Opinión

¿Se ha convertido Ciudadanos en un mero ‘sillón’?

Si algo caracterizó al primer Ciudadanos fue la falta de interés de sus promotores en participar de la política activa. Es difícil de creer hoy, pero muchos de sus fundadores y simpatizantes no tuvieron presente en absoluto que tener representación iba a significar la posibilidad de cargos, sueldos o privilegios – ‘sillones’, en una palabra- hasta después de la creación del partido. Aquellos dos años de trabajo durísimo desde los primeros encuentros en el restaurante El Taxidermista en el 2004 hasta el congreso fundacional del partido Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía en el 2006 fueron totalmente desinteresados para la mayoría de quienes participaron.
 
La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ha manifestado motivos peregrinos para la moción de censura contra su gobierno de coalición en Murcia. Personas que se ‘cuelan’ en la vacunación y diversas quejas sobre transparencia. Nada que pueda justificar cambiar de imprevisto de pareja y aliarse con lo peor que puede uno aliarse en estos momentos en España: el gobierno del Pedro Sánchez. Pero los seis diputados de Ciudadanos unidos a los 17 diputados socialistas serían suficientes para alcanzar la mayoría absoluta de 23 escaños en la Cámara autonómica. Toda una tentación para los aventureros políticos que imaginan a Ana Martínez Vidal, actual portavoz del Ejecutivo autonómico y líder regional de Ciudadanos, sustituyendo a López Miras al frente del ejecutivo. Perder la dignidad a cambio de acceder a la presidencia de una comunidad autónoma. Dicen que esto es la política. Pero, desde luego, la cortoplacista. La que quiere asegurarse un asiento para reposar el trasero un tiempecillo más.

Siempre dijimos que Ciudadanos estaba aquí para ser apoyo en políticas razonables independientemente del sello político que las lanzara. Nos daba igual el PP que el PSOE. Pero esto cambia absolutamente desde el momento en que los socialistas españoles están dirigidos por una persona sin escrúpulos capaz de legitimar y blanquear tanto a la izquierda más radical como a los independentistas. ¡Y no digamos a Bildu! No hay por dónde cogerlo.
 
No puede ignorarlo una Inés Arrimadas, que por algo ni siquiera avisó de este absurdo (política y moralmente) plan a su propia ejecutiva. Quienes subestiman a Isabel Díaz Ayuso habrán de lamentarlo (o eso espero con calor). Su rápida reacción ha roto su coalición con Ciudadanos en la Comunidad, relación que nunca fue de mucha confianza a causa del carácter, digamos, poco claro de Ignacio Aguado.


Tal vez, como opina el amigo Jorge Bustos, este miércoles ha aparecido «una cabeza de caballo en la huerta murciana… envuelto en papel naranja …» para que en Génova 13 conozcan que no van a dejarse absorber sin pelear. Pero es una cabeza que traerá más daños a Ciudadanos que al PP. Y es una afrenta a todos los que creímos alguna vez que en España hacía falta un partido liberal (o de centro, aunque a mí no me gusta el concepto) que defendiera políticas que tuvieran como objetivo el bien del país desde la razón y el sentido común.

Este lamentable movimiento ha provocado desestabilización en varios gobiernos autonómicos en unos momentos en los que tendría que primar la recuperación económica, social y moral de un país asolado por la pandemia. Cuando el ciudadano debería ser lo primero, las partidas más vulgares del mus del poder se imponen en esta España con 70.000 fallecidos, cientos de miles de personas sin empleo y otro millón más que saldrán del ERTE (Expediente de Regulación del Empleo) para ir al paro directamente. ¡Cuánto ha cambiado Ciudadanos en 15 años! Veo difícil que este partido en el que tanta ilusión pusimos pueda tener aún oportunidad con tan ciegas políticas.