La guerra de las ballenas
"La realidad de los santuarios de cetáceos hoy en día es puro humo. Un negocio de unos pocos"
"Si existieran los santuarios de cetáceos, ¿funcionarían? La experiencia nos indica claramente que no"

Saltaba la noticia en enero pasado: el parque Marineland de Antibes (Francia), se veía obligado definitivamente a cerrar sus puertas ante la entrada en vigor de una ley prohibicionista promovida por los Eco Vegano Animalistas (en adelante E.V.A.), que impedía a ningún zoológico o acuario francés el mantener cetáceos en cautividad.
Marineland Antibes, al ladito de Cannes, en plena Costa Azul francesa, era el mayor oceanario de Europa, y, hasta el momento de su cierre, acogía en sus instalaciones a más de 4.000 animales.
Los propietarios del parque, tras la publicación de la ley, decidieron re-colocar a todos sus miembros, la mayoría, aves costeras, pingüinos, leones marinos y focas; pero… no lo tuvieron tan fácil con sus cetáceos.
Desahuciadas en Francia
En concreto dos orcas (madre e hij0) de 23 y 11 años respectivamente, y una docena de delfines (entre ellos también, dos crías). Se propusieron varias salidas. Una, el enviar los animales a un parque de China y a otro del Japón.
Claro, los E.V.A, sibilinos consejeros de los políticos franceses, se negaron en redondo argumentando a modo de excusa, que Japón estaba muy lejos y sería un viaje muy largo y complicado en avión.
Los políticos, miedosos como siempre al que dirán de las encuestas, les creyeron. La realidad, es que los destinos elegidos eran otros parques zoológicos, lo cual les hubiera roto el relato de su negocio a los animalistas, cuál es, el de cerrar todos los zoos del mundo y liberar a sus animales de una supuesta esclavitud en sus maravillosos santuarios, y, de este modo, lucrarse ellos en monopolio exclusivo y de nadie más.
La opción española
Así las cosas, la ministra francesa competente sugirió que, si el problema era la distancia, España estaba aquí al lado y encima, nuestro país contaba con las mejores instalaciones de mamíferos marinos de toda Europa en un total de once. Nadie en la UE, tenía (y tiene) más acuarios y delfinarios que España.
Los E.V.A. tampoco estaban de acuerdo, pero, la ministra, viendo ya que tenía una patata caliente entre las manos, se puso en contacto con la ministra de Ciencia y Universidades española, y así estudiar la posibilidad de que, tanto las orcas como los delfines, pudieran recalar y jubilarse en nuestro país.
Se señalaron entre otros al Loro Parque de Tenerife, Selwo Marina en Benalmádena, Marineland de Barcelona y al ZooAquarium de Madrid. Los chantajes no pararon desde todos los frentes E.V.A. tanto franceses como españoles, incluidas las presiones de ONG’s como One Voice, Whale Sanctuary Project y Sea Shepherd, con su reclamado capitán Paul Watson a la cabeza (y cuando digo reclamado, es porque tiene orden de busca y captura por la Interpol).
Rechazo de España
Estaban los E.V.A. en feroz oposición a que los cetáceos pudieran viajar a cualquier parque español, porque, en España, ya se sabe, somos los más malos del mundo y la leyenda negra sigue hoy muy viva: tenemos toros, tenemos circos, tenemos caza y pesca, tenemos granjas y ganaderos, tenemos zoos, tenemos galgos colgando de los árboles, somos más carnívoros que nadie y, además, tenemos más delfinarios que cualquiera. Unos apestados planetarios, vamos.
Aquí, nuestra ministra, tras la petición francesa, decidió asesorarse del consabido comité de expertos Spanish style, y preguntar al CSIC. Y éste, respondió a la ministra a través de sus técnicos, que le indicaban que España no cumplía con ninguno de los protocolos internacionales de laminación, volumen, profundidad o filtrado de agua recomendados para el correcto mantenimiento de cetáceos en cautividad.
Esto, enfureció a la ministra francesa, deseosa de quitarse las orcas y delfines de Antibes de encima, y la enfrentó con su homóloga en Madrid, de muy diferente color político, claro.
El negocio del llanto y la pena
Ni que decir tiene que cuando se conoció la respuesta española a Francia, denegando la entrada en España de los animales, hubo dos reacciones enfrentadas.
Por un lado las veggie animalistas del partido animalista PACMA, a las que les faltó tiempo para dar palmas con las orejas por la decisión, toda vez según ellas, que los parques españoles, serían beneficiarios del mencionado traslado, al poder así reemplazar a los cetáceos que se les habían ido muriendo con el tiempo, y, por consiguiente, seguir llenándose los bolsillos a su costa. Como si esos parques, necesitaran a esos animales, lo cual es absolutamente falso.
