Los animalistas sí pueden mentir, pero tú no
"Los animales no tienen derechos. De cajón. Pero si uno dice esto hoy públicamente en cualquier foro o medio de comunicación, lo más probable es que lo lapiden"
"Si nadie hace nada para desenmascarar al fanático, es muy posible que el honor y la imagen de los zoos españoles y europeos queda manchada para siempre"
El escándalo ha saltado, como siempre, en pleno agosto, a falta de noticias de más calado. Es lo que se conoce como serpientes de verano, donde se buscan contenidos hasta debajo de las piedras para poder rellenar las portadas y cabeceras de la prensa ante el parón estival.
Atentos a estos dos titulares de los últimos días, casi casi consecutivos, y muy relacionados el uno con el otro:
- Animalistas critican el sacrificio de doce babuinos en el zoo de Nüremberg y advierten: también sucede en España
- Un zoo de Dinamarca pide mascotas sanas no deseadas para alimentar a sus tigres y leones
Proyecto gran simio
Resulta que el capo en España de la organización PGS (Proyecto Gran Simio: sí, sí, esa ONG avalada por Zapatero que quiere dotar de derechos humanos a gorilas, chimpancés, orangutanes y bonobos), el señor Pedro Pozas Terrados, acaba de volver a exigir, muy indignado él ante el sacrificio por culling de doce papiones en el zoo de Tiergarten (Nüremberg), la expulsión de ese parque de la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA).
Además, reclama la prohibición de la cría y clausura por ley de todos los zoos de España -y de Europa, y del Mundo y de la galaxia-, y, su transformación en centros de recuperación y rescate para sólo especies autóctonas; algo que los Eco Veggie Animalistas (en adelante, E.V.A.) intentaron con la Ley de Derechos Animales 7/2023, pero que al final no consiguieron.
Dice el tal Pozas, (siempre inasequible al desaliento), que ha preguntado a la Unión Europea si, independientemente, existe algún aval científico institucional ajeno a los zoos europeos que pueda avalar sus proyectos de cría de especies en peligro de extinción, y que por lo visto le han respondido que, salvo el aval de los propios científicos de los zoos, pues que no existe nada de eso.
Así pues, como los científicos y conservadores de los zoos no le parecen suficiente aval a Pozas, y a modo de medidas cautelarísimas mientras se materializa su estrambótica exigencia de cierre de los parques, pues exige también la elaboración urgente de un Reglamento específico para la Ley de Zoológicos en España, que data del 2003 y que, según él, ya estaría «desfasada». Por pedir que no quede. Niño que no llora, no mama.
Y todos estos perro-flautas, de mamar… saben mucho. De hecho, es de lo único que saben: vivir del dinero de los demás y no dar palo al agua en su vida.
Mascotas de comida a los leones
El segundo titular hace referencia al Zoo de Aalborg, en Dinamarca, que acaba de hacer pública en su web una práctica común y tradicional en casi todos los parques de Escandinavia: pedir mascotas o animales de granja sanos y no deseados, para alimentar a sus depredadores: esto es, lobos, linces y demás felinos.
La subdirectora del centro asegura que es algo normal entre los daneses el donar animales como gallinas, conejos, cobayas y hasta caballos que vayan a ser sacrificados, para así alimentar depredadores de forma natural.
Perros y gatos no, sólo herbívoros. Claro, la petición, ha levantado una polvareda de críticas en medios y redes entre todas las mentes bienpensantes del wokismo occidental, engrosando artificialmente la polémica de los doce papiones sacrificados en Nüremberg y la exigencia del inefable de Pedro Pozas, siempre al olor de sangre que le ayude a arrimar el ascua a su sardina: la causa anti-especista, y de prohibición de los zoos.
El negocio de los derechos animales
Los animales no tienen derechos. De cajón. Pero si uno dice esto hoy públicamente en cualquier foro o medio de comunicación, lo más probable es que lo lapiden. Nunca una mentira repetida tantas veces había acabado teniendo tal veracidad como esta. Gran parte de la sociedad occidental de hoy en día cree que sí, que los animales sí tienen derechos.
Y no sólo los ciudadanos de a pie, sino también periodistas, abogados, políticos y hasta jueces, tal es la eficacia de los principios de Goebbels. Pero no: sólo las personas tienen derechos. Y los tienen porque aparejados a ellos, también tienen obligaciones.
