Opinión

Ciudadanos extravía el rumbo político

La brújula política de Ciudadanos ha perdido el rumbo. El partido de Albert Rivera e Inés Arrimadas se convirtió en la gran esperanza constitucionalista de Cataluña tras conquistar 25 escaños en las últimas elecciones autonómicas de 2015. Ahora, sin embargo, parecen empeñados en dilapidar la confianza de los casi 735.000 catalanes que vieron en ellos una alternativa real para acabar con el pensamiento único de los partidos secesionistas. Hasta tal punto llega el desvarío que incluso le bailan el agua a los golpistas de ERC y compran las iniciativas sobre las que cimientan su discurso independentista. La última prueba la encontramos en Badalona, donde han votado a favor de una moción que reconoce «la cultura de los Países Catalanes». Con este voto a favor, Ciudadanos apoya al mismo equipo de Gobierno —liderado por una coalición de Podemos y la CUP— que el pasado 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional, abrió las puertas del Consistorio desafiando así al Estado y alentando el odio a España. 

De seguir así, Albert Rivera corre el riesgo de convertirse en la estrella fugaz de la política española y pasar de ser el candidato más prometedor de los últimos años a desaparecer diluido, víctima de un bandazo político tras otro, entre la falta de rumbo e ideario político. Tras el exitoso congreso del pasado mes de febrero, los naranjas parecen haber olvidado todo lo que proclamaron en él. No hay visos de ese viraje al liberalismo progresista que enarbolaron como nueva identidad política. Tan sólo un intenso instinto electoralista que a la larga les dará nulo resultado. Cuando parecía que el coqueteo de Inés Arrimadas con la posibilidad de celebrar un referéndum independentista había quedado atrás, el partido se descuelga con este apoyo incomprensible a ERC. 

Al final, va a resultar que Ciudadanos era mucho más español cuando su nombre estaba escrito en catalán que ahora que cuentan con 32 diputados en el Congreso. La trayectoria de las últimas semanas es desconcertante. Primero se sumaron a Podemos para solicitar un referéndum si había reforma constitucional. Después, se abstuvieron en la reforma de la estiba a pesar de la cuantiosa multa que tendrán que pagar todos los españoles. Una senda incomprensible que debe hacer reflexionar a Albert Rivera. De seguir así, su caída será aún más rápida que su fulgurante ascenso. Defender España y su Constitución debe ser primordial e inexcusable para cualquier político —y formación— que aspire a la Presidencia del Ejecutivo. No se puede decir una cosa en cada sitio con tal de conseguir votos en todas partes. Hay principios, como el sentido de Estado, que están muy por encima de los intereses electorales. Sobre todo si te autodenominas «regenerador».