Por el otro, los parques españoles señalados, que manifestaron públicamente que ellos no habían pedido que les trajeran ningún animal a sus recintos en España, pero que no iban a consentir que desde el Gobierno fueran contando mentiras sobre sus instalaciones cuando todo el mundo sabe que son la pura excelencia del mundo de los oceanarios: en concreto los tanques tinerfeños de Loro Parque por ejemplo, triplican las recomendaciones de la Asociación Europea de Mamíferos Marinos (EAMM) así como su propio protocolo del proyecto de cría.
Tanto es así, que incluso el agua purísima de sus piscinas se extrae de una fosa costera en mitad del Atlántico y es llevada luego en barcos cisterna al parque. Y quien dice Loro Parque en Tenerife, dice Poema del Mar en Gran Canaria, Atlantis en Madrid u Oceanogràfic en Valencia: pura excelencia española en mantenimiento y bienestar de fauna marina.
Santuarios de cetáceos
La realidad detrás de todas las presiones del animalismo hacia el traslado de estos animales a España no es otra que, el fanatismo ideológico de su negocio más rentable: los mal llamados santuarios de cetáceos. Esto es, del dinero. Que todo se reduce al vil metal, o, como dicen los ingleses, follow the money.
Los veggie animalistas lo que quieren, es apropiarse de las dos orcas y doce delfines, para enviarlas luego a un santuario de alguna parte del mundo, y vivir así, ellos, a través de un negocio desconocido para la mayoría de la gente: el de los santuarios de animales rescatados.
La mentira de los santuarios
Cualquier persona normal con dos dedos de frente, al escuchar la palabra santuario, pensaría lógicamente en un lugar donde venerar santos, que eso es lo que es y lo que dicta la lógica y también la RAE.
Sin embargo, sin saber muy bien cómo ni porqué, en los tiempos que vivimos, se llama indebidamente santuarios a unos lugares de titularidad privada y regentados por veggie animalistas, que se dedican al supuesto rescate de animales de abasto (también los hay sólo de rescate de mascotas o de fauna silvestre), con el fin de adoctrinar a la gente en el anti-especismo y contra el omnivorismo.
Rescate de qué, se preguntaría cualquiera. Pues obviamente, rescate de las garras de la gente normal como usted o como yo que come carne, pescado, marisco, queso, embutidos, leche, huevos o miel, y que hace uso de prendas de lana, de seda, de cuero, etc…
Esa misma gente normal que va a los toros, al circo tradicional, al museo de historia natural, que caza, que pesca, que cría ganado, que pastorea, que monta a caballo, que va al zoo, al acuario, a la cabalgata de Reyes o a la tienda de mascotas a comprar un hámster o un periquito para sus hijos. Es decir, la inmensa mayoría de la población.
Supuesto rescate
En realidad decía antes lo de supuesto rescate, porque eso es precisamente lo que se vende al gran público, pero que en realidad la mayoría de esos mal llamados santuarios a lo que se dedican, es, no a ningún rescate, sino al delictivo y mafioso negocio del cuatrerismo
Es decir, al robo de ganado, para luego limosnear por esos animales a través de Teaming, PayPal, Crowfunding, apadrinamientos varios o mercadotecnia de todo tipo, bajo el cuento de que ellos, seres de luz, liberaron a las vacas, cerdos, burros, gallinas, conejos o caballos de sus centros, de un maltrato insoportable por parte de granjeros, pastores o ganaderos; y que claro, necesitan ese dinero que piden, para el mantenimiento de los animales (y de paso, vivir ellos del cuento del llanto y de la pena).
Y no sólo se roban cabezas de ganado, no: también perros y gatos (a veces de unas razas determinadas, para luego venderlos en el extranjero), o incluso como decía, fauna silvestre, bajo la excusa de salvarla de los malos malosos de los cazadores.
Delfines: el origen del mal
¿Y cómo se originó todo este lucrativo negocio? Pues por los delfines. Hace más de 50 años, el que se vendió a la opinión pública como el entrenador de Flipper en la serie homónima de televisión del mismo título de los años 60 del pasado siglo, el señor Ric O’Barry -que previamente adiestraba delfines para la Armada de los EEUU-, vio la luz del arrepentimiento tras haberse llenado previamente -y muy bien- los bolsillos gracias su trabajo como animal trainer, y se convirtió al nuevo negocio del animalismo.
O’Barry fue el padre ideológico de todos los delfinarios del mundo gracias a la serie Flipper, que antes de ella, eran inexistentes. Según O’Barry tras su conversión, los delfinarios que él con su serie televisiva contribuyó a crear hace casi 60 años, eran ahora cárceles para delfines que había que liberar en el océano, clausurando a la vez todos los oceanarios del mundo.