Y entre esas obligaciones, está precisamente la de cuidar de los animales y su bienestar (obligación esta, extensible a la plantas y a todos los recursos del planeta). No hay derechos sin obligaciones, y para ello, el sujeto de derecho tiene que poder razonar y entender conceptos como el bien y el mal. Algo imposible para un animal.
No se le puede pedir a un tiburón que deje de comer atunes porque éstos sufren y eso está mal, y que predique esto mismo a sus congéneres. Ni a una araña comerse una mosca, ni a un halcón comerse una paloma, ni por supuesto a un león comerse un ñu.
Depredación como motor de vida
La depredación es el motor que permite la transformación de la energía en nuestro planeta azul. Sin muerte, no hay vida, y esta realidad es algo que cortocircuita los sensibles cerebros de los veggie animalistas.
Ellos enseguida intentan cambiar las leyes de la Naturaleza lanzándote su argumentario ideológico de que, un recién nacido o un adulto en coma, no tienen obligaciones, pero sí derechos; falsedad estratosférica ésta, pues el menor si tiene obligaciones delegadas en su padres hasta la mayoría de edad, y el comatoso, esperándole a que despierte.
O si no, van y te plantan la falsa Declaración Universal de los Derechos Animales firmada supuestamente por la UNESCO en el año 1978. Una Declaración, que nunca ha emitido ni rubricado dicho organismo internacional, pero que incluso la IA cree que sí lo ha hecho.
Los zoos, el enemigo a batir
El señor Pedro Pozas que ahora esgrime los derechos de los animales para pedir la cabeza del Zoo de Nüremberg por el culling de los doce papiones, y se indigna ante la petición del Zoo de Aalborg de dar de comer herbívoros enteros a los carnívoros, sabe de la falsedad de la supuesta Declaración de la UNESCO. Pero se la bufa. El fin justifica los medios. Y ese fin, es la imposición de su credo ideológico.
Nada hay más importante que el relato. Y no es la primera vez que se embarca en una cruzada contra los zoos (ni creo sea la última). Lleva toda la vida en este negocio -del que vive muy bien, por cierto-, y casi siempre ganando la partida a sus víctimas.
En Argentina, por ejemplo, los suyos lograron convencer a una juez animalista para que declarara a una chimpancé y a una orangután personas no humanas, y que así, se les pudiera aplicar un “Habeas Corpus”. De esta manera, robaron legalmente a estos animales de dos zoos de Buenos Aires y Mendoza, entregándolos a sendos santuarios de Brasil y EE.UU. (regentados por veggie animalistas, claro). Historia esta, que demuestra el hecho de que, la justicia justa, ciega e imparcial, es una lotería que depende siempre siempre, del juez que te toque en suerte.
Falsa denuncia
La última vez que el señor Pedro Pozas intentó algo así en nuestro país, fue contra el Zoo Acuarium de Madrid bajo la excusa de que, en ese delfinario, se estaba maltratando a los delfines. Y no le salió del todo mal la jugada. Llevaba años atacando a ese parque y denunciándolo por maltrato; un maltrato que sólo estaba en su cabeza de ultra, claro, motivo por el cual siempre sus demandas acababan archivadas.
Pero con los delfines fue distinto. Un día de junio del 2019 Proyecto Gran Simio (PGS) presentó ante el SEPRONA una denuncia por presunto maltrato de los cetáceos del zoo madrileño. Lo hizo espoleado por la omnipresente organización Sea Shepherd, que andaba investigando a varios zoos y acuarios del mundo. Entre ellos el de Madrid.
Pedro Pozas recogió el guante, y armado de un informe veterinario, aseguraba que dos delfines del parque español presentaban ulceraciones dérmicas, problemas oculares y heridas en los hocicos, y que aún así, se les obligaba a participar en espectáculos públicos antinaturales.
Por todo ello, Pozas interpuso denuncia ante el SEPRONA por la comisión de un supuesto delito de maltrato animal recogido en el artículo 337 del Código Penal y el posible incumplimiento de varios artículos de la Ley 31/2003 de 27 de octubre sobre conservación de fauna de origen silvestre en los parques zoológicos.
