Opinión

El aparato sanchista de difamación

El odio al despotismo y el amor por la libertad son pasiones que han unido a los españoles. Lo cual explica que Sánchez sea detestado y que, una gran mayoría, sueñe con verle fuera de la Moncloa, cuanto antes, mejor. Los agitadores marxistas que reclutó dicho patán para formar una coalición amoral, tan dada a los abusos, ahora traicionan a su líder de pacotilla. ¿Acaso el iluso esperaba que fueran a serles fiel, siendo estos los primeros que saltan del barco cuando se hunde, sin remedio? El tirano va a quedarse solo frente a unas elecciones que lo harán añicos. Su pellejo no vale un peine, ni cotiza en bolsa. Está más muerto que vivo después de la continua tortura fiscal y demás tropelías a las que ha sometido a los ciudadanos. Ya nadie le cree.

En las elecciones de 2023 no valdrá todo, aunque el aparato sanchista de difamación piense que sí y difundirá calumnias y patrañas intentando infamar a Feijóo, Ayuso y Abascal, sin omitir la posibilidad de un pucherazo, o lo que haga falta, para mantener en el poder a un déspota disoluto que ve como cada día, baja más en los sondeos y no le cabe otra solución que practicar su deporte favorito: mentir. Pero ni por esas sacará su guapo cadáver del sarcófago. Hoy es un presidente extinto, afortunadamente, para los españoles. Será recordado por la ruina que trajo a nuestra nación y a sus habitantes. Que el diablo lo acoja en el reino de las sombras, si todavía le quedan plazas libres para recibir a un sucio fullero.

Repasemos las muchas injusticias cometidas por este tirano. Deja a los autónomos en riesgo de pobreza extrema, a la Policía y a la Guardia Civil sin los emolumentos prometidos, a toda la gente del campo y de la pesca sin ayudas, a los damnificados por el volcán de la Palma con un palmo de narices, a los pensionistas bajo mínimos, a los del Imserso sin viajes, a los del paro igual que están, a los funcionarios cabreados, a los transportistas en la miseria, a los sanitarios sin aumentos, a los jóvenes sin expectativas, a las familias empobrecidas, etc., mientras él y sus secuaces se ventilan millonadas en chorradas. Encima, el muy zafio, se tira el pegote de ser el protector de los pobres.

Miles de millones obtenidos con nuestros impuestos, podrían haber aliviado las penurias de los necesitados, pero el tirano prefirió cederlos, a fondo perdido, a los golpistas catalanes e hijos de ETA, para contar con sus votos y seguir durmiendo en palacio. La inseguridad y la envidia, rasgos que definen a este ególatra inculto, liberan, de forma tormentosa, su odio hacia el jefe del Estado. Apoya que los insultos a Felipe VI, a la bandera y a la nación sean despenalizados, por antojo de la turba que nos gobierna. El PP, a través de Eloy Suárez, explicó en el Congreso que «es otra cesión de Sánchez a sus socios, que odian a España, un giro de 180 grados del PSOE y un paso más del Gobierno Frankenstein para desguazar la España de 1978». Menos mal que el tirano paranoico tiene los días contados. Tener que soportarlo fue un mal sueño.