GOBIERNO DE ESPAÑA

Moncloa justifica a ETA por matar a Carrero: «Los militares impulsaron los crímenes de la Guerra Civil»

ETA Carrero Blanco
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Paula Baena

La exposición El tragaluz democrático. Políticas de vida y muerte en el Estado español (1868-1976), organizada por el Gobierno de Pedro Sánchez y por la entidad pública Acción Cultural Española, destaca el «fuerte impacto simbólico» que tuvo el asesinato del presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco por parte de ETA en 1973 porque «aludía al final de una generación de militares que, tras haber impulsado la Guerra Civil y sus crímenes, supo patrimonializar en su favor el mando del Estado».

El folleto informativo de esta exposición únicamente menciona a ETA para señalar que reivindicó el atentado de Carrero Blanco, «cuya escenografía alimentó toda suerte de sombras y fantasías», en su VI Asamblea, pero no vuelve a hacer alusión alguna a la banda terrorista que ha dejado un reguero de 856 muertos en España, a pesar de que la exposición culmina en 1976, cuando ETA ya había asesinado a más de 60 personas.

El documento informativo de la exposición, comisariada por Germán Labrador Méndez, señala que «aunque en 1975 muriera el dictador Francisco Franco, la violencia generada por su régimen no habría de terminar entonces», dando a entender que ETA mataba por Franco y que sesgó la vida de casi 800 personas hasta 36 años después de su muerte por «la violencia generada por su régimen».

«Las violaciones de derechos en los últimos años de la dictadura producen un incremento de las protestas populares. También de aquéllas procedentes de la comunidad internacional. Desde el Proceso de Burgos, en 1970, a las cinco ejecuciones del 27 de septiembre de 1975, las decisiones judiciales sumarias tienen en su contra una poderosa corriente de opinión pública», reza el folleto, que cuenta que en 1976 -año en el que ETA mata a un total de 18 personas- «cientos de miles de ciudadanos toman las calles, celebran huelgas y asambleas, protestan y reivindican sus derechos entre palizas y asesinatos, desplegando, con toda su intensidad, el conflicto irresuelto entre la violencia del Estado y las legítimas reclamaciones de formas de vida digna».

La exposición, que puede verse hasta el próximo 23 de julio en la sala de exposiciones La Arquería, en Nuevos Ministerios, y que organizan por parte de Moncloa el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática y el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, condensa las «formas de violencia desarrolladas por estados, ejércitos, instituciones y mercados (como el esclavista), pero también los intentos de resistirlas y contornarlas por parte de comunidades, personas y colectivos».

En este sentido, indica que el «ejercicio de las libertades ciudadanas se gestó, antes y después de la muerte de Franco, mediante múltiples actos de desobediencia y a través de alianzas sutiles: redes sindicalistas, asociaciones de vecinos, colectivos profesionales y partidos clandestinos construyeron un magma de lenguajes y prácticas por medio de las cuales se ampliaron –pagando precios muy altos– los márgenes de las libertades colectivas».

Los organizadores de esta exposición hablan de «un poder autoritario donde los dispositivos políticos y los intereses económicos se hacían indistinguibles» y aplauden como, a partir de 1976, a través de un «rico tejido ciudadano, de carácter feminista, ecologista, vecinal y contracultural, luchará por definir desde abajo formas posibles para una democracia siempre por venir, en la nunca resuelta tensión que se da entre la ciudadanía y las estructuras violentas del capital y del Estado».

Carrero Blanco

ETA asesinó a Luis Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973. Su coche circulaba pasadas las nueve de la mañana por la madrileña calle de Claudio Coello cuando ETA hizo estallar una bomba de tal calibre que el coche voló hasta el patio interior de una residencia de Jesuitas situada, por aquel entonces, a esa altura de la calle. Luis Carrero Blanco había nacido en Santoña (Cantabria) en 1903, estaba casado y tenía cinco hijos. En el atentado fallecieron también el conductor José Luis Pérez Mogena, de 33 años y con dos hijos de 4 y 7 años, y el escolta Juan Antonio Bueno Fernández, de 52 años y con un hijo de 15 años, que viajaban en el mismo coche. Se registraron numerosos heridos, entre ellos tres policías del coche escolta, un taxista, la portera del inmueble 104 de la calle Claudio Coello y su hija de corta edad.

La exposición enseña una réplica del coche en el que viajaba Carrero Blanco destrozado por la bomba y, por detrás, un dibujo de la detonación.

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