Ni rastro del delito
Tanto el SEPRONA como las autoridades competentes de la Comunidad de Madrid realizaron una profunda inspección al zoo madrileño, no encontrando ninguna prueba del supuesto delito de maltrato animal.
Todo estaba en orden, por lo que la denuncia fue archivada y desestimada desde el inicio al carecer de fundamento, no comportando así mismo ninguna sanción penal o administrativa ni corrección alguna que hacer.
Agustín González, el veterinario que le firmó el informe de maltrato a Pozas, acabó reconociendo que había sido engañado, que desconocía que su firma iba a ser utilizada para una denuncia penal por maltrato animal, que no era un experto en cetáceos, que no tenía experiencia con ellos sino sólo con mascotas corrientes, y que no había visitado ni contactado al zoo (tampoco lo hizo PGS) ni chequeado a los animales en vivo: tan sólo por foto.
Aún así, recomendó en su informe el aislamiento de un animal social como es un delfín, contra el criterio fundado de los técnicos de la CAM, del SEPRONA y de la propia IAZA. Motivos todos por los cuales, acabó siendo expedientado y sancionado por el mismísimo Colegio de Veterinarios de Málaga al haber infringido diversas obligaciones deontológicas. Pero el mal, ya estaba hecho, y la imagen y reputación de uno de los mejores zoos de Europa, en entredicho. Miente, que algo queda, como se suele decir.
El zoo se defiende
Dado que el archivo de la causa dejaba claro que las instalaciones y los cuidados de Zoo Acuarium de Madrid eran los adecuados no existiendo la más mínima irregularidad, y pese a que era más que evidente también que los delfines Lala y Guarina estaban perfectamente atendidos, Pozas y PGS jamás publicaron en sus redes que la denuncia por maltrato había sido archivada, a pesar de la relevancia para el derecho al honor del Zoo de Madrid de informar de algo así.
Todo muy en la línea del Sr. Pozas, claro, ya que en las ocasiones anteriores en las que también se archivaron sus denuncias por infracción administrativa de maltrato, él nunca publicó en sus redes nada al respecto.
Daño ante la opinión pública
Así las cosas, y con su imagen seriamente dañada ante la opinión pública, Zoo Acuarium de Madrid como persona jurídica interpuso demanda contra PGS por intromisión ilegítima en el derecho al honor del parque. No por el estado de salud de los delfines ni por ningún supuesto maltrato animal, sino por atentado contra la honorabilidad del parque.
Una mera afección ocular o cutánea en animales -o personas-, no implica necesariamente la existencia de ningún maltrato, y eso, la justicia, ya lo había dejado meridianamente claro. Así pues, el asunto era otro.
Impacto mediático
Zoo de Madrid entendió que lo rechazable era que, a sabiendas PGS de que no podía imputarle directamente un delito de maltrato inexistente (delito de calumnias), sacara pecho en los medios de comunicación de que había denunciado al zoo por maltrato animal para así lograr un impacto mediático, publicitario, y por tanto… económico. Que ese, es el quid de la cuestión: Follow the Money. Siempre.
Porque todas estas organizaciones E.V.A. viven de las cuotas de los socios, las subvenciones, y el limosneo a base de PayPal, Bizum, Teaming, Crowfunding, apadrinamientos varios y merchandising de todo tipo. Es el negocio del llanto y de la pena amparado en unos pobrecitos animales que supuestamente no tienen voz ni quien los defienda. Un negocio redondo en estos tiempos que corren.
Honor frente a libertad de prensa
En la balanza de la Justicia se ponderaban en ese momento dos derechos básicos en conflicto: el del honor de una persona jurídica como era Zoo Acuarium de Madrid, y por el otro, el del derecho a la información de PGS.
¿Y qué cree usted, mi querido y paciente lector que pasó? Agárrese los machos, porque lo va a necesitar. Pues pasó que, por un lado, PGS nunca recogió las citaciones (en su línea habitual también), y por el otro, que el juez vino a decir más o menos que las ONG’s como PGS, tenían derecho a mentir en aras de la libertad de información. Así, resumido.
