Opinión

¡Cobarde, cobarde, cobarde!

Ya en el Siglo de Oro dejó escrito Tirso de Molina en El burlador de Sevilla que el “traidor es traidor porque es cobarde”. Efectivamente, el traidor siempre es débil y cobarde; le falta la fuerza y el valor necesarios para cumplir sus obligaciones con lealtad y honestidad. Pedro Sánchez ya había demostrado que no tiene el menor reparo para traicionarnos a todos. Los primeros sus votantes, que depositaron en él su confianza en base a unas promesas que no le ha dado vergüenza incumplir aduciendo que ha cambiado de opinión, cuando ha quedado patente que ese cambio de criterio era únicamente su interés personal y egoísta. También ha traicionado Sánchez la Constitución que prometió ante el Rey “guardar y hacer guardar” y así ha quedado acreditado con las sentencias en las que el Tribunal Constitucional ha declarado inconstitucionales sus dos estados de alarma, la suspensión de la actividad parlamentaria durante la pandemia, el nombramiento de Rosa María Mateo como presidenta de Radio Televisión Española y la entrada de Pablo Iglesias y de Iván Redondo en el Centro Nacional de Inteligencia.

Sánchez nos ha traicionado a todos los españoles trasladando al País Vasco a todos los asesinos etarras, después de haberles transferido las competencias de prisiones, a cambio del apoyo de Bildu, el partido político heredero de la desaparecida Batasuna, considerado brazo político de ETA por España y la Unión Europea, que se sigue negando a condenar sus atentados y continúa homenajeando a sus asesinos. También nos traicionó a todos indultando a los golpistas catalanes que fueron condenados por sedición y malversación, y que en 2017 celebraron un ilegal referéndum de autodeterminación conforme al cual declararon unilateralmente la independencia de Cataluña. Pedro Sánchez se ha traccionado hasta a sí mismo para alcanzar y mantenerse en el poder. Hoy se avergonzaría de él hasta la persona que en junio de 2015 se subía al escenario del Teatro Circo Price cogiendo de la mano a su esposa Begoña, delante de una gigantesca bandera de España, la primera vez que fue proclamado, por aclamación, candidato del PSOE.

Sánchez hace tiempo que ha sido retratado como felón, término que en la historia de España ha estado siempre unido al rey Fernando VII, conocido en su tiempo como Fernando Vil y “el rey felón” tras derogar la Constitución de 1812 y reinstaurar el absolutismo, traicionando la esperanza de los españoles que habían dado su sangre luchando contra los invasores franceses en la Guerra de Independencia. Detrás de Pedro Sánchez el traidor, a la fuerza tenía que estar un cobarde incapaz de cumplir sus compromisos ni de enfrentarse a los enemigos de España que, conociendo su debilidad, la explotan al máximo exigiéndole como chantaje todo lo que saben que alguien tan cobarde y traidor no va a tener reparos en entregarles con tal de que le permitan aparentar que todavía es él quien manda.

¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Cobarde! Le gritaba a Pedro Sánchez la bancada popular puesta en pie cuando, en el debate de la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo, el presidente del Gobierno en funciones y líder del Partido Socialista se escondía en su escaño dejando que subiera al estrado en su nombre el ex alcalde de Valladolid; un maleducado, macarra, chulo y barriobajero Óscar Puente que sólo pretendió menospreciar al candidato designado por el Rey, tratando de enmerdar el debate con un discurso lleno de insultos y descalificaciones. Como todo traidor, Sánchez también es un cobarde que se esconde cuando no puede hacer trampas para ganar y sólo se muestra altivo y atrevido cuando los reglamentos le permiten abusar de su contrincante. Maxim Huerta contó que, cuando dimitió como ministro, lo único que le preocupó a Pedro Sánchez fue cómo le vería a él la historia en el futuro. Que se mire en Fernando VII, Sánchez sólo será recordado como el presidente felón y cobardón.