Ciudadanos acierta impidiendo que salga gratis pitar el himno…
Conductas que en cualquier otro país serían sencillamente inaceptables, aquí, en España, durante demasiado tiempo se han tolerado con una suerte de resignado estoicismo. Nos referimos a la burla hacia nuestros símbolos nacionales, particularmente la bandera y el himno. En competiciones deportivas, en manifestaciones del ámbito independentista, en determinados canales autonómicos, en conciertos de entornos radicales… Los ejemplos, por públicos y reiterados, son de sobra conocidos. El absurdo complejo de relacionar cualquier afirmación del principio de autoridad con la dictadura franquista ha impedido tomar las oportunas medias al respecto, lo cual, a su vez, ha llevado a los enemigos de la Constitución y de la unidad de España a reiterar con creciente fuerza sus ofensas hacia nuestros símbolos comunes. El último caso: secesionistas catalanes acaban de difundir unas imágenes donde juegan a los dardos en un bar con una imagen del Rey haciendo las veces de diana. La situación ha llegado al límite de lo sostenible.
Muy diferente es lo que sucede en nuestro entorno europeo más inmediato. Sin ir más lejos, en Francia, a partir de 2010, es delito la profanación de la bandera nacional en público. Incluso también es delito distribuir imágenes de una acción de falta de respeto, aunque ésta se haya realizado en el ámbito privado. En Alemania la ley es más estricta. Cualquiera que maltrate o dañe la bandera nacional alemana puede acabar con una condena de cinco años de prisión.
En este sentido, resulta muy oportuna la medida anunciada por Ciudadanos en su programa electoral. El partido de Albert Rivera plantea endurecer las sanciones a quienes piten al Rey, al himno de España y a otros símbolos nacionales en el transcurso de eventos deportivos. Si queremos garantizar de cara al futuro nuestra convivencia, medidas como la anunciada tienen toda la lógica. El filósofo Karl Popper señaló que si una sociedad es tolerante ad infinitum, su capacidad de ser tolerante finalmente será destruida por los fanáticos. Así, el pensador judío-austríaco concluyó que, aunque pudiera parecer paradójico, para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que mostrarse intolerante con la intolerancia. No puede explicarse con mayor rigor y claridad. Ha llegado el momento de combatir la intolerancia en el deporte y de garantizar el respeto a todos nuestros símbolos nacionales. No es cuestión menor. A la larga, nos va nuestra democracia en ello.
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