La increíble sentencia, dejó claro que el derecho al honor en una persona jurídica siempre era menor al de una persona física (art. 18 de la Constitución), y consideraba además que una denuncia penal «no constituía un acto de imputación lesivo para el honor», siendo así que «el descrédito que toda denuncia lleva aparejado no es bastante para apreciar la existencia de intromisión».
A vueltas con la libertad de información
Así mismo, el Poder Judicial apuntaló la sentencia con una nota en la que decía que «la prevalencia de la libertad de información de la asociación PGS partía del hecho probado de que había publicado una información veraz, apoyada en fuentes contrastables (el informe veterinario basado en fotografías).
A continuación, procedía a aclarar que «el concepto de veracidad es un concepto asimismo legal, que no exige que la información sea cierta ni correcta, sino sólo que se haya empleado la diligencia exigible para contrastarla (puede haber por tanto información veraz legalmente, pero errónea o falsa)».
Información y libertad de expresión
La sentencia estimaba por tanto que, aunque no hubiera existido maltrato, la noticia había sido veraz por ser cierto que la denuncia había sido presentada por PGS, y porque la demanda y su divulgación se habían fundado en el informe de un veterinario, lo que a priori suponía una actuación diligente de PGS.
El mismo tipo de denuncia y divulgación, por cierto, que años atrás, desembocó en el suicidio del más insigne de los expertos en delfines de este país, José Luis Barbero, acusado falsamente también de maltrato por parte de los E.V.A.
Tanto en aquel caso, como en este del Zoo de Madrid, los jueces entendieron que, el derecho de información y la libertad de expresión por su dimensión institucional y esencial importancia en una sociedad democrática, debía prevalecer sobre el derecho al honor de una persona, en este caso física. ¡Toma ya!
Estas son las leyes que tenemos y algunos de los jueces que las aplican. Y con denuncias, en este caso a PETA, por parte de otros parques de contrastada reputación como por ejemplo Loro Parque de Tenerife, pasó tres cuartas de lo mismo: se probó la falsedad de una acusación de maltrato de orcas en el 2017, pero el juez sentenció que la ONG tenía bula papal para poder mentir a destajo amparada en la libertad de información y una voluntad altruista de servicio público.
«También sucede en España»
Bien, pues ahora estamos en las mismas: Pedro Pozas Terrados, mintiendo como si no hubiera un mañana, y atentando contra el honor y la buena imagen, no de un zoo en concreto, sino contra todos los de España y Europa. ¿Recuerda el primero de los titulares con el que abríamos esta columna?: «Animalistas critican el sacrificio de doce babuinos en el zoo de Nüremberg y advierten: también sucede en España».
A mi juicio esto es muy grave, y debería de levantar en armas tanto a la Asociación Ibérica de Zoos y Acuarios (AIZA) como a su homóloga europea (EAZA). ¿Cómo que expulsar al Zoo de Nüremberg del sello de los zoos europeos? ¿Cómo que en España también pasa?
Control máximo en los zoos
En España, Sanidad y la propia IAZA mantienen unos protocolos sanitarios y normas de seguridad muy diferentes a los zoos del centro y norte de Europa. Aquí, cultura y tradiciones son distintas.
Aquí, no se alimenta con cadáveres enteros y recién sacrificados a las fieras -ni mucho menos con mascotas desahuciadas-. Aquí, se practican las necropsias pertinentes y luego, van los restos a congeladores para después incinerar. Aquí, toda la alimentación de carnívoros procede de empresas especializadas en alimentación para animales de zoo, que proveen de carnes, piensos pescados…
Todo homologado y controlado al máximo, y sujeto a inspecciones regulares. Los zoos tienen que comprar a proveedores certificados con control de calidad. Por ley. Tanto es así, que cuando se necesitan pieles o huesos para mantener en forma la dentadura y musculaturas de los carnívoros, tienen los zoos españoles que pedir permisos especiales y autorizaciones para usar, y luego eliminar, esos subproductos animales no destinados para consumo humano (SANDACH).
No todo vale. Pozas y PGS (junto a la Federación DEAN) mienten públicamente otra vez sobre los zoos y acuarios españoles. Y si nadie hace nada desmintiendo esto, la gente creerá las mentiras. Sólo basta con repetirlas muchas veces. Quien calla, otorga.