Ric O’Barry no sólo acusó a los delfinarios de ordenar la captura y compra de delfines, sino que en su periplo activista se convirtió en un delincuente, cuando liberó en el mar dos delfines que no eran suyos y a los que hubo que rescatar para que no murieran, y a un tercero que no tenía ni dientes, y que también hubo que salvar de las aguas abiertas del océano. Por ello fue detenido.
Ataques a instalaciones zoológicas
Ocurrió en el 1970 en Isla Bimini (Bahamas). Desde entonces, su carrera delincuencial no ha parado, y sus detenciones, tampoco: fue expulsado de la Comisión Ballenera Internacional por problemático, y desde entonces arrastra a sus espaldas un largo historial de ataques a instalaciones zoológicas de gran reputación y de altísimos estándares.
Es un ex-convicto. En seis ocasiones ha sido condenado por violación a la Ley Internacional de Protección de Mamíferos Marinos. La Justicia ha declarado que las acciones del señor O’Barry causan sufrimiento innecesario a los delfines y su posterior muerte.
Es la fundación de O’Barry, The Dolphin Project, quien estuvo detrás de la película documental The Cove, en la que se denunciaban las matanzas japonesas de Taiji, y en la que se acusaba a los parques marinos de capturar delfines del medio natural.
Salvar la vida de animales
En realidad lo que hacían esos parques era salvar la vida de algunos pocos animales, comprándolos directamente vivos a los pescadores japoneses una vez los tenían en la red. Japón fue precisamente el último lugar en el que O’Barry fue encarcelado.
Pues bien, este sujeto, afincado hoy en Tailandia, promueve la idea de los santuarios de cetáceos como única salida a los mamíferos marinos en cautividad de los oceanarios de todo el mundo. Una idea que se ha publicitado tanto, que la gente ha terminado por creer que es cierta y que funciona. Y nada más lejos de la realidad.
Keiko: una muerte anunciada
No existe ningún supuesto santuario de orcas o delfines en ninguna parte del planeta. Ni proyecto siquiera de que alguna instalación de este tipo pudiera existir y funcionar en un futuro inmediato. Los santuarios de cetáceos, en el único sitio que existen, es en la mente calenturienta de Ric O’Barry, y de los fanáticos veggie animalistas de sus seguidores.
Lo único que a día de hoy existe es el destartalado corral acuático islandés donde firmaron la sentencia a muerte de Keiko. ¿Qué quién fue Keiko? Keiko fue una orca capturada en el 1979 por un pescador islandés cuando era una cría de dos años en aguas de Heimaey (Westmann Island, Islandia),
Luego vivió 11 años en una piscina minúscula del parque marino mexicano Reino Aventura, tras antes recalar tres años en un acuario de Islandia y luego otros tres más en el Marineland de Ontario (Canadá), donde la enseñaron a actuar en shows de delfinario.
Liberad a Willy
Su vida inspiró la serie de cintas de Hollywood Liberad a Willy. Tras las películas la orca se hizo muy famosa y los E.V.A. de todo el mundo (junto al Earth Island Institute, el millonario Craig McCaw y la propia Warner Bros), se pusieron manos a la obra en lo que mejor saben hacer: mentir para obtener dinero.
El 1 de noviembre del 1984 fundan la Free Willy Keiko Foundation, logrando recaudar más de 20 millones de dólares mediante el cuento de que la familia original de Keiko seguiría en las gélidas aguas de Westmann Island, y en espera de que volviera a casa.
Contra la opinión de todos los zoólogos marinos y científicos expertos en cetáceos de la Alianza de Parques y Acuarios de Mamíferos Marinos que dijeron entonces que aquello no podía salir bien.
Proponían que la orca fuera llevada a otro acuario con una piscina adecuada, la cual pudiera compartir con una hembra (Keiko vivía solo en un tanque de seis metros de profundidad y su cuerpo ya medía siete de longitud).
Sin embargo, los del Centro para la Investigación de las Ballenas del estado de Washington (un organismo E.V.A. orientado hacia los supuestos derechos de los animales), decidieron poner a la orca en libertad.
De la pantalla a la realidad
Había que convertir el guion ficticio de la película en realidad. Ese era el negocio. Dicho y hecho. Y la fuerza social fue tal que, en un acto inesperado y sin precedentes, en el 1995, la ballena fue donada por Reino Aventura a la Fundación, tras la presión de recibir más de 1.500 cartas quincenales para solicitar su liberación.
