Opinión

Corrupción electoral

Poco ha cambiado la cosa. En el Antiguo Régimen, el rey empleaba el erario público para enriquecer a sus cortesanos favoritos; hoy, no es la fidelidad de siervos y señores la que se pretende, sino la del votante. Ni los revolucionarios franceses ni las democracias modernas han logrado superar la tentación de intentarlo con el dinero público. Y, para eso, qué mejor que los Presupuestos Generales.

Drucker, en su libro “La sociedad postcapitalista”, ponía de ejemplo la que él consideraba la compra de votos más descarada y gigantesca por medio de partidas presupuestarias que se produjo cuando, en 1990, el canciller Kohl cargó a Alemania con la mayor deuda pública en tiempo de paz a fin de comprar -con éxito- los votos de los nuevos electores en la Alemania del Este.

Drucker no conocía a Zapatero o Sánchez y quizá Kohl tuviera un motivo. El histórico proceso de reunificación requería un enorme gasto público, pero inventarse ayudas y ayudicas con fines electorales es, pura y simplemente, corrupción. No será la del Código Penal, pero el nombre es el mismo.

Ahora llegan las rebajas. Tiempo de presupuestos, tiempo de corrupción electoral. Han propuesto subir el sueldo a los funcionarios, dar ayudas al alquiler y bonos “culturales” de 400 euros con los que Sánchez da la bienvenida al censo electoral a los que cumplan 18 en 2022. Sólo falta que les manden el cheque en el mismo sobre en el que llega la tarjeta censal al cumplir la mayoría de edad, ésa que te dice la mesa y el colegio donde ir a votar.

La ventaja de manejar el presupuesto es que se pueden atraer muchos votos. Bien por el voto agradecido del beneficiado, bien porque se genera en la opinión pública la idea de que, con esas ayudas, el Gobierno soluciona un problema. No creo que sean muchos los que voten por recibir una ayuda  o ver aumentado su sueldo, pero sí son muchos los que pueden llegar a creer que las ayudas del Gobierno van a servir para algo.

Y para que eso funcione, para que nos creamos que las ayudas sirven para algo y que tenemos un Gobierno preocupado por la cultura y por los jóvenes, al efecto llamada de las ayudas hay que añadir el efecto callada del periodismo sectario y del sindicalismo de temporada. Y así hemos sabido que continúan las ayudas a sindicatos (El Ministerio de Yolanda ha destinado 5,1 millones de euros a «optimizar y redistribuir los espacios de las oficinas centrales de la UGT en Madrid»). O que los medios afines, o afines de los afines (como Grupo Godó y Prensa Ibérica, dueños de La Vanguardia y el Periódico de Cataluña) han recibido 30 millones con avales del ICO

Hala, pues ya no les entretengo más que hay que ir a trabajar, que todo esto (y la luz) hay que pagarlo. Y ya sabe, usted, quién lo va a pagar…