El negocio del llanto y de la pena
Los zoos y acuarios son empresas de ocio, en su mayoría privadas, que generan riqueza (lucro) porque cobran y/o facturan, por unos bienes, productos o servicios, como son en este caso el disfrute y divulgación medioambiental de unas colecciones zoológicas. No las controlan ni los ecologistas, ni por supuesto los vegano animalistas.
Los refugios, protectoras y santuarios en cambio… sí. Ellos los montan y ellos los regentan. Los ingresos de esos lugares, sí los controlan ellos, y sí son ellos los beneficiarios.
Ingresos estos, que pueden ser como digo, a base de subvenciones públicas, o donaciones tipo PayPal, Bizum, Teaming, Crowfunding, campañas de apadrinamientos, etc… (incluso taquilla; que a veces, algunos de estos recintos también te cobran por entrar a ver).
Claro, habiéndose montado ellos su propio medio de vida -para el cual encima no les hace falta ningún tipo de formación más allá del activismo político-, pues normal que luchen por arrimar el ascua a su sardina. Les van las lentejas en ello.
Los malos malísimos de la película
Así las cosas, los zoos siempre serán los malos malísimos de la película en estos tiempos mediocres que vivimos (maltratadores, esclavistas y mercaderes de animales de los cuales lucrarse), y ellos en cambio, los E.V.A, seres de luz que se dejan la vida por unos animales supuestamente rescatados de las garras del especismo.
Por ello nunca les servirá ningún zoo como destino final de cualquier animal necesitado de acogida. Porque no ganan. Las dos orcas y doce delfines acorralados del sur de Francia son buen ejemplo de ello. En sus chiringuitos en cambio… sí.
Y como esta es su profesión y están fuertemente subvencionados desde Europa, pues tienen a gran parte de la opinión pública de su parte a base de millonarias campañas de publicidad y marketing en todos los medios. La buena prensa la tienen ellos, y la peor de las imágenes, los zoos y acuarios. Lamentablemente, es así: la guerra publicitaria de la opinión pública, la van ganando de momento los fanáticos.
En busca de justicia
Aquí lo que se juega, no es la conservación o el bienestar animal: lo que se juega de verdad, es el Humanismo en su más pura esencia, y el derecho y la libertad del ser humano de aprovechar los recursos naturales del planeta (minerales, vegetales o animales) de la forma que mejor considere. Es decir, la forma tradicional de nuestra cultura y civilización occidental de relacionarse con los animales bien sea esta relación por ocio, consumo, tradición, cultura o negocio.
Pedro Pozas, PGS y la Fundación DEAN mienten de nuevo, sin pruebas, sin denuncia esta vez, pero eso sí, bajo el paraguas de toda esa prensa que hoy, hemos acordado en llamar la sincronizada. Es un altavoz muy potente. Dañino para la reputación de cualquiera.
Si nadie hace nada para desenmascarar al fanático, es muy posible que el honor y la imagen de los zoos españoles y europeos quedan manchados para siempre. Y si se crea la suficiente tendencia social en la opinión pública, muy probablemente y más temprano que tarde, los zoos y acuarios tal y como hoy los conocemos, tengan que echar el cierre a sus instalaciones (como ocurrió con los circos).
Ley de Derechos Animales
Lo intentaron los E.V.A. como digo hace dos años con la Ley de Derechos Animales: cerrar los zoos. No lo consiguieron. Es posible que, con una opinión pública más favorable a sus soflamas, en futuro inmediato tuvieran más suerte. Quien sabe.
Lo que sí sé es que, si de mí dependiera, Pedro Pozas y PGS volverían a sentarse en el banquillo las veces que hiciera falta, hasta dar con un juez con dos dedos de frente que interpretara que no todo vale en aras de la libertad de información, y que las ONG’s no tienen patente de corso para mentir a sabiendas. Y mucho menos, cuando detrás de esas mentiras… esconden negocios millonarios.
Mientras ese día llega, sanguijuelas de algunas ONG’s seguirán sangrando y martirizando a los españoles de bien, hasta que el corrupto que los subvenciona desde arriba, dimita, o sea hundido en las urnas. De nosotros depende que, en el solar patrio, no nos dejen más que escombros.
Álex Lachhein es naturalista y divulgador ambiental
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