Los dueños del parque mexicano estaban ya irritados con tal exceso de súplicas y propaganda negativa. La idea era enviar a Keiko de vuelta a Islandia, y soltarla en la misma bahía donde casi veinte años antes había sido capturada.
Pero para ello, primero tuvieron que rehabilitarla en una inmensa y costosísima piscina con rocas y agua marina (7,3 millones de dólares) construida al efecto en alianza con el Oregon Coast Aquarium. Hasta allí fue trasladada el 7 de enero del 1996.
Volver a ser una orca
Cuando llegó a Oregón, Keiko experimentó por primera vez en más de catorce años el agua salada del mar (en México vivía en agua del grifo a la que echaban bolsas de sal), sus lesiones cutáneas comenzaron a disminuir y aumentó más de media tonelada durante su estancia allí, ya que al llegar pesaba 3 toneladas y media, cuando lo normal en una orca macho era de 4,6 toneladas.
Un año más tarde, en el 1997, comenzaron a alimentarla con peces vivos, para que aprendiera a alimentarse por sí misma. Nunca aceptó comerlos vivos, y se los llevaba a sus entrenadores. También la enseñaron a bucear y aguantar la respiración.
Después de 18 meses de rehabilitación y diversos estudios veterinarios, se declaró a Keiko lo suficientemente sana y rápida para su puesta en libertad. El 9 de septiembre de 1998, fue transportada por un avión Boeing C-17 Globemaster III, de Newport, a una cala de la bahía de Klettsvik en Westmann Island (Islandia), donde había sido capturada casi veinte años atrás.
Rehabilitación en Islandia
Una cala cerrada por una red. Allí, continuó su rehabilitación con mucha más autonomía, en un recinto vallado de un tamaño de unos 22 campos de fútbol y una profundidad de hasta 15 metros, que le daba la oportunidad de entrenar su buceo. Durante su estancia en la bahía, se le enseñó a ignorar a todos los barcos, excepto el de la Ocean Futures Society, responsable del programa de la vuelta de Keiko a Islandia.
Un año después de llegar a Islandia, decidieron todos esos expertos que Keiko ya estaba preparada para nadar en aguas abiertas y buscarse la vida por sí misma junto a su familia original, que, supuestamente, estaría allí esperándola con las aletas abiertas.
La liberaron a finales del 2001. Le abrieron la red y la soltaron. Y con ello, firmaron su sentencia de muerte. Jamás pudo comunicarse ni integrarse con ningún grupo de ballenas salvajes por una simple razón: no conocía el lenguaje de las orcas. Ni tan siquiera el alfabeto. Siempre nadó a distancia de unos 300 metros de cualquier otra orca salvaje.
Condenada a vivir en soledad
Y nunca pudo alimentarse por si misma, porque aparte de faltarle el instinto, era muy lenta y no tenía el fondo y velocidad suficientes como para poder dar captura a un simple bacalao. Se acercaba a los barcos para pedir comida. La tuvieron que re-capturar varias veces. La última de ellas, escuálida, enferma del hígado y los pulmones, y con un peso la mitad del normal en un macho de esa especie.
Desde Islandia nadó desde su última liberación unos 1.400 kilómetros a distancia de varios grupos de ballenas salvajes, hasta las costas de Noruega, a principios de agosto del 2002. Nunca fue capaz de comer otra cosa que no viniera de la mano de los humanos.
Unos humanos que la habían condenado a vivir en soledad, sin su familia humana, y mendigando pececillos a los barcos pesqueros a los que diariamente se acercaba hambrienta. Tanto fue así, que, en el último año de su vida, tuvo que ser recluida en una bahía cerrada y alimentada artificialmente. Keiko nunca se recuperó de aquello.
La muerte de Keiko
Keiko murió de hambre y de pena en la bahía noruega de Taknes-Trondheim (ellos dicen que de una neumonía), el 12 de diciembre del 2003, alrededor de las 15:00 horas locales. Dicen que en el momento de su muerte pesaba seis toneladas, pero nadie pudo comprobarlo, porque no se permitió a nadie ver el cadáver.
Fue enterrada secretamente en tierra firme en el fiordo noruego de Taknes-Trondheim. Nadie entonó el mea culpa por desoír las voces de todos los expertos que unánimemente recomendaron no liberar a Keiko en el océano, sino mantenerla en su piscina de Oregón. Y a día de hoy, aún nadie ha pedido perdón por convertir a esa orca en huérfana y mendiga de los mares, y finalmente, condenarla a muerte.
Coge el dinero y corre
Amén de la cala islandesa de Hiemaey no existe a día de hoy como digo, ningún santuario de cetáceos operativo y en funcionamiento en ninguna parte del mundo. Sin embargo, y a sabiendas de esta realidad, los E.V.A. proponen como única solución el enviar a las dos orcas y doce delfines de Francia a alguno de estos supuestos lugares, bajo la promesa de que ya casi estarían a punto de abrir sus puertas.
