Opinión

Aterroriza como puedas

Los atentados de Cataluña siguen retumbando en los medios de comunicación después de varios días. Igual que en otras ocasiones similares, no ha faltado el aluvión de mierda tanto en redes sociales como en periódicos de toda índole ideológica; que si es la guerra contra Occidente, que los moros esto, que los moros lo otro, basura que se escupe desde la boca de tertulianos y periodistas, de escaso calado intelectual pero con un poso de odio que no puede si no llevarme a preguntar qué hemos hecho para merecer tanta estupidez. El exhibicionismo de los usuarios en Twitter, Facebook y otras plataformas ha convertido estos atentados en especialmente repulsivos.

Duele comprobar la vileza de muchos que, con la excusa del “pasaba por allí”, han destrozado lo único que les quedaba a las víctimas: la dignidad del último momento. Además de los minutos de silencio, del “Todos somos —rellene con lo que toque—”, de los especiales informativos y “mi cobertura es mejor que la tuya”, otro clásico tras desgracias como la de Barcelona es la reunión del Pacto Antiterrorista. Veremos si este último encuentro sirve para algo. Mientras tanto, se rellenan páginas y más páginas cuestionando si un partido firma o no este pacto, o si el partido de más allá decide ir a la manifestación de la mano de su adversario. Desgraciadamente, ese es el nivel.

Parece que el líder de la célula es el imán de Ripoll. Desde diferentes tertulias, se vuelve a remarcar la peligrosidad del credo islámico y sus sanguinarias enseñanzas. Si creen que el Corán es violento, no seré yo el que diga lo contrario, pero les animo a leer la Biblia, que es otro manual de crueldad y destrucción, especialmente el Antiguo Testamento; si tomáramos los relatos al pie de la letra, en este perro mundo no iban a quedar ni cuatro. El problema no son los libros, sino aquellos que deciden convertirlos en sagrados. Una vez más, la educación es la única vía para evitar que chavales jóvenes acaben convirtiéndose en asesinos por hacer caso de lo que dice un charlatán. Nadie está a salvo: los musulmanes son los que más sufren el terrorismo yihadista. En países como Irak, Afganistán, Siria o Palestina los muertos por esta clase de atentados se cuentan por miles cada año, pero en aquel mundo extraño, tan lejano de nuestros centros comerciales, las víctimas nos parecen de quinta categoría.

Celebro que la comunidad islámica haya salido a las calles para clamar contra la barbarie, e igualmente modélica fue la respuesta de los vecinos de Barcelona el viernes, echando de la manifestación a los neonazis que aprovecharon la ocasión para difundir sus mensajes fascistas. No nos queda otra que luchar contra el odio. Desde luego, será muy complicado frenar este yihadismo del “mata como puedas y con lo que tengas a mano”. El terror contemporáneo es improvisado, desorganizado, casi doméstico en sus formas, pero igualmente letal. Nos piden que no tengamos miedo, pero, ¿cómo se hace eso? Tener miedo es inevitable, sin embargo hay que seguir saliendo a la calle como si una tragedia de esta naturaleza nunca más se fuera a producir.