergonomía.

Aunque muchos piensen que el agujero de las latas está diseñado para sostener la pajita, ésta no es la intención original. El pequeño orificio cumple una función técnica: mejora la distribución de la fuerza cuando se presiona la anilla. Actúa como punto de apoyo para que la fuerza aplicada con el dedo se distribuya correctamente, facilitando la rotura del precinto de aluminio.

Gracias a este diseño, al reducir la cantidad de aluminio necesario en la pestaña y reforzar su funcionalidad, se logró un equilibrio perfecto entre eficiencia y sostenibilidad.

Y entonces, ¿por qué la pajita?

Es cierto que muchas personas utilizan el agujero de la anilla de las latas para sujetar la pajita en su sitio. Si giras la anilla tras abrir la lata, puedes alinear el agujero con la abertura y colocar la pajita, lo que evita que flote en la bebida. Esta práctica se ha popularizado en redes sociales y en bares, pero no tiene respaldo en el diseño original.

De hecho, en muchos casos la pajita se sigue saliendo o no se mantiene estable, lo que demuestra que su uso es más anecdótico que funcional. Sin embargo, como ocurre con muchos objetos de diseño, los usuarios a veces encuentran usos secundarios que no estaban previstos por los creadores.

A pesar del diseño pensado para que la anilla no se separe de la lata, muchas personas siguen arrancándola por costumbre. Esto genera residuos innecesarios y peligrosos. Los animales pueden tragarse estas piezas o sufrir heridas, y la contaminación metálica sigue siendo un reto ambiental.

Por eso es importante seguir las recomendaciones: no separar la anilla, y depositar la lata entera en el contenedor amarillo. De este modo, se facilita el reciclaje y se protege el medio ambiente. Además, para quienes disfrutan de las manualidades, las anillas pueden tener una segunda vida en proyectos creativos si se reutilizan de forma segura.

El pequeño agujero en la anilla de las latas es sólo un ejemplo de cómo la ingeniería puede esconderse en los objetos más triviales. Cada línea de diseño, cada curvatura y cada milímetro de metal responde a años de pruebas, errores y mejoras pensadas para facilitar nuestra vida sin que apenas lo notemos.

La próxima vez que abras una lata, recuerda que estás utilizando un mecanismo con historia, con propósito y con impacto. El gesto que dura un segundo es el resultado de décadas de innovación, sostenibilidad y compromiso.

Porque hasta los objetos más simples, cuando se observan con atención, revelan historias fascinantes: una taza rota puede contar años de desayunos compartidos, un botón perdido guarda la memoria de una prenda querida. En lo cotidiano se esconden huellas del tiempo.