Dicen de trasladar los animales a un santuario en Nueva Escocía (Canadá), regentado precisamente por una de las organizaciones que más presión está ahora mismo ejerciendo sobre el ejecutivo francés: la Whale Sanctuary Project (WSP) avalada por Sea Shepperd. Lo triste, es que esta gente no le cuenta la verdad ni al médico.
Estos animalistas están haciendo creer a todo el mundo que el mejor destino sería Canadá (parecidos kilómetros de viaje que a Japón), cuando la realidad es que no existe ningún acuerdo con la multi-propiedad de los terrenos y el Gobierno denegó los permisos hace años, entre otras cosas, por contaminación de las aguas.
Puro humo
Más de 8 millones de dólares llevan recaudados los de WSP para este proyecto canadiense. Aún así, Paul Watson, líder de Sea Shepperd, pone sobre la mesa 5 millones de dólares si Francia le dona esos cetáceos para su santuario canadiense.
Venden también la posibilidad de Isla de San Paolo en Taranto (Italia), un proyecto de santuario de cetáceos de la Jonian Dolphin Conservation que los E.V.A. llevan años vendiendo como una realidad cuando es puro humo, o incluso Isla Lipsi, en Grecia, que es otra estafa avalada por el World Animal Project (WAP), Sea Shepperd y Whale Sanctuary Project.
El Santuario del Egeo lo llaman: una bahía que el Gobierno griego se negó a cerrar hace más de cuatro años y cuyo proyecto quebró en el 2021. La oposición del ejecutivo griego a la estafa es frontal. Y digo bien: estafa. Dijeron que el santuario estaba operativo y con todos los permisos en regla en el 2015 cuando cerró el Särkänniemi Dolphinarium.
Millones de euros
Volvieron a mentir a la gente en el 2020 cuando cerró el delfinario del Zoo de Barcelona (tres de sus delfines prometieron que iban a ir allí, y finalmente acabaron en el Attica Zoological Park de Atenas: es decir, en otro zoo). Y como no hay dos sin tres, siguieron mintiendo en el 2021 cuando cerró el Parc Astérix.
Recogieron millones de euros en esos años bajo la promesa de que los delfines de todos esos parques acabarían sus días en tal idílica instalación. A día de hoy el lugar sigue vacío, esto es, sin delfines, aunque la página de donaciones permanece abierta.
World Animal Protection lleva recaudados casi 30 millones de libras en donaciones, y sigue pidiendo a día de hoy más y más dinero para este proyecto desde hace más de una década. Eso sí, le cuentan a sus donantes la historia de que todo está bien, que están a punto de abrir, y que en breve la mitad de los delfines domésticos del mundo nadarán felices en las aguas de su santuario.
Sin rastro del dinero
Lo único cierto es que, día de hoy, no hay ni rastro del dinero. No sólo eso: Sea Sheperd y WSP (curiosamente los mismos que presionan en Francia para que los catorce cetáceos de Antibes se vayan a Canadá), siguen pidiendo donaciones para Taranto, Isla Lipsi y Nueva Escocia, y reclamando los animales para llevárselos a Canadá. One Voice y WAP, socios del santuario griego, barren también para su casa en el Egeo.
Se da el caso de que la francesa One Voice incluso, sigue hoy pidiendo donaciones para el mantenimiento en Antibes de Fox (un león marino de Steller), que fue trasladado hace años a España. Trasladado en secreto, por cierto, para evitar precisamente lo que hoy les está pasando a sus catorce orcas y delfines.
Llegados hasta aquí uno se pregunta, ¿y ahora qué? ¿Bloquear a esos animales en Francia, hasta su muerte, para servir a la campaña ideológica de los E.V.A. contra los zoos y delfinarios? Eso es lo que parece interesar a los fanáticos y prohibicionistas: convertir a esas orcas y delfines en mártires, en estandarte… en bandera de su causa.
Y cruzando los dedos para que alguno enferme o muera en Antibes, para así, poder cargar con fuerza renovada contra lo malos que son los zoos y los acuarios que mantienen cetáceos en cautividad. No les mueve el bienestar animal, tan sólo su ideología política.
De las orcas a las belugas
Pero, si existieran los santuarios de cetáceos, ¿funcionarían? Pues las experiencias de Ric O’Barry con los delfines o la propia muerte de la orca Keiko, nos indican claramente que no. Y todos los expertos, en consenso, avisan de que ningún cetáceo mantenido durante toda su vida en cautividad, es capaz de adaptarse a las condiciones de ningún mal llamado santuario marino en aguas controladas o incluso abiertas.
