Opinión

El comunismo acosa a Vara y se olvida de los esclavos sin pan

El presidente socialista de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, cuestionó la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) con el argumento de que los productores agrícolas de su Comunidad -que no son potentados empresarios, sino trabajadores del campo que no pueden hacer frente al incremento de salarios ni cotizaciones sociales porque no les da para vivir- estaban al límite de su resistencia económica. Fernández Vara puso encima de la mesa un dato demoledor: sólo en Extremadura la subida del SMI había causado en el sector agrario un destrozo de 8.000 puestos de trabajo en dos meses. Poco después, la Policía cargaba contra los agricultores extremeños que protestaban en Don Benito en demanda de precios justos y contra el brutal incremento de costes.

Quienes se manifestaban eran trabajadores pertenecientes a distintas asociaciones agrarias. La subida hasta 950 euros del salario mínimo ha supuesto para ellos la puntilla, porque los costes a los que tienen que hacer frente son mayores que los ingresos que obtienen. Fernández Vara ponía el dedo en la llaga de un problema -el de la subida del SMI- que ha triturado sectores como el del campo o el de las empleadas de hogar.

En lugar de solidarizarse con los agricultores extremeños, en la línea de lo hecho por el presidente de esa Comunidad, Izquierda Unida ha convocado un escrache frente al domicilio de Fernández Vara. El acto de acoso ha sido difundido por diputados de la más estrecha confianza del ministro de Consumo, Alberto Garzón, entre ellos la parlamentaria madrileña Sol Sánchez. «Tras las declaraciones del presidente de la Junta de Extremadura exigimos una rectificación pública a Fernández Vara, ¡por unos precios dignos, por la aplicación del salario mínimo!, ¡reclamemos lo que nos pertenece!», exclaman los de IU en sus redes sociales.

El escrache a Vara forma parte de esa visión totalitaria que ha hecho del comunismo un sistema político que sólo ha traído muerte y miseria. IU, en lugar de ponerse en el pellejo de los trabajadores del campo, se lanza a una campaña de acoso y derribo contra el presidente de Extremadura. Se arrogan la condición de defensores en exclusiva de los derechos sociales, pero a las primeras de cambio se le ve el plumero stalinista. ¿No eran estos los que animaban a ponerse en pie a los esclavos sin pan?