Opinión

Aragonés se ve perdedor

  • Xavier Rius
  • Periodista y cofundador del diario E-notícies. He sido redactor en La Vanguardia y jefe de sección del diario El Mundo. Escribo sobre política catalana.

Pere Aragonés se ve perdedor. Si no, no se entiende su insistencia por hacer un debate a tres con Illa y con Puigdemont. Lo propuso el sábado. Y el domingo volvió a pedirlo. Illa ya lo ha rechazado. El que va primero no acepta debates.

Junts, por su parte, ha propuesto un debate en la ciudad francesa de Perpiñán -la Catalunya nord que dicen ellos. Bueno, Puigdemont dispara por elevación. Este mismo martes, en una larguísima entrevista en Rac1 -más de una hora-, ha dicho que con Salvador Illa, no; que él quiere debatir directamente con Pedro Sánchez.

Ya puestos que lo modere Tomàs Molina, el hombre del tiempo de TV3 que se presentará con ERC en las europeas. El anuncio ha provocado malestar hasta en los trabajadores de la cadena. Ya tienen fama de ser la tele de Esquerra. Sélo faltaba ahora esto.

La verdad es que el balance que puede ofrecer Pere Aragonés es muy escaso. Como obra de gobierno, la educación gratuita de cero a tres años y la retirada del amianto, un material tóxico. Como si no hubiera otras cosas más tóxicas en la Cataluña actual.

Es tan escaso que ni el día que convocó elecciones ni después ha hecho balance alguno de su obra gobierno. Eso que lo que suelen hacer los presidentes salientes que se vuelven a presentar.

Illa aspira a sacar 40 escaños o más -ahora tiene 33- aunque en este caso todavía se quedará corto porque la mayoría absoluta en la cámara catalana está fijada en 68.

Empieza a cundir la sensación de que las elecciones no arreglarán nada y de que habrá que volver a elecciones. Es una de las consecuencias del proceso: ha dejado un mapa político fracturado y una Cataluña ingobernable. Bendita herencia.

Tradicionalmente, los Comunes han sido la muleta de los socialistas. Como ya pasó con los dos tripartitos (2003-2010). Pero tras tumbar los Presupuestos por el Hard Rock y con previsiones a la baja no está nada claro su papel. En este caso querrán sacar pecho y vender cara su piel.

Mientras que el panorama en Esquerra es menos halagüeño todavía. Si Aragonés no gana, que difícilmente ganará, o incluso queda tercero, ¿qué hará? ¿Irse a casa a sus 41 años a cobrar el 80% del sueldo durante cuatro años? ¿Y luego qué? Todavía la falta para la jubilación y la pensión vitalicia.

No hay precedente de que un ex presidente de la Generalitat derrotado siga en la oposición. Montilla tuvo que irse a casa en el 2010. Y Mas se inventó la lista del presidente en el 2015 -luego bautizada como Junts pel Sí- porque si perdía tenía que salir por la puerta de atrás. Al final tuvo que irse a casa, en efecto, pero por presiones de la CUP.

A Aragonés, a pesar de su acceso al cargo en el 2021, todavía me cuesta verlo de presidente. Quizá porque le conozco desde hace años. O, más exactamente, lo he seguido. Desde que era el líder de las JERC, las juventudes de Esquerra Republicana. Aunque, la verdad, no me acostumbro. A pesar de que se dejara barba como Pablo Casado. Y vaya siempre con el traje abrochado.

Hay una foto de él, que luego se hizo viral, con un cartelito en plan «Espanya ens roba» (España nos roba), que se la hice yo durante una rueda de prensa hace años. Es también uno de los activistas que se encadenó a la sede de la Cope en noviembre del 2005. Aunque iban con máscaras para tapar su rostro.

Con semejante pedigree, en el 2006 entró ya de diputado en el Parlament. Un poco de rebote porque ERC sacó entonces 21 diputados, 11 de ellos por Barcelona. Él era el duodécimo. Pero acabó entrando porque uno que iba por delante, Josep Huguet, fue nombrado consejero y dejó el acta.

Con Oriol Junqueras se habían conocido en el 2004. Pere Aragonés lo invitó a un acto de las JERC cuando era sólo un historiador mediático. Cinco años después sería el candidato para las europeas del 2009. Y en el 2011, tras la dimisión de Joan Puigcercós, asumió la presidencia del partido.

Junqueras es un caso único de pasar de independiente a presidente del partido en menos de dos años. Por cierto, lleva más de 13 en el cargo y, prisión aparte, no ha conseguido ninguno de los objetivos propuestos. Quizá que vaya planteándose dejarlo y dar paso a nuevas generaciones.

Luego el líder de ERC lo apadrinó: el 19 de enero del 2016 lo nombró secretario de Economía del Departamento que él mandaba: el de Vicepresidencia, Economía y Hacienda.

Había dos patas más en esa consejería: Josep Maria Jové, secretario general de la consejería. Y Lluís Salvadó, secretario de Hacienda. Ambos pendientes de juicio si la amnistía no lo remedia.

Con la aplicación del 155, Pere Aragonés ni dimitió ni fue cesado. Como tampoco lo fueron Elsa Artadi, directora general de Coordinación Interdepartmental. O Laura Borràs, entonces una oscura directora de la Institució de les Lletres Catalanes. De hecho, la aplicación del 155 fue como una seda. Ni una dimisión.

Aragonés fue el elegido para ser el sucesor de Junqueras. Durante una visita a la cárcel de Estremera (Madrid) el 22 de enero del 2018, le dijo que «si le pasa alguna cosa a ella -en alusión a Marta Rovira, que estaba presente- te toca a ti».

Supongo que se lo veían venir porque la secretaria general de ERC se fue a Suiza unas semanas después: el 23 de marzo del mismo años. Unos meses antes, el 2 de noviembre, tras el auto de prisión provisional para Oriol Junqueras, dijo aquello de que «lucharemos hasta el final, hasta el final, hasta el final». «No he acabado: lucharemos hasta el final», insistió cuando la interrumpieron mientras hacía declaraciones a las puertas del Supremo.

No ha vuelto desde entonces. A la espera de que la Guardia Civil aclare su papel con Tsunami y la ocupación del aeropuerto. Como Ruben Wagensberg, también de ERC. Éste no sólo no dimitió de diputado del Parlament, sino que siguió cobrando las dietas cuando también se fue a Suiza.

Aragonés sólo vio cuestionar un poco su liderazgo en las primarias de Esquerra del 2019 para elegir candidato a la Generalitat. Roger Torrent hizo un amago. Incluso se ofreció a través de una entrevista en El Periódico. Le ha costado carísimo. Lo han dejado fuera de las listas. A pesar de ser el consejero de Empresa.

De hecho, pasó de presidente del Parlament a consejero de Empresa -algo inaudito: no se había visto nunca- porque estaba imputado por desobediencia. Pero el TSJC absolvió a toda la mesa en el 2022. No le ha servido ni haber sido espiado su teléfono a través de Pegasus. Pese a que hizo un libro para contarlo. Ahora se lo han quitado de encima. Las revoluciones devoran a sus hijos. Es ley de vida.