Y la situación que se vive hoy en Westmann Island lo confirma. Allí, en el puerto de la isla de Heimaey y donde en el 2001 se condenara a muerte a la orca Keiko, hace seis años que dos ballenas belugas adultas se encuentran prisioneras en el sótano de un viejo edificio, antaño factoría de pescado. Son Little White y Little Grey. Su historia, vergonzosa hasta la médula, duele incluso hasta leerla.
En el 2019 el grupo Merlin Entertainments compró el Changfeng Ocean World de Shanghai (China), en el que, entre otros cientos de animales, vivían dos hembras de ballena beluga de nombre Little Grey y Little White.
Como Merlin Entertaiments previamente se había pegado un tiro en el pie, y había declarado con luz y taquígrafos y por cuestiones de imagen, el no albergar nunca más cetáceos en ninguno de sus parques a lo largo y ancho del mundo, pues se puso en contacto con su colaborador, la organización benéfica británica SeaLife Trust, para poder trasladar a un santuario a las dos belugas.
De vuelta a Islandia
SeaLife, que con anterioridad ya había colaborado con Merlin en el traslado de focas y otros mamíferos marinos, y toda vez que no existía ninguna instalación en el planeta (salvo otros acuarios) donde llevar a esas belugas, no tuvo otra mejor idea que aprovechar la cala islandesa donde años atrás condenaran a muerte a la orca Keiko, adaptando sus pontones, redes y pantalanes a las dos belugas en cuestión. Los permisos seguían vigentes, conque miel… sobre hojuelas.
En junio del 2019 SeaLife Trust trasladó mediante una costosísima operación (viaje inter-oceánico en avión, convoy en camión y finalmente ferry) a Little Grey y Little White hasta la bahía de Klettsvik, en la isla de Hiemaey.
Una vez allí, las metieron en una antigua piscina cubierta de 400 m² en el sótano de un edificio del puerto, a modo de cuarentena. Allí, las ballenas se tiraron más de un año sin acceso al exterior hasta que, en el 2020, las trasladaron a la cala de la ensenada del puerto cerrada con la red (el viejo hogar de Keiko). Setenta y un días. Eso fue todo. Unos trastornos gástricos provocaron su vuelta al sótano del puerto.
Signos de estrés
En el 2023 volvieron a intentar soltarlas en la zona intermedia y semicontrolada de la cala (el halo lo llaman). No hubo manera: las belugas comenzaron a mostrar signos de estrés tales como úlceras, pérdida de apetito y dificultades de adaptación al entorno marino. Vuelta de nuevo al sótano. Y allí siguen a día de hoy, prisioneras en una mazmorra de cemento y sin ver la luz del sol.
Llevan seis años encerradas en ese edificio, bajo la promesa de que algún día las sacarán de su cautiverio en el viejo sótano. Cualquiera puede verlas, previo pago de 30 o 40 euros, a través de una pequeña y sucia ventana de cristal.
Al lado de la ventana, un cepillo como en las iglesias, para que la gente se rasque el bolsillo. Y a la salida, una tienda de recuerdos con todo un carísimo merchandising con el que sangrar al visitante.
Las belugas como medio de vida
Sea Life declara públicamente que para el mantenimiento de los sueldos del personal y de las dos belugas necesitan entre 35 y 45.000 euros al mes (el precio del pescado está por las nubes). Decir que, en ese lugar, no hay voluntarios: todos los que allí trabajan son profesionales, y las belugas son su medio de vida. Si no hay belugas, ellos no comen. Así de simple.
Quien estas líneas escribe, casualmente, conoce bien el lugar. He visitado la bahía de Klettsvik, conozco la ensenada, he visto a las dos ballenas a través del cristal previo pago de la visita guiada (no te permiten ver la piscina por arriba bajo el cuento de evitar la interacción). Incluso he entrevistado a su director.
Una semana me he tirado estudiando las bondades del lugar con un equipo de cámaras, drones y hasta hidrófonos de alta precisión. Y lo que puedo decir… lo único que puedo decir, es que, si esto pasara en la moderna España animalista y no en la lejana Islandia, los responsables de mantener prisioneras seis años en un sótano a dos ballenas sin ver la luz del sol, estarían ya entre rejas o en el exilio fugados de la justicia.
Un experimento
Por delante de la cala cerrada de Keiko en bahía Klettsvik, pasan, a menos de doscientos metros, un mínimo de siete ferrys al día (catorce con la vuelta), más todos los cruceros de Westmann Island, la totalidad de la flota pesquera de Hiemaey (principal puerto pesquero de Islandia) y todas las lanchas rápidas de safaris turísticos de la isla.
