La carta a la ciudadanía no es para usted

Pedro Sánchez

Quizás usted pensaba que pertenecía a ese grupo genérico abstracto llamado «ciudadanía» y, por tanto, que era receptor de esta nueva misiva epistolar con la que el presidente del Gobierno nos ha congratulado a todos los miembros de esta gran nación.

Lamento decírselo, si está leyendo OKDIARIO es porque es un facha y entonces no le toca. Cosas de la España moderna: o sanchista o fascista. La moderación cada vez va mejor.

Le decía que usted no es el receptor de esta carta 2.0 que seguramente le aburra, le parezca una cursilada obscena e incluso le genere repulsión semejante acto de violación de la separación de poderes en la que se insulta a la judicatura porque ha osado plantear que el puto amo también tiene que someterse a los designios del Código Penal, que desde hoy también es facha. Pero si tiene todos esos sentimientos no piense que es porque Sánchez ha errado en su misiva y su estrategia es ridícula, a usted el movimiento le parece absurdo porque en ningún caso va dirigido a nosotros.

Los receptores de la carta, que gentilmente son llamados «ciudadanía» en un eufemismo a la altura del personaje, son los miembros de la sanchosfera. Es decir, todos aquellos que odian más al PP de lo que aman a España.

En ese grupo variopinto y heterogéneo caben desde la extrema derecha separatista a la extrema izquierda comunista, por supuesto, pasando por los nadies de en medio. Gente que en muchos casos serán buenas personas que simplemente no comparten la idea de país de la derecha, probablemente su economía o su visión de la familia. Lo que sea. Personas a las que, en condiciones normales, les parecería una aberración que la mujer del presidente del Gobierno se aproveche de su condición para hacer negocios privados y lucrarse con ellos. Vecinos de cualquier lugar de esta gran nación cada vez más rota que creen que eso de la separación de poderes conceptualmente está bien, que no hay nadie por encima de la ley y que si los suyos llegaron al poder por una moción de censura contra la corrupción lo lógico y obvio es que sean al menos tan ejemplares como permita la tragadera media de un socialista cualquiera.

Pedro Sánchez les manda una carta para conseguir tres objetivos. El primero, que el relato de la conspiración judeomasónica contra él por ser el líder del mundo libre cale lo suficiente como para generar una duda razonable sobre si las acusaciones contra su esposa son ciertas y las actuaciones procesales son justas. El segundo, que todos los que odien a la fachosfera entiendan que la forma más eficaz de fastidiarles es votarle a él. El tercero, liderazgo y control.

El presidente del Gobierno no quiere convencernos a nosotros de que las acciones de su mujer son una sinvergonzonería, porque nuestra opinión le da igual. No hay nada que pueda hacer para que mejoremos nuestra opinión sobre él y lo sabe: por eso nos ignora. Su foco son los suyos: los amarrados y los potenciales. Los que, si unen su voto en torno al PSOE, le darán una victoria electoral el domingo que va a aprovechar para aniquilar políticamente (y ya veremos si judicialmente) a todo aquel que se haya movido para no salir en la foto.

La carta es una obscenidad, pero da exactamente igual. Va a conseguir su objetivo con ella, que es masacrar electoralmente a Sumar, restarle fuerza a Podemos y movilizar a la rojosfera para que vaya a votar. La cursilería es cierta y el mal gusto es casi más una cuestión de pereza que de estilo, pero en cualquier caso es efectivo. Para los suyos, que son los que le importan.

Pero ahora centrémonos en nosotros. En los que creemos que España no merece ser humillada por una sarta de delincuentes prófugos de la Justicia, una Barbie Pasionaria y una panda de perdedores independentistas alrededor. O empezamos a entender que todos los miembros del bloque de la resistencia son válidos, necesarios y blanqueables para conseguir echar al sátrapa desde la radicalidad de la defensa de la libertad o, como nos pongamos exquisitos en la pureza liberal de la causa, vamos a tragar sanchismo hasta el día del juicio final. Y a mí, por lo menos, ya se me está empezando a atragantar.

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