Opinión

Més que una crisi

Vázquez Montalbán reflejó en su famoso artículo Barça, Barça, Barça -publicado aún en pleno franquismo- el espíritu de resistencia frente al régimen de entonces por parte del nacionalismo catalán que encarnaba en aquella época el FC Barcelona. Una forma diferente de ver las cosas, de plantearlas y, posteriormente con Cruyff, sobre todo, y con Guardiola y Messi, de jugar.

Los árbitros -singularmente Guruceta- eran los culpables de que el eterno rival, el Real Madrid CF, ganase casi siempre la Liga -aunque no la Copa del Generalísimo- y éste el responsable de que triunfase en la Copa de Europa, todavía en blanco y negro. Ése era el relato oficial del barcelonismo que, prácticamente, ha llegado hasta nuestros días intacto.

Ha bastado la revelación de otro colegiado y dirigente del colectivo arbitral, Negreira, para que ese relato se venga abajo, no ya a los ojos de los antimadridistas de toda España, sino de los propios seguidores barcelonistas. Décadas de narrativa que en un solo día se han esfumado porque durante los últimos 18 años quien -presuntamente- compraba favores arbitrales era su propio club.

Los tribunales y las instancias deportivas como la RFEF en España o la UEFA en Europa (ellas mismas, junto a la FIFA, envueltas recientemente en escándalos tan mayúsculos o más que este del Barcelona como el del Mundial de Qatar) dirán lo que consideren oportuno en su momento y condenarán a las penas y multas correspondientes, si todo se prueba legalmente.

Pero hay otra pena, más inmediata y duradera en el tiempo, que es la de la reputación. Los daños a la opinión que se producen alrededor de una organización en la primera de sus dos dimensiones, la identidad (cómo hace las cosas y qué actitudes tiene), son más difíciles de reparar que aquellas que afectan a la segunda de las variables, la capacidad (qué cosas hace y qué resultados obtiene).

Y es que, además, dicho tipo de crisis tiene un impacto más negativo, el daño es más profundo y dura más tiempo entre aquellos grupos de interés de carácter más corporativo o institucional (los accionistas o el regulador en el caso de una empresa, los socios y las instituciones deportivas -entre ellas, los árbitros- en el caso de un club futbolístico).

Por eso, el principal perjudicado de este escándalo no son los otros clubes, ni el deporte en general, que también, o el estamento arbitral, que por supuesto, sino los propios socios y seguidores del FC Barcelona. ¿Por qué? Porque verán proyectada en los próximos años -quizás tantos como los que duró el relato anterior si sus rivales la extienden como hizo el barcelonismo- esa larga sombra en sus resultados deportivos.

Y porque en la reputación lo que al final acaban contando son los comportamientos de apoyo: si te compran más o quieren trabajar contigo, en las empresas, si los mejores jugadores quieren venir a tu equipo o tus camisetas se venden más, en los clubes. Además de otro comportamiento que se suele olvidar: si te otorgan -clave en las crisis- el beneficio de la duda, sobre todo los árbitros y quienes juzgamos su labor, todos los aficionados.

A partir de este caso, acabe con el Barça fuera de las competiciones durante años, Laporta y Bartomeu sean condenados, el club multado -los árbitros implicados también- o incluso si nada de eso ocurre -como afirman los más anticulés- y el Barcelona sale indemne, limpio de polvo y paja, durante años el marco mental, la ventana a través de la cual veremos cualquier arbitraje será la del cristal de esta crisis.

El repetido y coreado cántico en los estadios españoles ¡Así, así, así gana el Madrid! cambiará de bando y quienes dudarán si ser vistos como colegiados que están pitando a favor del Barça en partidos y jugadas clave será el conjunto del colectivo arbitral, lo cual nunca es algo favorable ni que te beneficie, más bien al contrario, te perjudica seriamente en el terreno de juego y en los despachos.

Ser visto como inocente de entrada y no como culpable (por eso hoy la víctima es el héroe de nuestro tiempo, porque es más fácil serlo, no necesitas justificarte y te otorga identidad, escucha, derechos y reconocimiento) es esencial para salir indemne de cualquier situación en la que un tercero ha de emitir una sentencia, bien sea una falta, un penalti o una expulsión. Lo hemos visto, precisamente, estos últimos años…

Como catalán aficionado al fútbol, veo con tristeza lo que ocurre y me preocupa lo que suceda: por un lado, porque pone de relieve la credibilidad de situaciones que preferíamos pensar que no eran ciertas cuando fueron denunciadas por algunos; por el otro, porque ensombrece todo lo que ocurra en el futuro en el fútbol español y europeo en relación no solo al Barcelona, sino también a sus competidores y a los que les ganen, sobre todo el Madrid, ahora que ha entrado también en escena.

La conocida frase de Narcís de Carreras, presidente de la entidad en los años en que Montalbán escribió aquel artículo, la cual puede verse todavía grabada en los asientos del Camp Nou, ha dado lugar a muchas burlas y juegos de palabras de sus detractores desde entonces. Pero lo que ya es más que evidente es que esta crisis será recordada por dicha institución centenaria como (parafraseando a otro presidente, quien después la utilizó en su campaña, Agustí Montal) quelcom més que una crisi, (algo más que una crisis).

Ricardo Gómez Díez
es dircom especializado en Reputación y profesor del Máster de Comunicación Corporativa e Institucional de la UC3M