Y enfrente, al otro lado de la ensenada, una cantera de grava y extracción de áridos bien provista de maquinaria pesada, remata la polución química y acústica de aquellas aguas. Te dicen que van a liberar a las belugas en breve, pero cuando ves el lugar, te das cuenta de que es mentira: los pontones lucen hoy abandonados y mas encima, ya no existe la red de cierre del sitio.
Y lo que acaba de hundir tus esperanzas es oír decir al director de la mazmorra de esas dos ballenas que no tienen certeza de lo que pueda pasar ni garantía de que todo vaya a salir bien: que es un experimento, y las dos ballenas, meros conejillos de Indias para obtener datos cara al futuro.
Esa es la realidad de los santuarios de cetáceos a día de hoy. Puro humo. Un negocio de unos pocos. El negocio del limosneo, del llanto y de la pena, para poder vivir como un cura a costa de los animales. Pero eso sí: que en el cartel de la puerta se lea en letras de molde la palabra santuario… y no zoo. Eso, es lo único que cuenta.
Dos orcas y doce delfines
Los E.V.A. llevan mintiendo y presionando desde hace años al Marineland de Antibes, pero desde que en enero echó el cierre -gracias a ellos-, las campañas de descrédito y las mentiras se han redoblado. Todo para dar pena y recaudar más dinerito cara a los famosos santuarios.
La organización TideBreakers lleva varias semanas difamando a Marineland con unas imágenes aéreas captadas con drones, en las que habla de la baja calidad de las aguas de las piscinas (de supuesto color verde por exceso de algas) y la delgadez de los animales… bloqueados repito… ¡por ellos mismos!
Catorce animales sin destino
Lo cierto es que una cincuentena de personas entre buceadores, veterinarios, cuidadores y entrenadores (el departamento de cetáceos del parque al completo), continúan desde enero trabajando en Marineland a puerta cerrada. El mantenimiento de los animales es el mismo o incluso mejor, que con el parque abierto. En ningún momento la empresa ha reparado en gastos.
Las mastodónticas depuradoras siguen funcionando a pleno rendimiento, y orcas y delfines siguen comiendo como siempre las mismas carísimas sardinas y capelanes pescados en el Ártico y sin traza alguna de mercurio en sus carnes.
Allí se mantendrán todos estos especialistas al pie del cañón, pagados a fondo perdido por Marineland, hasta que los E.V.A. de aquí y de allí rindan su intransigente postura y permitan a esos catorce animales salir de Francia rumbo a algún parque marino de España, de China, de Japón, o incluso, de EE.UU.
Sea World acaba de decir que, al prohibirles la cría de cetáceos en suelo estadounidense, ya no les interesa tampoco acoger a ningún animal más, y que, en cualquier caso, los permisos de exportación/importación de esos cetáceos podrían tardar hasta cuatro años.
Vivos o muertos
Que salgan de Marineland vivos, o muertos, dependerá exclusivamente del movimiento Eco Vegano Animalista (E.V.A.) de España, de Europa, y del mundo entero.
Y si se permitiera que esas orcas y delfines enfermaran o murieran en Francia a causa de espureos intereses, habría que sentar en el banquillo por maltrato animal y criminales tanto a las autoridades españolas que niegan la entrada en nuestro país de los cetáceos, como a todos sus palmeros E.V.A. a los que lo único que mueve, es el sonido del vil metal.
Desde enero pasado, fecha en la que entró en vigor en Francia la ley prohibicionista, Marineland mantiene a todo este equipo de medio centenar de personas, a fondo perdido, cuidando tanto de las dos orcas como de los doce delfines. La pregunta es obligada: ¿hasta cuándo?
Dos soluciones
Si se sigue bloqueando a los animales aquí, ¿podría Marineland seguir cuidándolos eternamente, como hasta ahora? ¿Hay algún elemento o causa de fuerza mayor que recomendara o pudiera obligar a estas orcas a abandonar estas piscinas, aparte del hecho de que el parque esté cerrado al público? Pues si lo hay. Dos concretamente.
Uno, que la vida útil de las piscinas de los oceanarios es de 30 años. Marineland Antibes ya ha sobrepasado ese límite de tiempo, y el vaso principal, de 11 metros de profundidad de profundidad y 31 millones de litros de agua de mar traída directamente del océano (un 20% por hora), podría colapsar.
Y dos, que Keijo, la orca macho hijo de Wikie, tiene 11 años y está entrando en la adolescencia, y por tanto podría violar a su madre con la que convive, procreando con ella consanguineamente.
Y no existe ningún parque marino en Occidente que pueda acoger a esas dos orcas salvo el Loro Parque de Tenerife, que ya mantiene a cuatro de esos animales en sus 28 millones de litros de purísima agua de mar (entre ellos a la famosa Morgan y su hijo Teno, la orca sorda propiedad del Gobierno holandés).
Hasta diez orcas podría acoger el parque español en sus instalaciones. Pero no, el Gobierno español, niega a estos animales el pan y la sal, mintiendo sobre los parques españoles y denegando su entrada en España.
Resumiendo
- Las orcas y delfines de Marineland Antibes han saltado a la primera plana de la prensa estos últimos días gracias a un vídeo de la organización Tide Breakers en los que se ve a unas orcas nadando en unas piscinas verdes, y en el que los autores de tal grabación aseguran que nadie cuida de esos animales, que están muy flacos, que el agua está sucia, que las depuradoras no funcionan, etc, etc… Y es todo, mentira.
Así mismo, la prensa habla de lugar abandonado cuando, en verdad la única diferencia entre antes y después de enero de este año (fecha en la que cerró el parque), es que en Marineland… ya no hay visitantes, pero todo sigue funcionado como si los hubiera.
- Estos catorce animales tenían un posible y lejano destino en China y Japón que el Gobierno francés desechó presionado por los animalistas; que Sea World tampoco está interesado en los cetáceos de Antibes, dada la prohibición de cría vigente en Estados Unidos, y que el mejor y casi único destino para ellos es España, al estar muy cerca y albergar el mayor número de oceanarios de Europa en un número de once.
Además, los parques españoles, aunque no han pedido esos animales, se han mostrado abiertos a acogerlos. ¿Por qué entonces siguen atrapados y bloqueados en Marineland?
- Estos cetáceos no son de los animalistas, ni del Gobierno francés, sino de su legítimo dueño que es Marineland. ¿Qué diablos pintan en toda esta historia pues el Gobierno y los animalistas negando a través del CSIC el permiso de entrada en España?
- Se habla mucho del bienestar de estos animales por parte de los activistas, pero da la impresión de que tantas trabas a desbloquear la situación fuera algo que les beneficiara precisamente a ellos, a los animalistas. Como si mantenerlos atrapados aquí fuera lo que más les interesara, quizás para hacer bandera de estos cetáceos y seguir adoctrinando en su peculiar campaña contra los zoos y acuarios del mundo.
Esa es al menos la impresión que da desde fuera. Incluso he oído que estos días, el líder de Sea Sheperd (otro don nadie en este asunto, creo), ha pedido una nueva inspección para retrasar todo este tema cuatro meses más. Y hay media docena de organizaciones animalistas como One Voice, Tide Breakers, Whale Sanctuary Project, etc, presionando al Gobierno francés para que los cetáceos se queden en Francia ¿Tienen interés los animalistas, en que los animales no vengan a España ni salgan de Marineland?
- Hablan los animalistas de enviar a estos animales a unos supuestos santuarios en Canadá, Italia o Grecia, similares al que mandaron a morir a la orca Keiko. Todo el mundo sabe que ninguna de esas instalaciones existe operativamente hoy en día.
Dicen que el supuesto Santuario del Egeo en Isla Lipsi podría tener los permisos y licencias para arrancar, y que las conversaciones con Taranto en Italia están también muy avanzadas. Eso al menos venden al público. Sin embargo, es todo falso. No existen en verdad ninguna esas instalaciones operativas, y menos con una licencia de funcionamiento. Sólo son una estafa para seguir sacándoles los cuartos a la gente, tal y como se ve en la pestaña de donaciones de sus respectivas páginas web.
Lo único que existe en el mundo es el lugar como digo, en Islandia, donde sentenciaron a muerte a la orca Keiko, y en el que la organización Sea Life Trust mantiene prisioneras en la piscina de un sótano desde hace seis años y sin ver la luz del sol, a dos ballenas belugas adultas del grupo Merlin Entertaiments provenientes del acuario de Shanghái. Precisamente este pasado jueves 19 de junio, se cumplieron los seis años de prisión de esos dos belugas
- ¿Podría el Gobierno francés obligar a Marineland a entregar los animales a estos personajes del prohibicionismo, como en su día se hiciera con la orca Keiko? La última palabra la tiene el parque. Si nadie cediera en este tema, ¿podría el Gobierno francés obligar a Marineland a tomar medidas más drásticas?
Formulo al aire la pregunta porque, en algunos medios franceses, he leído la palabra eutanasia por parte de los periodistas. Y juro que me he quedado ojiplático al leerla. ¿Podría alguien incautar esos animales, y obligar a Marineland a tomar una decisión así en aras del manido y soñado bienestar animal?